
El Evangelio Eterno, como ya hemos establecido, es de carácter representativo (uno actuando en lugar de todos) e histórico. Ello implica que nuestra salvación fue consumada en el Calvario. Los actos de Jesús constituyen mi salvación, y tan sólo por aceptar es que adquiero el derecho a la vida eterna que me propició Dios en el Calvario. Lo contrario a esa salvación representativa, objetiva e impersonal, es una subjetiva o personal; ello significa que Dios realiza la misma en mi persona por medio de la obra que el Espíritu Santo efectúa en mi vida, y no como dice Pablo, a través del Espíritu de vida en Cristo Jesús; veámoslo: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2).
Así las cosas, cuando el creyente pasa a ser el centro de atracción de sí mismo —por causa de la alteración antes expuesta—, abre su voluntad para que las experiencias místicas le sobrecojan. Entonces, el espíritu antievangélico del enemigo se nos acerca y nos propicia esa anhelada expectativa, engañándonos y desviándonos de la sincera fidelidad a Cristo. Consecuentemente, el creyente se entrega confiadamente a todo tipo de experiencias espirituales sin someter a estas a la prueba bíblica, aceptándolas como buenas y provenientes de Dios.
¡Qué insensatez! Una de las enseñanzas más sencillas y claras que aparece en la Palabra es aquella concerniente al Misterio de Iniquidad o falso espíritu, ¿verdad? ¿Por qué nos empeñamos, entonces, en obviar lo que Dios tiene que decirnos a ese respecto? ¿Acaso no es más seguro seguir el camino bíblico que el de nuestras propias concepciones y tradiciones? Observen:
(25)“Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 16:25)
(4)“…Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
(Mateo 4:4)
Veamos el consejo de Pedro:
(19)“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos […]
(20) entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.”
(2 Pedro 1:19-20)
A la luz de esa maravillosa Palabra es que analizaremos todo lo concerniente a la manifestación de ese espíritu extraño que desde el 1890, aproximadamente, ha hecho su aparición en los Estados Unidos de América, y que hoy día está presente en prácticamente todos los círculos religiosos. De esta manera se ha cumplido la profecía de los 1,260 días, que señala que el dragón se llenó de ira contra la mujer (EE.UU.) y se fue a hacer guerra contra la descendencia de esta.
UN FALSO ESPÍRITU PROFETIZADO
Una de las más notables profecías bíblicas es la concerniente al misterio de iniquidad. Nos dice Pablo a ese respecto: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad…” (2 Tesalonicenses 2:7). En ese contexto se identifica al “hombre de pecado” con el misterio de iniquidad, veamos el versículo 3 del mismo capítulo: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.” No nos es difícil poder entender que toda esta trama señalada por el apóstol, concerniente al misterio de iniquidad, se origina en Roma con el establecimiento del Papado, quien es el hombre de pecado y quien, a su vez, “…se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4). Por consiguiente, hemos de entender que se manifiesta en la iglesia y no fuera de esta.
Es el poder romano o católico el que da comienzo al cumplimiento de esta profecía tan importante. Sin embargo, no termina con el desarrollo y culminación del poder católico. Aquello que Juan señala en Apocalipsis 14:8, de que “…ha hecho beber a todas las naciones [entiéndase organizaciones religiosas] del vino del furor de su fornicación” tiene que cumplirse en este fin del tiempo del fin. Debemos entender lo que el capítulo 2 de Segunda de Tesalonicenses establece, a saber: El Misterio de Iniquidad comienza en Roma y culmina con el pentecostalismo (primera y segunda Bestia de Apocalipsis 13). Nótese cómo en el versículo 3 del capítulo 2 de Segunda de Tesalonicenses se alude al Papado, y más adelante en el versículo 9 se está señalando al pentecostalismo; veamos:
(3)“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición […]
(9) inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos.”
Ello se puede constatar por la obvia relación de las Bestias, donde Juan nos dice que la segunda es la imagen de la primera (véase Apocalipsis 13 al respecto). Es con la segunda Bestia con la que estamos lidiando en este escrito. Así como Lutero y los reformadores intervinieron con la primera Bestia (Roma), nosotros lo haremos primordialmente con la segunda Bestia: la secta Pentecostal en representación del protestantismo apóstata ubicado en Estados Unidos de América (hacia donde marchó el dragón a hacer guerra contra la mujer, Apocalipsis 12:17).
