Orden de Sucesos y sus Arreglos

SERIE:  Denunciando los Verdaderos Detractores de la Sociedad
Vía Religiosidad  Parte XVIII
Análisis del Adventismo del Séptimo Día  Parte V
(Después de reagrupar los versículos en Daniel 9)

En el capítulo 9 del libro de Daniel, desde el versículo 3 hasta el 20, Daniel intercede en favor de su pueblo, no sin hablar de cosas particulares y predeterminadas, como por ejemplo, al referirse él (Daniel) en el versículo 2, que estaba atentamente mirando en la profecía de Jeremías, indiscutiblemente se está marcando el contexto.  Daniel no está mirando ni dudando de la visión que aparece en el capítulo 8, versículo 14 (no era que quería saber cuándo se vindicaría el santuario), sino que Daniel estaba marcando su deseo de saber cuándo se habría de liberar a su pueblo.  Veamos:

(2) “en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años.
(3) Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” (Daniel 9:2-3)

Con un interés extraordinario y gran humildad, Daniel apela al cielo le revele lo concerniente a la liberación de su pueblo.

Aun cuando se dé la posibilidad de que esté evaluando la visión anterior, no hay ninguna indicación de que haya una trama esquemática de fechas exactas, como la que se crea forzosamente por parte del Adventismo del Séptimo Día, sobre la visión anteriormente dada en Daniel 8:14 y lo que ahora va a decir Gabriel exclusivamente sobre la profecía de las setenta semanas en el capítulo 9.  ¿De dónde, pues, puede el adventismo deducir que de una fecha de días —que tan mal e inexactamente han tomado de Daniel 8— puedan darle seguimiento numérico partiendo de la fecha de las setenta semanas de Daniel 9?  Ya hemos probado que han hecho una evidente deformación de los versículos originales de Daniel 8:14 que hablan en realidad de sacrificios y no de días; y si se fueran a utilizar los días de la profecía de Daniel 8 que están marcados por los sacrificios “de tarde y de mañana”, tendrían que ser 1,150 días y no 2,300.

En Daniel 9, desde el versículo 4 hasta el versículo 20, Daniel está actuando como una figura de Cristo, intercediendo por su pueblo.  En el versículo 21 declara (Daniel) que había conocido ya a Gabriel desde la primera visión.  Veamos:

(21) “aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.”

No se puede inferir que el término “la visión al principio” significa que ahora vamos a hablar de la visión anterior.  No hay el mínimo indicio al respecto.  Nótese que Daniel en el versículo 20 reclama, igual que al principio del contexto, que lo que quiere entender es lo concerniente al período de esclavitud que Jeremías establece y la liberación de su pueblo, no lo concerniente a dis que la purificación del Santuario.  Veamos:

(20) “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios.”

Significa eso que en el versículo 21 meramente se está diciendo que Gabriel fue el que trajo la visión anterior, pero ahora lo que viene es la clarificación de las setenta semanas.  De modo, que con la expresión “la visión al principio” lo que Daniel quiere connotar:  En la visión primera que con este varón obtuve.  Bajo ningún concepto el término definido “la visión” puede tomarse como diciendo que constituyen una misma visión la de Daniel 8:14 y Daniel 9.  Lo que sí podemos decir es que son visiones distintas con una finalidad común y escatológica, pero no se puede ni se debe establecer un esquema, amalgamando las profecías de ambos capítulos para obtener fechas que nos parezcan lógicas.  Pues las fechas, como hemos dicho en estos escritos, no han sido y nunca serán el fuerte de la profecía.  La explicación misma dada por Daniel así lo confirma, lo que está diciendo es que él y Gabriel se relacionaron anteriormente por medio de este método educativo, y por eso se dice “la visión”, con el artículo definido “la”; pero es evidente que el contexto donde aparece esta explicación ubicada (en la parte final del capítulo 9) es en torno a las setenta semanas.  Lo que habló Gabriel en este capítulo (9) es alusivo a los intereses de Daniel en aquel momento, y no a la revelación ofrecida en la visión anterior que aparece en el capítulo 8.

