En Torno al Alma

Decíamos en una nota al final del primer artículo en torno a la inmortalidad del alma que:  La diferencia entre la resurrección (o transformación) que Cristo ofrece y la clonación que ofrece Luzbel, es que la clonación es una copia de los cuerpos mortales y la resurrección divina es el otorgamiento de un cuerpo superiorísimo.  He ahí cómo Pablo lo señala:  “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales” (1 Co. 15:40).  La clonación podría convertirse en la extensión de la vida presente, pero la transformación es la otorgación de una vida amortal e interminable.  La clonación constituye los efectos culminativos de los estudios que ha realizado Satanás en torno a la genética; laresurrección es consecuencia del conocimiento científico y eterno del único Dios Todopoderoso (1 Ti. 6:16).

Vamos, pues, a partir de ese señalamiento a los fines de dar seguimiento a nuestra temática en este segundo artículo.  Nos es muy fácil probar a ustedes por la Escritura que nuestro concepto del alma es una realidad bíblica de carácter irrefutable.  Es evidente que ya mismo el hombre alcanzará por medio de la ingeniería científica la duplicación del cuerpo, ya que existe la realidad por Dios establecida del concepto que se conoce con el nombre de gemelos.  Hasta el momento en que escribimos, la duda que existe entre los científicos es si podrán ellos algún día transferir el alma o, lo que es igual, la personalidad de un individuo a otro cuerpo.  Es aquí que entra en acción informativa este catedrático, pues como he dicho con anterioridad, he sido constituido en el último orientador e informador por parte de Dios para la Iglesia de los últimos días.  Es Cristo, el Hijo de Dios, quien está detrás de mi cátedra y me ha enviado, habiéndome dicho antes que soy Su hijo preexistencial a quien ha devuelto su nombre original (celeste), que es el de Luiko de Jesús; nombre este con el cual debo difundir las grandes verdades finales.  Tienes en tus manos los conceptos reales y claros que Él te envía por medio de mi ministerio escatológico con el fin de que no seas confundido en estos momentos de decisión final, ¡qué privilegio!  No lo pierdas dejándolo de aprovechar, contrario a eso, alégrate y sigue adelante con seguridad y beneplácito hasta alcanzar la vida eterna.

Vamos ahora a materia de temática.  En Mateo 10:28 Cristo nos dice:  “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Nota con entusiasmo, mi querido amigo lector, que Cristo respalda nuestro concepto cuando hace diferencia entre el alma y el cuerpo.  ¿Cómo, pues, viene un tal Raël y su grupo de seguidores a decir que el alma no existe, si Cristo dice que sí existe?, ¿a quién vas a creer?  El alma, mi querido amigo lector, podríamos resumir diciendo que está constituida (integrada) por aquel aspecto que es peculiar a nuestra personalidad o individualidad y su esencia es particularísima en cada ser creado por Dios.  No hay dos almas iguales nunca.  El alma es el cúmulo de experiencias tenidas en nuestra vida.  También forman parte de ella los recuerdos adquiridos en nuestra vida pasada que recurrirán aflorando a nuestra memoria y fijándonos un patrón de conducta similar en nuestro presente y hasta nuestro futuro comportamiento.  Hay divergencia de entes distintos:  Hay hombres alegres, hombres tristes, hay hombres extrovertidos, los hay introvertidos, hay hombres con espíritu bélico, hay hombres con espíritu pacifista.  En fin, hay diversidad de hombres con caracteres distintos y de distintos comportamientos, que al unirse en sociedad pueden ser felices al complementarse, aprendiendo los unos de los otros y haciendo que esta, la sociedad, sea ampliamente satisfaciente y completa.

Eliminar el alma de nosotros es eliminar nuestra personalidad consciente y dejarnos sin nuestro yo, sería constituirnos en veletas despersonalizadas y despojarnos de toda motivación para seguir viviendo.  Eso y nada más que eso es lo que pretende hacer Luzbel (o Alá) con nosotros.  Luzbel está como león rugiente buscando a quién devorar como dice Primera de Pedro 5:8; y pretende despersonalizarnos convirtiéndonos así en “zombis”.  Contrario a eso, Cristo, el Dios formalizado en el tiempo y el espacio, quiere mantener nuestra personalidad, y para eso dio Su vida inmolándose en una cruz y pagó de ese modo por nuestros pecados.  A estas alturas viene el diablo a decir por medio de un francés llamado Raël que somos el producto de la ingeniería científica y no criaturas de un Dios que nos hizo a Su imagen y semejanza, habiéndonos llenado de nobles sentimientos y habiéndonos dotado de una gran dosis de esa vital energía que llamamos amor.  Recordemos que Satanás es el dios de los sentidos materiales, que se vale de estos para engañar; veámoslo:  “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos…” (Gn. 3:6).  “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3).  ¿Ven ustedes mis queridos lectores que es Lucifer quien pretende hacer con nosotros lo que logró hacer con nuestra primera madre (Eva)? Pretende despojarnos de nuestra abstracta personalidad que nos hace semejantes a nuestro Dios para convertirnos en unas marionetas y someternos bajo su señorío como si fuéramos “riguelianos”.  Concienciémonos y preparémonos para decirle a Raël: “Apártate de mí Satanás”.