El resumen de lo dicho es que el Misterio de Iniquidad señala a Roma y al pentecostalismo en calidad de vanguardistas, e incluye a toda denominación religiosa que habiendo bebido del vino del furor de su fornicación (entiéndase falso evangelio de fe más obras) siguen un mismo patrón de conducta para obtener la salvación. Podemos, a la luz de la profecía de Apocalipsis 14:8, señalar que pentecostales, adventistas, russelistas y otros han pasado a formar parte de Babilonia la Grande, la que señala Juan en Apocalipsis 17:5 como en estado subjetivo de laodiceísmo —que es la séptima y última etapa de la Iglesia universal (Apocalipsis 3:14)—. Sin embargo, es necesario entender que su origen es Roma, y su culminación es el pueblo de las señales y prodigios mentirosos como lo declara Pablo en Segunda de Tesalonicenses 2:9-10.
UNAS CARACTERÍSTICAS INEQUÍVOCAS
Dijo Jesús: “¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?…” (Marcos 8:18). Existe un dicho popular que reza así: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Dios en Su infinito amor por el hombre ha dejado predicho en blanco y negro, de un modo profético, una clara descripción de la magistral obra de engaño que Satanás habría de desarrollar en el decurso del tiempo. Esa gran falsificación, dice la Palabra en Apocalipsis 13:13, culminaría con un descenso del falso espíritu de Satanás. Este espíritu se habría de caracterizar por los continuos milagros engañosos que habría de realizar.
Haremos una evaluación de la segunda Bestia tal y como se nos describe en Apocalipsis 13.
Analicemos:
(11) “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón.” (Apocalipsis 13:11)
Señalaremos, en primer lugar, que el Cordero en la Escritura es siempre un símbolo del Señor Jesús, como lo declara Juan: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Es, pues, fácil interpretar que dicha Bestia tenía apariencia cristiana, pero hablaba como dragón; por consiguiente: “se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4), para sutilmente viabilizar su obra de engaño. Sin embargo, se descubre en su pretensión cuando habla, porque lo hace como dragón. ¿Cómo habla el dragón o Satanás? Habla cortando los pensamientos, fraccionadamente, fuera de su verdadero contexto. Así lo hizo en el desierto cuando pretendió tentar a Jesús. Nótese la conversación por ellos sostenida: “y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti […] Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:6-7). Es evidente, pues, que ese espíritu que la Escritura señala no interpreta en su contexto, sino que fracciona la revelación para confundir. No hay dudas al respecto, saca la enseñanza fuera de contexto.
Como anteriormente señaláramos, el espíritu engañoso que está profetizado conforme lo declaran Pablo y Juan (Segunda de Tesalonicenses 2 y Apocalipsis 13) tendría como su más notable característica una extraordinaria afición por la manifestación de prodigios y señales de carácter engañoso. El mismo Satanás se transforma en ángel de luz (2 Corintios 11:14), y hará acto de presencia como lo establece Juan, cuando dice:
(13) “…hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.” (Apocalipsis 13:13)
El fuego en la Escritura es utilizado como símbolo del Espíritu Santo (entre otros). Es fácil comprender que se está señalando el descenso de un falso espíritu que pretende suplantar al legítimo Espíritu Santo por el Señor prometido. Por eso Juan nos exhorta para que “analicemos los espíritus si son de Dios o no son de Dios” (1 Juan 4:1). Al seguir este consejo y evaluar las características antes señaladas, hemos de concluir que tan solo el pentecostalismo cumple con esas especificaciones (Apocalipsis 13 y Segunda de Tesalonicenses 2). Por lo tanto, es la Iglesia Pentecostal el poder que sigue al romanismo en el cumplimiento de esta extraordinaria profecía en torno al misterio de iniquidad. ¡Es una profecía cumplida!
Hemos probado que la Palabra profetizó lo que habría de acontecer con el pentecostalismo para que quedásemos advertidos y pudiéramos evitarlo cuando hiciere acto de presencia. No hemos pretendido destruir unas personas ni su entusiasmo por la fe de Jesús, sino todo lo contrario; mi misión en calidad de servidor del Altísimo e hijo de Dios, que para este tiempo verte la segunda cátedra anunciada en Zacarías 4:14 y en Isaías 11:11-12, es destruir mediante la misma (cátedra) la obra que pretende realizar el misterio de iniquidad, y toda herejía. Repudiamos la herejía, aunque amamos al hereje. Dios se manifestará muy pronto por medio de este último catedrático de la historia, y podrán entonces ustedes ver que estamos en posesión de la verdad. Y esta verdad que predicamos, por sí sola, descubrirá a sus detractores previo a la llegada del fin. Que el Espíritu Santo os ilumine para que podáis entenderla.