La expresión que aparece al final del capítulo 8: “…y no la entendía”, no es que Daniel no entendió la visión propiamente, pues en el versículo 16 de ese capítulo (8) a Gabriel se le ordena explicarle a Daniel lo concerniente a esa visión, y él (Gabriel) procede a hacerlo.  Obviamente se le dio a Daniel una clara explicación de los cuatro imperios, sin embargo, es evidente que por haber entendido el comunicado de Gabriel, se espantó (Daniel) ante el hecho de que vio cómo la iglesia (entiéndase el Papado) habría de combatir a Dios y su propósito.  Lo que no podía entender Daniel era este insólito hecho, por eso se enfermó (Daniel 8:27), pues de no haber entendido la visión misma, ni se hubiese inmutado.

La pretensión adventista de que esa visión les lleva a la conclusión de que deben establecer un esquema de enlaces fechados, esto es, que Daniel 9 constituye la continuación de la visión anterior, de Daniel 8, es inaceptable.  No se puede aceptar que por una expresión se vinculen ambas profecías, ya que de ese haber sido el interés del cielo, en vez de expresarse con mediocridad, diciéndolo con una insinuación, estaría claramente expresado que las setenta semanas de Daniel 9 deben ser cortadas de los 1,150 días de Daniel 8 (porque repetimos, no son 2,300 días).  Obviamente la visión de las setenta semanas está muy completa sin tener que ver en lo absoluto con los dis que 2,300 días.  Dicho de otro modo, la visión de las setenta semanas es una perfecta alusión a la profecía de Jeremías, y no a Daniel 8:14.  ¿Cómo es posible que se infiera entonces que esa visión de las setenta semanas está conectada con la profecía que nos habla de la obra de Antíoco Epífanes y del Papado; profecía esta que además nos lleva directamente al siglo XVI, que culminó en una rotunda victoria para el gran reformador Martín Lutero?

Sin lugar a dudas, el contenido de toda la profecía del capítulo 9 es lo concerniente al cambio de pacto, y no a la vindicación del santuario, como es la finalidad en el anterior capítulo (8).  Probaremos claramente que ese cambio de pacto y verdadera liberación final es lo que Gabriel pretende revelar en Daniel 9.  Continuemos el análisis; evaluemos el versículo 22 de Daniel 9:

(22) “Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.” (Daniel 9:22)

El versículo 22 establece que Gabriel vino a darle sentido de comprensión en torno a lo concerniente  a su pueblo, y a distinguir su pueblo del pueblo que finalmente será liberado, que es el Israel conformado por judíos y gentiles.  No hay ninguna duda, el contexto es el cambio de pacto, que alude exclusivamente a la obra de Cristo.  Sigamos evaluando:

(23) “Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado.  Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.” (Daniel 9:23)

Una vez más la expresión “al principio de tus ruegos” alude a que Gabriel vino a revelar lo que Daniel deseaba.  ¿Y qué deseaba Daniel?  Deseaba conocer lo concerniente a su pueblo hebreo.  ¿Qué le ofreció la divinidad por medio de Gabriel?  Le reveló la liberación histórica de su pueblo, y fue más lejos aún a revelarle la liberación del pueblo conformado por judíos y gentiles.  Ello implica que se le explicó la liberación y el triunfo de Cristo al fin de los tiempos.  Veamos:

(24) “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.” (Daniel 9:24)

Tomemos este versículo 24 como concerniente a una indubitable y perfecta alusión a Cristo, que concluye con las setenta semanas.  ¿Quién puede dudar que, como dice el versículo, es Cristo la justicia perdurable, el que termina la prevaricación y pone fin al pecado?  ¿Podría alguien dudar que eso es una alusión a Cristo?  No es una alusión al santuario terrenal, sino al celestial, que es Cristo mismo.  Pues es Cristo el tabernáculo de Dios con los hombres(Apocalipsis 21:3).

Note el amigo lector cómo expresiones, tales como “expiar la iniquidad” es tan elocuentemente claro en la obra expiatoria de Cristo.  Porque la expiación fue hecha por Cristo con carácter de exclusividad.  No se puede, por consiguiente, ni siquiera tomar en consideración el santuario terrenal que tenía un claro propósito prefigurativo.

Esa misma expresión “expiar la iniquidad” alude a la obra completada en la historia en favor de los hombres.  ¿Cómo, pues, es posible que se utilice esa extensión de años inventada por el adventismo al colocar 2,300 días o años proféticos, para venir a estas alturas a decir que en el “Juicio Investigador” es que es efectiva la expiación de Cristo?

