
Dice la Palabra de Dios, aludiendo a la historia del pueblo de Israel, que Jehová de los ejércitos tomó ese pueblo y lo formó, después de haberlo sacado de su esclavitud en Egipto. A la luz de la Escritura, el pueblo de Egipto, al igual que los países modernos, es símbolo de corrupción y criminalidad; mejor dicho aún, es símbolo de alta incidencia pecaminosa, como también lo fueron Sodoma y Gomorra —ciudades que Dios hubo de destruir por esa razón de alta inmoralidad—. Parecería que estamos exagerando la nota, pero el mundo presente claramente se proyecta como esas comunidades antiguas, con un alto nivel de corrupción. Las sociedades modernas no tienen control sobre el desenfreno moral; los gobiernos no pueden detener la avalancha de deterioro comunitario. Todo va de mal en peor. Avanzamos a pasos agigantados hacia el caos que la Biblia profetizó desde hace tanto tiempo. En Mateo 24, versículo 12, leemos: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”.
Dios siempre ha protegido a Su pueblo aislándolo del resto del mundo. Su propósito es el “de reunir todas las cosas en Cristo” (Efesios 1:10). Por consiguiente, sí existe la alternativa de crear en los verdaderos cristianos comunidades de creyentes que unidos en un mismo sentir logren promover el amor filial o ágape, que es el que Cristo coloca al alcance de Sus seguidores. Se dice que “el ladrón juzga por su condición”, y los que tanto nos critican, por lo regular, son gente de un alto nivel materialista, que están llenos de lascivia, y todo lo miran bajo “el color del cristal” de su condición. Les es imposible comprender que Dios levante gente con anhelos de un amor sublime y celeste. Nosotros, los integrantes de nuestro movimiento perseguimos una convivencia donde reinen el amor, la paz y la justicia. No marchamos en pos de unas relaciones llenas de muecas y de fango, sino más bien de una preliminar experiencia de gran moralidad y sana expectativa.
Estamos al fin de los tiempos y pronto este mundo será destruido por Dios para que aparezca la nueva etapa que nos ha prometido el Señor en Su Palabra. Nos comunica Juan en el libro de Apocalipsis, capítulo 21, versículo 1, lo siguiente: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Antes que Juan, el profeta Isaías había señalado lo siguiente: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:17-19).
¡Qué bonito!, ¿verdad? Eso y nada más que eso, mi querido lector, es lo que perseguimos. Aguardamos por la fe la promesa del Señor de ubicarnos en un mundo muy superior a este. ¡Qué irónico!, que gente tan llena de pecado nos critique, nos señale y nos insulte por perseguir el ideal de Dios por medio de una comuna previa que se constituya en modelo, ejemplo de las bondades que tiene la convivencia en Cristo.
He sabido de casos donde personas que presuponen ser educadas y conocedoras de la democracia, han prohibido la repartición de este periódico objetivo y claro, por el simple hecho de haber visto en la portada la foto de este servidor que sólo pretende traer claridad de conceptos bíblicos al público puertorriqueño. Al paso que van las cosas, si por ellos fuera, se legislaría para que la famosa ley del componte volviese a ser establecida en nuestro Puerto Rico. (Entre esas personas se destaca la Directora de la Escuela de la Comunidad Bernardo González, Luz N. Montero. Es usted una neófita, doña Luz N. Montero, pues en Puerto Rico hay libertad de prensa. Fanáticos como usted constituyen la gente verdaderamente peligrosa. Dígame usted, y su cómplice —el guardián que la asistió [Ángel Montero]— qué es lo que tanto temen, porque en ese primer ejemplar de Palestra lo que usted encontrará, si lo lee, son consejos para la salud y altos conceptos sociales. ¿Ha visto usted últimamente las fotos que lanza el periódico Primera Hora? Con toda seguridad que si dejaran ejemplares gratuitos en su escuela usted sí los permitiría. Por este medio quiero decirle que su acción además de ser deplorable y censurable es también demandable. Le aconsejo cuide usted sus reacciones fanáticas y llenas de resentimiento porque no tememos ir a apelar a ningún foro, pues claramente la razón nos asiste.)
