Se Repite la Estrategia del «Mea Culpa»

Reza así un viejo y conocido proverbio:  “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”.  Nos señala la Escritura que el perdón, cuando es sincero y bien intencionado, se constituye en la antesala de óptimas y duraderas relaciones que brindan nuevas esperanzas de paz y felicidad.  Pero cuando este, el perdón, es utilizado como un método para ganar tiempo y evitar que nos ocurran perjuicios inmediatos, se convierte entonces en una estrategia que lleva en su intención provocar circunstancias favorables para en el momento más oportuno hacer notar al adversario que nunca hemos sido vencidos.  Como hijo de Dios y último catedrático de este mundo, eso es lo que percibo que está haciendo el estratega religioso más astuto que ha dado la historia humana, conforme lo describe Daniel 8:25, cuando dice:  “Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano…”.  Me he referido al Papa de Roma, quien se caracteriza por acogerse al perdón del pueblo como recurso estratégico a los fines de evitar perjuicio material a su poderosa y rica organización, pero quien, a su vez, es incapaz e impotente para defender su institución, dis que teológica, con argumentos bíblicos.

Hace aproximadamente dos años, en este mismo periódico (Palestra), contesté al mal llamado “Vicario de Cristo” su pública declaración del Mea Culpa, bajo un artículo que titulé:  La Mea Culpa, un Ridículo Papal; y hoy me veo en la obligación de volver a hacerlo ante su reciente declaración de Mea Culpa, hecha en la XVII Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Toronto, Canadá.  Durante dicha jornada, el “pontífice” se excusó por los casos de pederastia ejecutados dis que por “algunos” sacerdotes.  Pretende este oficial romano que con un simple Mea Culpa se conformen centenares de víctimas arruinadas por esos infames actos de la población homosexual que ha caracterizado la Iglesia Católica en toda su historia, ¡qué barbaridad!  ¿Piensa usted que con un Mea Culpa habrá de evitar los próximos crímenes de homosexualismo que, sin lugar a dudas, deben estar ocurriendo en estos momentos en esa, su atesorada institución?  ¿Es acaso esa su aportación para remediar la feísima situación de homosexualidad pedofilial que ha encontrado tan fértil terreno en ese medio ambiente lleno de formalidad y celibato?  Si fuese yo el que estuviese en su posición, ya habría determinado que a los nuevos seminaristas se les auscultara más exhaustivamente sus inclinaciones al homosexualismo, y a todo el que diera muestras de una leve inclinación hacia esa aborrecible enfermedad, llamada homosexualismo (que es más bien una aberración carnal), lo declararía como un “no calificado” para tales funciones (las de sacerdote).  Es menester pensar más en la calidad del personal que en la cantidad, y por consiguiente, “a grandes males, grandes remedios”.

Debería usted fortalecer los requisitos o las exigencias de aquellos hombres que proclaman su deseo de representar a Cristo; pero es obvio que usted, como jefe mayor de la institución católico-romana, no tiene esa intención.  En lugar de tomar dramáticas medidas que evidencien su interés en detener esa avalancha de suciedades que caracteriza a su iglesia, es obvio que con su actitud “blandengue”, pasiva y misteriosamente silente la sostiene (por aquello de que “el que calla otorga”).  Y, además, pretende con el Mea Culpa complacer a sus ciegos seguidores y evitar así el éxodo masivo que debería sobrecoger a esa institución que, históricamente hablando, ha actuado tan anticristianamente.

Es inexplicable cómo puede estar un pueblo tan ciego y olvidar asuntos, tales como:  la Inquisición, las Hogueras de Smithfield, las Cruzadas, el origen y desarrollo del Islam (que implicó la creación del profeta Mahoma y de la virgen de Fátima por parte del sistema Papal), la venta de indulgencias y también la pederastia; asuntos estos que me obligan, por el bien de las nobles almas que buscan a Cristo donde no está (en la Iglesia Católica), a continuar denunciando lo que conforme al Libro Sagrado (la Biblia) realmente ustedes constituyen:  BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA (Apocalipsis 17:5).  No hay duda que son un poder atractivo o carismático para los moradores de la tierra conforme se declara en Apocalipsis 13:14.  Mas yo, Luiko de Jesús, mejor conocido como El Profeta del 2000, suplico a toda esa gran matrícula de feligreses para que evalúen qué poder los asiste, porque yo puedo decirles con toda autoridad, que es el príncipe de este mundo, Satanás (quien se hace llamar Alá), el que los sostiene.

Ante la decrepitud que ahora mismo caracteriza a Juan Pablo II, la tendencia del creyente es a inclinarse por la pena, y ahora mismo se está explotando eso por parte de la Curia romana; pero recuerden amigos lectores que “no todo lo que parece es”.  Nunca debemos confundir la decrepitud con la humildad, no son una misma cosa.  Tras esa decrepitud hay una espesa capa de soberbia humana.  Y recuerda siempre que Cristo nunca permitiría un envejecimiento y deterioro de tal magnitud a su representante en la Tierra.  Yo seré un ejemplo de lo que aquí digo, pues ahora mismo me preparo para irme a predicar al mundo en circunstancias de total recuperación física.  Mantente atento a esos hechos y podrás ver la diferencia.  Si necesitas ver para creer, así será.