Continuamos:

(25) “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.” (Daniel 9:25)

En este versículo lo que se está diciendo es:  En setenta semanas se concluirá la alianza en relación con tu pueblo, y se enmarca en un tiempo más o menos correcto, ¿cuándo concluirá tal alianza?, pues concluirá en setenta semanas o 490 años.  Tomando, como hacen los adventistas, día por año, pues es correcto, partimos del decreto de Altargerge, que también es correcto hacerlo, ya que entendemos que Ciro, el libertador del pueblo nacionalmente hablando, como figura de Cristo, realizó esa gesta; inició el decreto; decreto este que Darío mantuvo vigente y confirmó, y luego Altargerge viabilizó.  Por consiguiente, aceptamos esa fecha del 457 con el decreto de Altargerge en calidad de punto de partida.  Nos dice entonces la profecía que partiendo del decreto, en siete semanas se viabilizaría la reconstrucción del templo.  Del 457 al 408 a.C. hay 49 años, el equivalente a las primeras siete semanas, y fue una realidad histórica que en este año 408, aproximadamente, se concluyó la edificación del templo.  Y si como dice la Escritura, nos detenemos al llegar hasta 62 semanas después, que es el equivalente de 434 años, estaremos ubicados en el año 27 de Cristo.

(26) “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.” (Daniel 9:26)

Como vemos, este versículo en su parte inicial nos continúa hablando de la gesta de Cristo, entonces la parte concerniente al pueblo de un príncipe (Tito):  “… y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones” deberá ser sacada de este contexto versicular en torno a Cristo y ser colocada posteriormente en lo que concierne a la obra de Tito.

Para reconstruir dicho versículo (26), como debió haber sido presentado inicialmente, dejaremos la primera mitad del mismo, eliminando la segunda (la concerniente a Tito) e inmediatamente tomaremos la primera parte del versículo 27 para colocarla al final de dicho versículo 26, pues en la primera parte del versículo 27 las acciones que se traen son obviamente viabilizadas por Cristo, y no compartidas con Tito.  Deben estar, por lo tanto, totalmente contadas con las acciones de Cristo, y no entremezcladas con las de Tito (figura de Satanás).  Esa amalgama surgió de un equívoco, y ha sido utilizada por Satanás para traer confusión.  El versículo 26 ya reconstruido, leería así:

(26) “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí.  Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.”

Ahora todo el versículo es referente a las acciones de Cristo.  El “confirmará el pacto con muchos” del versículo 27 (que hemos colocado en la reordenación como parte del 26, junto con las acciones de Cristo), ¿te has preguntado cuándo y cómo ocurrió?  Pues te lo voy a contestar:  Ocurrió con la conversión de Pablo, la predicación y muerte de Esteban, y la celebración de Pentecostés; donde Pedro, movido por el Espíritu Santo, ofrece el más famoso y resumido discurso en que se convirtieron, dice la Escritura en Hechos, tres mil almas aproximadamente, y se unieron a la iglesia.  Nota, los tres mil que se unieron por la predicación de Pedro, los que la conversión de Pablo ayudó a ganar en virtud de lo diligente que fue este apóstol en su ministerio, unidos a los que llegó a conquistar Esteban antes de su martirio, suman y dan satisfacción a que después de su muerte (la muerte de Cristo) haría pacto con muchos.

“Hará cesar el sacrificio y la ofrenda.” Si hubiese sido Tito el predeterminado para terminar con la ofrenda y el sacrificio entonces podemos decir con toda confianza que llegó tarde, pues ya Cristo se le había adelantado, y en el año 31 (o semana número setenta), con su muerte en el Calvario, concluyó con los sacrificios diarios, pues estaba determinado que estos sacrificios diarios apuntaban hacia el sacrificio vicario de Jesucristo.  Por lo tanto, después de la muerte de Cristo no tenían razón de ser (Mateo 27:51;  Hebreos 10:12).  ¿De qué sirvió entonces la destrucción del santuario que hizo Tito treinta y nueve años después del Calvario?