Reubicación, Comuna y el Remanente
En nuestro artículo anterior hablábamos de los términos “gahal” y “ekklesia”, este último aparece en el Nuevo Testamento para connotar la Iglesia y el otro connota el pueblo antiguo. Decíamos que ambos vocablos llevan la idea de salir del mundo a los fines de reubicarse en un lugar donde sirvamos a Dios y Dios pueda protegernos de las cosas que habrían de sobrevenir al fin de los tiempos. Recordemos que Dios históricamente ha reubicado a Su pueblo en comunas apartándolo de un mundo vil sumergido en el materialismo, evidentemente. Veámoslo:
- Durante el Éxodo, Dios reubicó a Su pueblo llevándolo al desierto para educarlo y sostenerlo (Éxodo 3:8).
- Cuando el diluvio universal, Dios reubicó a Su pueblo y salvó a 8 personas de la total destrucción (Génesis 6:17-18).
- Dios reubicó a Lot y a sus dos hijas, salvándolos así de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Los envió al valle de Zoar (Génesis 19:14-22).
- Dios liberó al remanente de la devastación que originó Tito cuando sitió a Jerusalén. Más de un millón de judíos creyentes en los oráculos divinos huyeron a Puello, librándose así de la gran desolación antes mencionada (Mateo 24).
- Dios envió a los puritanos de oriente a occidente para alcanzar libertad religiosa (Apocalipsis 12:14).
En esta ocasión Dios me ha ordenado retirarme con un doble propósito:
- Dar testimonio de la idoneidad de una comunidad de creyentes, cuando éstos, por la fe, tienen propósitos eternos. Debemos para esos fines constituirnos en una comunidad abierta, donde todos puedan visitarnos y ver con sus propios ojos el orden y el nivel de vida que mantenemos un grupo de personas que tenemos una fe enteramente evangélica y común para todos.
- Esta misma comunidad de creyentes se constituirá en una ciudad de refugio para el pueblo de Dios en el futuro; y siendo que las plagas finales y los eventos punitivos —lo que los pentecostales llaman “la gran tribulación”— habrán de ser una realidad muy pronto (nótese que ya recomenzó el conflicto de Irak), constituirá, pues, un lugar estratégicamente ubicado donde Dios nos habrá de proteger. Nótese como dice Cristo en Su Palabra: “Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa, y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa” (Mateo 24:15-18). La orden es clara, precisa y sencilla: “huyan a los montes”; es el equivalente de decir: Constitúyanse en una comunidad de creyentes aparte del mundo y no pretendan enfrentar la visita que pronto habrá de realizar Luzbel, quien es el príncipe de este mundo y el que, mediante el llamado Rapto Secreto, habrá de llevarse millones de personas.
Les recuerdo que conforme al libro de Apocalipsis se nos enseña que las plagas habrán de caer en las ciudades donde está sentada la Bestia reinante, y no es otra cosa que la Iglesia Católica con sus fastuosos templos en el mismo centro de las ciudades: “El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la Bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:10). Y les recuerdo, además, que también en el libro de Apocalipsis, capítulo 12 y versículo 6 se dice que la mujer (la Iglesia) es llevada al desierto (fuera de la ciudad) para ser sustentada o protegida por tres años y medio que es lo que aproximadamente restará para que la gracia concluya y nuestro Señor Jesucristo venga. De modo, pues, que sin lugar a dudas el término comuna y el término reunir están unidos de la mano como medio de protección final por Dios propiciado.
Nota para el señor Douglas Marti
Te metiste a profeta mi querido Douglas y fallaste. Mira Douglas, dice la Palabra de Dios del modo siguiente: “Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, no aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta, no tengas temor de él” (Deuteronomio 18:22). Por consiguiente, Douglas, te declaro un falso profeta, fundamentándome en la Palabra. Ah… se me olvidaba decirte que en mi programa, a través de WIAC el pasado jueves 10 de diciembre, fue este servidor, Luis J. Laborde, mejor conocido como el Profeta del 2000, quien señaló sin titubeos, clara y escuetamente que esa profecía no se habría de cumplir, por cuanto el Señor Jesús me visita y me ha dicho: “Todo cuanto acontezca, sea bueno o sea malo, tú serás el primero en saberlo”. Así fue en esta ocasión, yo fui el primero en saber que nada iba a ocurrir, y no hice como Jorge Raschke, que unas veces decía que sí y otras que no. ¡Alerta pueblo! He aquí un profetismo legítimo, si quieres mantenerte en contacto con la verdad, escucha nuestra voz.