Un Esquema Infernal

SERIE:  Denunciando los Verdaderos Detractores de la Sociedad
Vía Religiosidad  Parte XIX

Análisis del Adventismo del Séptimo Día  Parte VI

El libro de Daniel, aun cuando se subdivide en varias profecías individuales, puede correctamente llamársele “La Profecía de Daniel” —en términos genéricos o de común interés—.  Por varias razones es correcto, porque las profecías de Daniel todas nos llevan al tiempo del fin.  La expresión “es para el tiempo del fin” aparece siete veces en el libro de Daniel (la misma expresión u otras que pueden ser consideradas como significando lo mismo) en los capítulos 8, 9, 10 y 12.  Por consiguiente, el hecho de que diga “la profecía” o “la visión” con el artículo definido “la”, no es razón para amalgamarlas.  No es correcto señalar que deben ser tomadas como una misma profecía, pues aun cuando todas aluden al fin del “escatón”, tienen distintos cumplimientos históricos y tipológicos.  Aceptamos que todas conducen a un final que llamamos “escatón”, pero hay que distinguir la diversidad de contextos que hay en ellas y el cumplimiento en los tiempos aproximados sin pretender señalar fechas exactas.

En Daniel 8 se parte para el cumplimiento de esa profecía desde un contexto de la abominación desoladora; mientras que Daniel 9 parte de un contexto en relación con las setenta semanas de Jeremías, y no con los 1,150 días de Daniel 8.  Dicha profecía de Daniel 9 está dirigida hacia la semana número setenta.  Es correcto partir para el cumplimiento de esta profecía desde el año 457 a.C. (fecha en que sale la orden para restaurar el templo), pero en el caso anterior de los mal llamados 2,300 días, no es correcto partir de esa misma fecha (457) y hacer una empatadura que te lleva al 1844, cuando la verdad es que la Biblia no menciona el 1844 para nada.  La Biblia sí menciona el “pacto con muchos” (Daniel 9:27) —evidenciado y cumplido con la dispensación del Espíritu Santo en Pentecostés; y la Biblia señala la obra destructiva de Antíoco, la de Tito, la del Papado, pero jamás señala el 1844—.  Señala también la Escritura tres estallidos del Evangelio (Apocalipsis 14) —con Pablo, con Lutero en el siglo XVI, y con este servidor (no con los adventistas)—.  Somos nosotros los que todo lo consideramos a la luz del Evangelio, a la luz de la justicia de Cristo.  Podríamos decir que nuestra tarea es, como me dijo el Señor, reagrupar el pueblo por el Evangelio y vindicar en el “escatón” (fin) doctrinas trascendentes como la de Isaías 4:1:  “Echarán mano de un hombre siete mujeres…” y como la de Apocalipsis 10 “comienza a tocar la trompeta” —nosotros lo hemos comenzado a hacer en Puerto Rico, Estados Unidos y en el mundo entero por medio de Internet y de la página escrita.  Somos nosotros los determinados para cumplir con una señal, como ya os lo he dicho:  En el tiempo indicado, seré vindicado (rejuvenecido) para que ese evento ofrezca resultados muy efectivos a nivel universal en favor de la verdad de Dios.  Así sucedió con mi hermano, cuando dijo que resucitaría, nadie le creyó, sin embargo, resucitó.  La historia se repite, conmigo ocurrirá lo mismo.  Por consiguiente, como hemos venido estableciendo, no se puede utilizar Daniel 9, o más específico, la fecha de Altargerge en el año 457 a.C. (que es el punto de partida que se ofrece en Daniel 9 y que nos lleva hasta la semana número setenta) para decir que los dis que 2,300 días de Daniel 8 parten de esa misma fecha, pues esa fecha es muy posterior.

La profecía de Daniel 9 nos lleva hacia el fin de los tiempos, y el fin de los tiempos es después de Cristo; ahí haya su cumplimiento dicha profecía.  Por consiguiente, cuando vamos a utilizar el método de “día por año” en Daniel 8, llegamos a la Reforma, en específico a la década del 30 (1530).  Fueron muchas las bendiciones que Dios nos otorgó por medio de la Reforma, y no podemos pasarlas por alto en favor de una fecha como la del 1844 que como hemos dicho, la Biblia guardó silencio.  De modo, hay que concluir que es antibíblica, porque, ¿qué ocurrió en el 1844 de carácter positivo que confirme esa fecha?  Si lo que ocurrió fue un chasco que en nada edifica al creyente, sino que más bien lo destruye.  Si usted compara las bendiciones desde el inicio de la lucha en el siglo XVI, cuando llegamos, por ejemplo, al 1517, comienzan los triunfos de Dios por medio de Martín Lutero y los reformadores.