Raël confunde el asiento del alma (el cerebro) con el alma misma.  El cerebro y el alma tienen relación, pero el cerebro no constituye el alma.  Quiero ilustrarlo de un modo sencillo a los fines de que todo lector pueda entender lo que queremos establecer.  Vamos a ilustrarlo tomando como ejemplo una grabadora.  Una grabadora tiene tres aspectos como los tiene el hombre.

El hombre está integrado por:

  1. El aspecto somático (cuerpo o vehículo) – Aspecto este que permite al ente humano moverse y manifestarse.
  2. Espíritu (ruach) – Equivalente al hálito de vida que energiza al cuerpo para que este respire y pueda de ese modo activarse y poner el organismo a establecerse dentro de una actividad que llamamos vida funcional.
  3. Alma – Desarrollo y definición de la personalidad durante la vida funcional por medio del cerebro alcanzado.

La grabadora tiene:

  1. El mecanismo amplio y general, equivalente al cuerpo.
  2. La electricidad que la pone a funcionar, que es el equivalente al espíritu o hálito de vida.
  3. La cinta donde graba, que es el equivalente al cerebro; y la información grabada que es equivalente al espíritu o hálito de vida.

Después de ver este paralelismo entre una grabadora y un ente humano podemos decir con toda confianza que así como el “alma” de la grabadora no es la cinta, sino la información grabada en ella (en la cinta), así tampoco el alma del hombre es el cerebro, sino la información grabada en este (el cúmulo de características ideológicas y personales de un individuo, su patrón de conducta).  Así que, no podemos confundir “la gimnasia con la magnesia” como hace Raël y sus seguidores, quienes confunden el cerebro con el alma.

La Clonación es una Realidad Evidente

Decíamos en nuestros comentarios anteriores aquí presentados que la realidad establecida por Dios en torno a los gemelos hace básicamente de la clonación una realidad científica por Dios revelada.  Clonar significa duplicar, pero ahora está por verse la capacidad del hombre para duplicar almas.  Hasta ahí no puede llegar, señalo yo en el nombre de Dios, pues esta realidad pertenece a Dios con carácter de exclusividad.  Ningún ángel caído, por inteligente sea, ha podido jamás duplicar un ser.  La duplicación divina que Dios realiza con carácter de exclusividad es el equivalente de resucitar, recrear, y es la promesa divina por excelencia.  Te recuerdo aquí que Satanás con anterioridad ya ha ofrecido darte larga vida.  Así lo ofrecieron los mal llamados extraterrestres (ángeles caídos) a un amigo del señor Yosip Ibrahim, autor del libro  Yo visité Ganímedes.  Dijeron a este que en un lugar llamado Ganímedes la gente duraba hasta una avanzadísima edad (400 años) en un lugar similar al planeta Tierra.  Pero entre oferta y oferta, la de Dios es superiorísima, pues Dios nos ofrece la inmortalidad, que sencillamente significa eliminar la muerte ante el camino criatural.  La diferencia entre una oferta y la otra es como del cielo a la tierra.  Dile a Raël:  ¡Noooo!…, porque tú confías en la Palabra de Dios.  Como dijéramos en el artículo anterior, lo que Dios nos ofrece no es la clonación de un viejo cuerpo, sino la dotación de un cuerpo inmortal; cuerpo este que no está sometido al desgaste físico que ocasiona la muerte del cuerpo que ahora poseemos.

La Oferta Divina

Dios descendió en Cristo a los fines de que Este alcanzase para nosotros, por el método representativo, la vida eterna, vida de carácter amortal.  Por eso Cristo pudo decir:  “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”(Jn. 10:10).  En realidad la Biblia establece que el único inmortal es Dios mismo (1 Timoteo 6:16), por consiguiente, la vida que Dios nos ofrece en un futuro cercano la hemos denominado como una vida amortal.  Con ese término (amortal) queremos connotar una vida que mientras se mantenga en obediencia a los fundamentales preceptos que Dios nos exige, no terminará como ahora en una muerte natural.  Viviremos indefinidamente mientras no nos rebelemos contra Dios como ocurrió anteriormente, ya que en esta nueva etapa la muerte no será más (1 Co. 15:26).  Por consiguiente, no moriremos de muerte natural, pero sí debemos entender que el único inmortal es Dios y que aquellos que revivan el pecado de Luzbel serán inmediatamente juzgados y destruidos por Dios, quien mantendrá el poder sobre la vida y la muerte.

El resumen de lo que hemos dicho es que la oferta de Dios es la de una vida amortal; vida esta que es una vida acondicionada a una obediencia absoluta por parte de la criatura, quien por medio de la transformación del cuerpo será capacitado a los fines de que la pueda brindar.  Ahora con este viejo cuerpo en el cual mora el pecado en la carne (Romanos 7:17) no la podemos ofrecer, y solamente lo hacemos dependiendo de Cristo, nuestro representante ante Dios.  Hemos de entender, por consiguiente, lo fundamental de esa transformación.  Es necesario que te enteres de estas cosas para que no sigas enseñanzas como la de los raëlianos, quienes pretenden desviarte de la Palabra Revelada y traerte doctrinas extrañas que constituyen la evidencia de que Luzbel está desesperado, pues el fin ha llegado.

