En Torno a la Inmortalidad

A los fines de ubicarnos firmemente en el concepto bíblico de la inmortalidad, lo desglosaremos en tres aspectos para proceder de las partes al entero.  La enseñanza global implica ir del entero a sus partes, pero en esta ocasión alteraremos el método e iremos de las partes al todo, y verá el querido lector cómo se edificará y tendrá una clara idea de lo que es la inmortalidad bíblica.

Los llamados teólogos de nuestros días insisten en decir que confían en la Escritura como la Palabra de Dios, pero cuando tienen que dar testimonio de su fe ignoran totalmente la Escritura y se apartan increíblemente de ella, colocando bases, para sostener sus ideas, de fundamentos filosóficos y de ideas generadas por otros escolaristas.  Dicho de otro modo, para sostener sus ideas colocan bases de origen humano.

Roma cree más en las decisiones parlamentarias de sus concilios que en la Biblia; los adventistas confían más en Elena G. de White que en la Biblia; y podríamos señalar a prácticamente todas las sectas modernas de estar cometiendo ese mismo pecado.  ¡Qué mucho ha influido el mundo helenístico en las ideas doctrinales de nuestros días!  ¿De dónde surge la concepción de la inmortalidad del alma, si esa enseñanza no está en la Escritura?  De inmediato te digo:  surge de la tradición filosófica que originó la Iglesia Católica y de la cual tantos se han hecho adeptos.

Vamos, pues, a la Escritura para entender todo lo concerniente a esta “dis” que doctrina bíblica.  Nos dice claramente la Sagrada Palabra que el ser humano está integrado por tres aspectos:

  1. El aspecto somático – esto es, su vehículo corporal.
  2. El aspecto intangible – que es su personalidad interna o su alma.
  3. El hálito – el aliento o la energía que lo activa y lo convierte en un ser viviente.

Definamos los Distintos Aspectos que Forman un Hombre:

  1. Aspecto corporal o somático – El cuerpo humano es la estructura que lo define en calidad de un ser individual con formas.  Las formas corporales constituyen una evidencia de limitaciones en las criaturas, ya que las acciones mismas de este cuerpo así lo implican evidentemente Un hombre de seis pies, estirando sus brazos, no puede alcanzar más allá de los ocho pies aproximadamente; para alcanzar los diez pies tendría que subirse a un nivel más alto de la tierra.  Es, pues, evidente que es un ser limitado.  Este aspecto corporal la Escritura lo denomina como “casa”, “templo” y “tabernáculo”, donde claramente se lleva la idea de una habitación para ser ocupada.  Dijo Cristo:  “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” […]  “Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn. 2:19 y 21).  Y dijo, también, refiriéndose a los espíritus inmundos y a los templos (o cuerpos) disponibles:  “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla.  Entonces dice:  Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.  Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero…” (Mt. 12:43-45).  Muy claro, ¿verdad?
  2. El alma – Es un intangible integrado por el cúmulo de experiencias vividas y conocimiento adquirido que nos dotan de un carácter particular que, a su vez, define nuestros gustos y actividades personales y preferenciales; y es donde radica el poder de la voluntad.  El cerebro o la mente constituye el asiento del alma.  Dios la puede destruir, pero no muere con la separación que llamamos muerte, más bien prevalece en estado de inactividad hasta el juicio final.  Contrario al cuerpo, no se autodestruye, sino más bien, Dios la preserva para posteriormente hacer una de dos cosas:  dotarla de un nuevo cuerpo o destruirla para siempre (segunda muerte).
  3. El hálito de vida o soplo – Constituye la energía que hace del cuerpo un vehículo funcional, y permite al alma, que reside en la mente, desarrollarse hasta crecer, y a su paso en el tiempo alcanzar una mayor semejanza con su Creador y Dios, el Cristo.

Si le faltare al hombre uno de esos tres aspectos, lo sobrecogería la muerte o estado de inanimación absoluta (entiéndase, total y completo descanso o inconciencia).  Un ser viviente es un ser animado, con energía y raciocinio para actuar socialmente.

Lo que hemos enseñado se resume diciendo que el hombre que Dios creó es indivisible, y que esos tres aspectos que te hemos señalado, amigo lector, se complementan entre sí, para como dice la Escritura, crear un alma viviente (1 Co. 15:45).  Si el alma viviente, que es el hombre, se dividiese, eso sería el equivalente de morir, pues el alma sin el cuerpo no puede subsistir, no puede manifestarse activamente (aun cuando Dios la preserva durante su muerte).