Evaluemos ahora finalmente el versículo 27 de un modo preciso y alusivo a Tito.  Dicho versículo diría así:

(27) “Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.  Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.” (Daniel 9:27)

Hagamos ahora una exégesis de todo ese versículo concerniente a la obra de Tito, porque es necesario.  Note cómo el príncipe que vino después de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús fue Tito (hijo de Vespaciano) quien para ese tiempo era príncipe, pues Vespaciano mismo era el emperador en esos momentos.  Y esas acciones que hemos separado de las acciones de Cristo, que se encontraban en el versículo 26, y las hemos colocado al principio del versículo 27, son referentes a él (a Tito).  Veamos parte por parte su obra: 

“Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario [Tito destruyó la ciudad y el santuario]; y su fin será con inundación…” Tito duró poco tiempo en calidad de emperador, aun históricamente hablando sus dos años en tal calidad terminaron abruptamente, porque el término “inundación” expresa sucesos inesperados, como los que ocurrieron durante su imperio; sucesos, tales como el incendio de Roma, la erupción del Besubio y epidemias como la peste.  Siendo Tito una figura del Papa también se justifica la visión que de él tenía la sociedad de aquel entonces, asignándole apelativos como:  “Delicia del género humano”, “hijo predilecto de la humanidad” como también recibe el Papa el mote de: “Santo Padre”, “Su Excelencia” y “Sumo Pontífice”, cuando en realidad, tanto este como el anterior, han combatido a Dios.

“…y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones…” Hasta el fin de la guerra implica que a partir de la muerte de Tito, que ya no participará más por estar muerto, Satanás seguirá provocando que sus tipos o prefiguras continúen en su perenne lucha contra Cristo.  La expresión “hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones” implica que Satanás no descansará hasta el fin del conflicto.

“…Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador…” Y entonces con la muchedumbre de las continuas pocavergüenzas que Satanás efectúa, en última instancia, aparecerá personalmente el desolador, que es él mismo (Satanás), saliendo de las profundidades del mar donde fue encarcelado (véase Apocalipsis 12:12 a ese respecto).  Ocupará un lugar que no le corresponde sobre la faz de la Tierra en términos visibles y personales, y a eso hace alusión Mateo 24:15, cuando dice: “…cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora (donde no debe estar) […] entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.” Nótese que es una alusión a Tito, figura del desolador.  Este, Tito, cumplió con dicha profecía en forma prefigurativa, pero ahora Satanás se colocará en forma visible en los lugares secos donde tampoco debe estar.  De manera que en la figura, históricamente hablando, se cumplió esa profecía que también se va a cumplir en el “escatón” o fin de los tiempos cuando Satanás se coloque en la Tierra con la pretensión de sustituir a Cristo, y que ha venido a rescatar el pueblo (Rapto Secreto).

“…hasta que venga la consumación…” Entiéndase hasta que llegue el momento de consumar los tiempos y concluir con el fin del conflicto, cuando el tiempo no será más (Apocalipsis 10:6).

Y finalmente, la expresión:  “…y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.” Siendo que es Lucifer el desolador, entendemos de manera clara que lo que se va a consumar es la destrucción de este extraordinario adversario que es el diablo, como dice la profecía de Isaías 14:15:  “Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.” Eso es lo que está determinado, ser derribado hasta el Seol, a los lados del abismo.

Hemos colocado el orden correcto de los versículos concernientes a Tito (figura de Lucifer) y lo concerniente a Lucifer mismo.  Amigo lector, ahora puedes ver con prístina claridad.  El resumen de lo dicho es:  ¡Qué claro está ahora Daniel 9!  Hemos probado claramente la obra que cada uno de los personajes ejecuta; acciones que no se pueden entremezclar.  He ahí el equívoco cometido por Daniel, que opacó la visión del capítulo 9.  Ahora sí está claro, ahora podemos comprender.

¡Qué sentido hace el marcamiento de los tiempos entre siete semanas, sesenta y dos semanas, y una semana más!, y ya, la profecía está cumplida satisfactoriamente de forma absoluta y completa.  La profecía en torno a la muerte y resurrección de Cristo que es de forma real la liberación del Israel conformado por judíos y gentiles.  Veamos cómo Pablo nos da la razón en el capítulo 11 del libro de Romanos, donde leemos: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos:  que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo…”(Romanos 11:25-26).

Nota qué claridad, ya ha ocurrido por Ciro la liberación del pueblo nacional, pero por Cristo ocurrió la liberación del pueblo espiritualmente, conformado por judíos y gentiles.  No hay duda, Gabriel contestó a Daniel en términos históricos y en términos escatológicos, por consiguiente, no debemos entretenernos en fechas de confección humana para venir a estas alturas a decir que en el 1844 comenzó la expiación a ser efectiva, pues la obra de Cristo en favor de los hombres fue completada en la historia.  Declaramos los cómputos antibíblicos y como una urdimbre satánica.