Dice la Escritura:  “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).  La exhortación del salmista es clara, precisa y fundamental.  Este salmo no necesita ser interpretado, pues se explica por sí mismo.  Dijo también Pedro: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro…” (2 P. 1:19-20).  No hay lugar a dudas, si queremos marchar por la senda de seguridad que Dios nos quiere dar, hemos de evaluar la Palabra y sus instrucciones y señalamientos finales.

La Transformación Divina es la Legítima Transformación

La transformación divina es el equivalente de la legítima, única y verdadera clonación, hecho este que a la luz de la Palabra se nos ofrece.  Cristo, por medio del apóstol Pablo, nos dice:  “Os digo un misterio:  No todos dormiremos; pero todos seremos transformados” (1 Co. 15:51).  Sin lugar a dudas, esa transformación por Dios ofrecida en Su Palabra no es otra cosa que la dotación de un nuevo cuerpo no sujeto al deterioro que provoca la muerte natural en nosotros ahora.  Por consiguiente, ser transformado equivale a colocar la misma personalidad de un individuo en un nuevo cuerpo de carácter espiritual.  Helo aquí:  “En la casa de mi Padre muchas moradas hay [entiéndase cuerpos]; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Jn. 14:2).

Cuando usted resucite o cuando sea transformado estará consciente de quién usted era.  Estará consciente de que usted es el mismo ser que vivió en un templo temporal y que ahora alcanzó vivir en un edificio no hecho por manos de hombres.  Pablo llama edificios a cuerpos que no son producto de la copulación heterosexual; más bien, son cuerpos producto de una creación directa por parte de Dios.  Así como un edificio es superior a una casa deteriorada, así también nuestro nuevo cuerpo hecho en los cielos es superior al viejo cuerpo que ahora poseemos producto de la copulación heterosexual entre un hombre y una mujer.  A esos efectos nos dice el apóstol:  “Y así como hemos traído la imagen del terrenal [viejo cuerpo pecaminoso], traeremos también la imagen del celestial [nuevo cuerpo de gloria]” (1 Co. 15:49).  El gran apóstol de los gentiles nos asegura que hay diversidad de cuerpos, y que estos, los cuerpos, difieren en cuanto a nivel de gloria se refiere, es decir, unos (los nuevos) son más gloriosos que los otros (los viejos cuerpos llenos de deterioro y corrupción); veamos:  “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales” (1 Co. 15:40).  De modo, pues, que el cristiano anhela, como lo hacía Pablo, ser revestido de esa casa (entiéndase cuerpo) celeste:  “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.  Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial” (2 Co.  5:1-2).

También nos dice el gran apóstol en torno a esta temática:  “Así también es la resurrección de los muertos.  Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción.  Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.  Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual.  Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual” (1 Co. 15:42-44).  Amigo lector, a la conclusión que hemos llegado, sin lugar a dudas, es que la transformación que la Biblia ofrece al creyente es indudablemente la dotación de un nuevo cuerpo inmortal y glorioso en el que podremos vivir para siempre.  Por consiguiente, confirmemos con el ejemplo que claramente nos ofrece la Biblia de la resurrección de Cristo, lo que aquí decimos:  Obsérvese que cuando Cristo murió descendió al sepulcro, muy temporeramente, con el cuerpo magullado por los golpes recibidos en Su viaje al Calvario.  No obstante, cuando resucitó, lo hizo en su nuevo ropaje, habiéndose proyectado con un cuerpo y un rostro sin tacha y sin mancha.  Podemos, además, decir que fue reconocido como el Cristo que había descendido, pues se presentó ante sus discípulos con la misma personalidad física con que falleció.  Sin embargo, evidenció unos cambios que se perciben por el hecho de que no fue reconocido inmediatamente.  Fue una sorpresa para ellos cuando lo pudieron distinguir y con asombro proclamaron:  ¡Maestro, eres tú!  Es decir, que evidentemente se asombraron al verlo en Su nueva proyección física, nítida y excelsa.  Pero, sobre todo, nótese que su personalidad abstracta, su alma, era la misma, ya que dio continuidad a su temática preferida que era de carácter teológico.  De modo, pues, que la transformación está implícita en la resurrección y constituye una legítima clonación, no hay lugar a dudas.  Por el contrario, la clonación científica humana no es viable para los hombres, pues podrán bregar con el viejo cuerpo y prolongar la vida, pero el alma, esa esencia peculiar en el hombre que es el carácter y su idiosincrasia, no la pueden transferir.  Esta es la verdad y nada más que la verdad, y yo, Luiko de Jesús, os la informo con carácter oficial en el nombre del Señor Jesucristo, mi Padre celestial.  Así que, en conclusión, a Raël y sus ideas antibíblicas… ¡fueeeeeeera!