Es imposible e inaceptable que por una empatadura antibíblica se quiera llegar al 1844 para cubrir el gran chasco de los seguidores de Miller, y obviar los triunfos de Dios por medio de la Reforma.  ¿Dónde están los pasajes bíblicos en el Nuevo Testamento que confirmen una profecía de la importancia de esa, en que supuestamente comienza el Juicio Investigador?  Que me busquen, si hay, un solo pasaje que confirme esa doctrina y yo me retracto.  Imagínense ustedes, los efectos del 1844 confirman que fue el diablo el que hizo esa empatadura, porque, ¿a qué induce la tal herética conclusión, sino a constituir en legalistas a los miembros del cuerpo de Cristo?  Dice la Escritura que nada puedes hacer para tu salvación, veamos:  “…porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).  ¿A qué te induce entonces?  A convertirte en un hipócrita legalista, y a decir:  “Yo puedo”, y luchas y luchas sabiendo que no puedes, entonces niegas a Dios haciéndolo mentiroso al decir “Yo puedo” con carácter de hipócrita.  Si sabrás tú que como dice Apocalipsis 3, eres “un pobre”, “un ciego”, “desnudo”, y que cuando Cristo te dice:  “…que de mí compres oro refinado en fuego, […] y vestiduras blancas…” (Apocalipsis 3:18) no te está diciendo que va a poner su justicia en tu corazón, simplemente te está diciendo que dependas de Él para salvación, como lo confirma el apóstol Pablo en Filipenses 3:9:  “y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.”  No está hablando el apóstol Pablo de una transferencia a tu corazón como lo indica la Sra. White, el apóstol se opone a que tú dependas de lo que ves en ti, y te señala que fijes tus ojos en Cristo, quien es tu justicia externa y objetiva.  Sin lugar a dudas que el resultado del énfasis de la Sra. White es apartar tu mirada de Cristo para que la fijes en ti mismo, y comenzar con un “no toques”, “no gustes”, “no hagas”, “péinate así”, etc., una serie de directrices que debes ejecutar dis que para aprobar el juicio; mientras que Cristo quiere que reposes; ¿no es acaso eso lo que se indica en Mateo 11:28?:  “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”  No está llamándote Cristo para fatigarte y preocuparte, sino para que reposes y confíes en Él, y vivas una vida de dedicación por voluntad propia al servicio de su nombre, y actúes para con Él desde un trasfondo de agradecimiento por lo que Él hizo por ti.  Otorgarnos un veredicto de absolución es lo que quiere Cristo.  Las doctrinas adventistas son fatiga de la carne, y aunque les vendan la idea de que estáis sirviendo a Dios, a eso Cristo dice: “…Misericordia quiero, y no sacrificio…” (Mateo 9:13).  En eso el adventismo se parece mucho al romanismo y al judaísmo, del cual Cristo dijo:  “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar […], pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mateo 23:4).  Fíjate cómo la Palabra evangélica de la grandeza de Dios en Cristo es para gozo y esperanza, no es para esclavizarnos ni preocuparnos.

Ya te dije anteriormente que el secreto del éxito y la prevalecencia no es otro que dejar que Cristo te represente, porque si te fijas en ti mismo, por el estímulo de un “Juicio Investigador”, te conviertes en un legalista y te quedas sin la justificación para salir absuelto en el día del juicio.  La Sra. White, los adventistas y el 1844 han convertido la intercesión de Cristo en Juicio Investigador, y por obras.  La Biblia dice:  “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención  que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24).  Nota que es un presente continuo:  Al tú creer, tú eres justificado y marchas por la fe hacia el éxito final que la transformación implica, pero el adventismo hasta ese pasaje trastoca, diciendo:  “siendo justificado por lo que haces”, interponiéndose así entre la gracia y la misericordia de Dios, y convirtiéndose en un estilo moderno de judaísmo rampante, que es equivalente a laodiceísmo.  Entiéndase, pues, que catolicismo, judaísmo, adventismo y laodiceísmo, siguen en la historia reclamando almas para el infierno.  Por amor a ti mismo, sal de ese subjetivismo que te tiene preso de un modo totalmente antievangélico.  No hay tal cosa como merecimiento por parte del hombre que haga a Dios encontrarlo apto para el cielo; dice la Escritura:  “…cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10).  Por consiguiente, tengo que concluir por razones indiscutibles y de peso, que esa enseñanza es puro veneno mortal.  Si puedes entender los efectos mortales de esa enseñanza, y sumas a eso el silencio de la Biblia en torno al 1844, entonces puedes entender sencillamente que es mi interpretación en torno a Daniel, y no la de los adventistas, la correcta.  De manera, pues, que debes olvidarte del 1844 y fijar toda tu atención en el 31, pues es Cristo colgado de la cruz “el camino, la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

La gran mayoría de los judíos se perdieron por rechazar a Cristo, y esta teología adventista  también conduce al rechazo soterrado de Cristo porque, escúchenme bien: Cristo es el fin de la ley (Romanos 10:4), la ley no es para tu justicia y la mía, pues somos pecadores, ególatras y malos, y eso no tiene remedio hasta la transformación.  Así lo declara Pablo:  “…la ley es espiritual; mas yo soy carnal…” (Romanos 7:14).  De modo, que los adventistas, por medio de una enseñanza obscura te han llevado a constituirte en uno que hace a Dios mentiroso, porque en Primera de Juan dice:  “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:10).  Por consiguiente, ¿es Cristo el que dice la verdad, o son los adventistas?  ¡Adiós al cielo!…  En eso redundará todo para ustedes que no han querido entronizar la justicia que es en Cristo, y que se colocan en posición de entronizar la justicia personal que, como dice Pablo, es “basura” (Filipenses 3:8).  ¿No es acaso mejor enfatizar en el 31 y decir a voz en cuello que Cristo consumó mi salvación ofreciendo un solo sacrificio una vez y para siempre para que dependamos totalmente de Él?  Miremos con cuánta sencillez lo dice Pablo en Romanos 10:1-4:  “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.  Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.  Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.”  Pregúntate estas cosas, amigo lector, que yo, como un catedrático autorizado por Dios, te he declarado.

Cristo consumó la redención en el Calvario, y ahora es nuestro abogado, no nuestro fiscal.  Veamos 1 Juan 2:1:  “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”  La obra de Cristo es un asunto acabado, completado y, por consiguiente, nos trae la seguridad que yo he venido expresándote.  Así las cosas, vemos que no hace razón un “Juicio Investigador” por obras para que dudemos y no confiemos en la suficiencia de sus actos (los de Cristo).