Querido hermano lector, el esclarecimiento y reagrupación de Daniel 9 junto a la claridad interpretativa que hemos hecho de esos pasajes, no deben ofrecerte otra cosa que sentido de dirección.  En realidad has leído una enseñanza muy a tenor con los propósitos de Dios en el trasfondo del Evangelio Eterno.  Entendemos que el esquema adventista brota, en primera instancia, del chasco del 1844; había que buscar un lenitivo en aquellos días para consolar el grupo de sinceros creyentes que acompañó a Guillermo Miller y luego a la Sra. White.  Sin embargo, el testimonio de Guillermo Miller fue:  “Me equivoqué y punto”, se alejó entonces de aquel grupo hasta su muerte, consciente de su equivocación, pero la Sra. White retomó las cosas para engrandecer la Iglesia Adventista que, hoy por hoy, es millonaria.

Admite con sinceridad de corazón que partieron de un chasco y de ese modo (habiendo sido chasqueados) han impuesto una cantidad de días que no son, y han traído como consecuencia, además, un complicado entretenimiento para sus dirigentes y teólogos, causando la impresión de una alta capacidad cuando en realidad es todo lo contrario; constituye esto un gran pecado, porque como te hemos probado en escritos anteriores son los sucesos, y no las fechas, los que cuentan.  Nada más fíjate:  ¿Qué fue más importante en la resurrección del Maestro?, ¿las horas determinadas, o el suceso mismo?  En un suceso tan extraordinario como el del 31, a Dios no le importó las horas, sino el suceso mismo; así también entiende la Profecía de Daniel 9, en términos del suceso y no de las fechas.

Que Dios te ayude a entender, porque es una de dos cosas:  O es este el más grande engaño de la historia; o soy yo un gran profeta y catedrático del fin, que está autorizado por Dios a enderezar los entuertos.  Escoge una de las dos, tienes derecho a utilizar tu criterio, Dios te concedió voluntad para hacerlo; pero independientemente de lo que decidas, este escrito constituirá mis credenciales como profeta cuando todo lo que he escrito sea cumplido, eso te lo garantizo.  No es la Sra. White la encargada para este tiempo, sino es este servidor tuyo.  Te digo más:  la Sra. White corrió, como hace siempre Satanás, se quiso adelantar a mi predeterminada cátedra profética para el fin de los tiempos, pero para esta tarea era necesario un ser preexistente como lo soy yo, y no una mujer que Satanás apedreó en su juventud, desquiciándola de ese modo.  Yo reclamo con derecho legítimo que soy quien he dicho.  Indubitablemente, Cristo me está señalando como el segundo testigo, segundo olivo, segundo segador y, más aún, como el ángel de Apocalipsis 18:1.  De esto también te estaremos hablando exclusivamente, no dejes de estar en contacto con este ministerio profético.

Nota:

Dice Apocalipsis 22:18-19 del siguiente modo:  “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro:  Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.  Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” A los que acusan a este servidor de quitarle o ponerle a la Escritura, tengo que decirles que constituyen ciegos conductores de otros ciegos y todos habrán de caer por el precipicio (Mateo 15:14).  Ustedes, los que me acusan, son los que verdaderamente le quitan a la Palabra, pues al pretender eliminar el profetismo rompen la cadena de Revelación señalada en Apocalipsis 1:1 y establecida por Cristo con carácter permanente.  Este servidor, en cambio, lo que ha hecho es reagrupar versículos como en el caso de Daniel 9.  Lo que he hecho es reorganizar; ni le quito ni le pongo, no seáis tan ciegos.  Por consiguiente, aguardemos a ver sobre quién caerán las plagas; si sobre mí que lo que he hecho es reagrupar versículos por órdenes del Señor, o sobre ustedes que eliminan la función profética e implican que el pueblo puede interpretar por sí solo, contradiciendo así la Palabra que dice:  “sin profeta el pueblo es desviado”.  ¡Ja, ja!  Como siempre te la he dejado en la mano, por eso no te atreves a debatir conmigo, ¿verdad?  Aguardemos.