¿De dónde, pues, se han sacado, los que piensan que el alma es inmortal, esa enseñanza?  La Escritura enseña lo contrario; veamos:  “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. 10:28).  Nótese cómo ambos aspectos (el aspecto somático y el aspecto intangible que es el alma) pueden ser destruidos por Dios; luego entonces, es claro que el alma no es inmortal y, paradójicamente, tampoco una irrealidad.  Parece ser que nos olvidamos de la radical aseveración bíblica de que el único inmortal es Dios (1 Ti. 6:16).  Lo concerniente al aspecto somático o corporal no lo vamos a discutir aparte, ya que aquí se nos dice que hasta los hombres pueden matar ese aspecto, como vemos que ocurre día a día.

El hálito de vida fue el soplo que Dios internalizó en Adán, y que permaneció afluyendo vía su sistema respiratorio por medio de su organismo pulmonar, llevando energía a toda esa magnífica maquinaria que es el cuerpo humano, convirtiéndolo en un ser funcional, útil y activo.

El aspecto que llamamos alma de los seres humanos, ya hemos dicho que prevalece, pero no como un ser que se manifiesta, sino como un ser grabado en la mente de Dios (inanimadamente, sin poder manifestarse hasta tanto que sea dotada de un nuevo cuerpo).  El diablo, habiendo conocido las características de esa alma mientras vivió, utiliza esas características para comunicarse con sus seres queridos, suplantándolos como si fuera el ser que desapareció, y de ese modo engaña a muchos.  Dicho de otro modo, se acoge al método espiritista que Dios repudia.

La amortalidad con que vamos a ser dotados no se debe a la condición de inmortalidad del alma, sino de amortalidad del cuerpo que recibiremos.  Por amortalidad hemos connotado el hecho de que son cuerpos que no mueren por causa del tiempo transcurrido, de un modo natural como ahora; pero sí pueden ser por Dios sentenciados a muerte o destruidos, porque Dios siempre tendrá dominio sobre la vida y la muerte.

Cuando Cristo dijo:  “En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (Jn. 14:2) es como si señalara:  En el cielo, multiplicidad de cuerpos están disponibles; cuerpos estos que están listos para dar albergue a las almas preservadas que van a ser revestidas en ese acontecimiento final que es el día de la resurrección, y en algunos la transformación.

Dios, según la misma Escritura, tiene ya lo que se denomina “las primicias”, las cuales son almas revestidas en el cielo o, lo que es igual, perfeccionadas; doctrina esta que es muy compatible con la Escritura y no debe ser confundida con el método espiritista.  El método espiritista implica suplantación, pero hablar de almas revestidas que constituyen primicias de los que durmieron no es hablar, bajo ningún concepto, del método espiritista que Satanás utiliza para confundir.  Para constatar este señalamiento veamos lo que se nos dice en Hebreos 12:22-23:  “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos.”  La frase “a los espíritus de los justos hechos perfectos”evidentemente connota:  a los espíritus justos ya revestidos de amortalidad, pues ya fueron dotados de un cuerpo celestial, espiritual, no susceptible de morir por muerte natural.  Esta condición recibida por medio de su nueva vestidura no es la misma que la que se señala en Hebreos 11:39-40, que es en torno a la heredad total, que implica ubicación final para la convivencia, y posición personal por Dios determinada para cada uno de nosotros.  Mientras que en Hebreos 12:22-23 se refiere a la perfección individual o de la persona que está aparejada para regresar con Cristo a encontrarse con los suyos y a reiniciar su convivencia eterna.

Finalmente, os digo a tenor con esta enseñanza:  La vida eterna (amortalidad) nos es otorgada por medio de un cuerpo celeste o espiritual, o mejor dicho, “no hecho de manos de hombre, sino por Dios mismo en el cielo”.  Será esto lo que elimine la muerte de nuestro camino, y no la eternidad del alma como se dice y se pretende sostener por los antibíblicos herejes de nuestros días; lo originó Roma y se extiende a todos.  Sacúdete de esas deformaciones hostiles a Dios que constituyen métodos satánicos para confundir y sacarte de la verdad.  Realmente son herejías que desagradan a Dios y te llevan a aceptar otras deformaciones de peores consecuencias.  Que así te bendiga Dios.  Son los más caros deseos de tu siempre seguro servidor, Luiko de Jesús.

Nota:

La diferencia entre la resurrección y la clonación que Luzbel ofrece, es que la clonación es una copia de los cuerpos mortales y la resurrección divina es el otorgamiento de un cuerpo superiorísimo.  He ahí cómo Pablo lo señala: Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales”(1 Co. 15:40).  La clonación podría convertirse en la extensión de la vida presente, pero la transformación es la otorgación de una vida amortal e interminable.  La clonación constituye los efectos culminativos de los estudios que ha realizado Satanás en torno a la genética; la resurrección es consecuencia del conocimiento científico y eterno del único Dios Todopoderoso (1 Ti. 6:16).