
Vivimos en una lucha continua entre dos poderes, poderes estos que representan el bien (Cristo) y el mal (Lucifer). Este conflicto se remonta a tiempos anteriores a la creación del hombre. A ese respecto nos dice el libro de Apocalipsis en el capítulo 12 y versículo 7: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles.” Algunos llamamos a este tipo de lucha “el Conflicto de los Tiempos”. En esta lucha, y conforme lo determina el apóstol Pablo, nuestro peor adversario es el diablo y los poderes de principados y potestades que le acompañan.
Dice el libro de Efesios en el capítulo 6 y versículo 12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de la tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Nótese como el apóstol llama la atención a un hecho que debemos tomar en consideración: Son potestades de este siglo, por lo cual es obvio que Satanás es el príncipe de este mundo (Juan 14:30), y que reside en este planeta combatiendo la obra evangélica que Dios quiere canalizar.
Este príncipe llamado Lucifer se ha caracterizado siempre por pretender combatir a Dios y Su propósito adelantándose a todo lo que Dios se propone realizar al fin de los tiempos. Por ejemplo, hemos de probar libre de toda duda que la Biblia sostiene un gran y elevado concepto de lo que es una verdadera comuna. Sin embargo, Satanás ha querido dañar el concepto mismo a los fines de que la sociedad quede totalmente prejuiciada con tal concepto y forma de vivir.
Casos como los de Jim Jones, David Koresh y otros, constituyen movidas por parte de Satanás para empañar la imagen correctísima e idónea que la Biblia nos trae en torno a esa realidad gloriosa en que debe una verdadera comuna colocarse. Se opone así Satanás al final propósito de Dios y Su necesidad ulterior o escatológica para que Su pueblo conviva de un modo ejemplarmente comunitario. Siempre Satanás ha utilizado el método de asociación, método este que consiste en colocar connotaciones a las palabras, para que una palabra te lleva a obtener una idea negativa del concepto. Así las cosas, este enemigo común ha logrado llevar la idea de que todo lo que se llame comuna es el equivalente de suicidio masivo y de inmoralidad. Pero, ¡qué lejos está eso de ser una realidad! Imagínate ahora, amigo lector, qué glorioso sería el que tú puedas seleccionar las personas que van a vivir junto a ti en un determinado lugar; que puedas ser selectivo y conseguir los mejores ciudadanos y juntarlos para alcanzar una mejor convivencia pacífica, lo más libre posible de incidencias criminales. ¡Qué felicidad significaría eso!
El término comuna es sinónimo de municipio o ayuntamiento, pero en nuestros días se utiliza peyorativa o despectivamente para aludir a grupos de fanáticos religiosos que llevan en sus corazones intenciones desastrosas. En Puerto Rico, al igual que en todos los países, existen municipios (muchos pueblos) que viven bajo una administración municipal, donde conviven buenos y malos.
Hoy día no existe ni una sola municipalidad donde no se encuentren delincuentes por montones. La drogadicción, el robo, la promiscuidad, la agresión y el asesinato constituyen el “pan” diario de todas las municipalidades conocidas. Mientras más grande es una municipalidad, más crímenes se suscitan. Sin embargo, cuando pretendemos convivir en paz, por medio de una fe común y unos conceptos religiosos de excelencia, se nos critica. Los integrantes de este movimiento (La Voz del Tercer Ángel) llevamos viviendo en el barrio Ángeles y en el barrio Santa Isabel II —perteneciente al municipio de Utuado, P.R.— ya siete años, y no se conoce entre nosotros ni a drogadictos, ni alcohólicos, ni asesinos, ni pervertidos, simplemente cristianos, ciudadanos responsables que cumplimos con las leyes. Tenemos derecho a unos conceptos de fe y a sostener unas enseñanzas bíblicas; eso no nos constituye ni en inmorales ni en asesinos. Somos gente probadamente pacífica, siempre lo hemos sido y lo seguiremos siendo mientras la Biblia sea el libro de donde obtenemos nuestras directrices.
El hecho de que tengamos conceptos futuros como la Pluralidad Matrimonial no nos hace unos desvergonzados, como muchos presuponen. Yo personalmente soy monogámicamente casado, y todos aquí conviven del modo que la ley establece, es decir, monogámicamente. Ese tipo de institución pluralista será la que prevalezca en el Nuevo Siglo o en el cielo, conforme lo declara la Escritura.
El Señor, por medio nuestro, va a vindicar el sublime concepto comunitario que Él espera mantener en el Nuevo Siglo (cielo). En el principio la Iglesia convivía dentro de un trasfondo comunitario, socialmente idóneo. En el libro de los Hechos capítulo 2, versículos 44 al 47, leemos así:
(44) “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
(45) y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
(46) Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
(47) alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Nota mi querido amigo lector ¡qué pasajes más bellos, y qué actividades más bondadosas en el trasfondo de una comunidad de creyentes! ¿Es acaso eso pecado, apartarse de la corrupción del mundo por voluntad divina?, ¿verdad que no? Todo se resume a un asunto de prejuicio satánico, creado por medio de personas como Jim Jones, David Koresh, y los líderes de la secta “Heaven’s Gate”, junto a otros. Siguiendo con las pruebas bíblicas leamos ahora en el capítulo 4 de Hechos, versículos 32-35: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común […] Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad”.
Es claro que la Biblia apoya la gran disposición divina para que los creyentes nos apartemos a una vivencia de fe, nos alejemos del mundo e integremos la Iglesia.El término “ekklesia” significa en realidad salir del mundo y unirnos por la dirección del Espíritu en un mismo sentir, con una misma fe, con un mismo Señor en libre adoración. El vocablo que se utiliza para hablar del pueblo de Israel es “gahal”, y tiene en su definición el mismo concepto del término “ekklesia”.
Existe la libertad para la adoración (separación de Iglesia y Estado). Nos proponemos, por órdenes divinas, vindicar ese concepto tan bíblico y dar un testimonio silente al pueblo de Puerto Rico y más allá de lo que es una convivencia en la comunidad de creyentes que el Señor dirige, y no el hombre, pues “es menester obedecer a Dios antes que a los hombres”. Aguarden y podrán visitar y ver de qué modo convivimos.