La Profecía de Daniel 9 (Parte I)

SERIE:  Denunciando los Verdaderos Detractores de la Sociedad
Vía Religiosidad  Parte XVI

Análisis del Adventismo del Séptimo Día  Parte III

Como asunto de norma interpretativa es necesario que al evaluar la tipología en torno al santuario, se entienda la inseparabilidad entre esta figura (el santuario) y Cristo (como realidad final).  El santuario nunca tendría sentido aparte de Cristo; sería absurdo hablar de un santuario que no apunte al fin de los tiempos y específicamente hacia la obra redentora y judicial de nuestro gran Salvador.  Por consiguiente, cuando interpretamos Daniel 9 es imposible indicar que allí no se está hablando de Cristo, sino del santuario terrenal, porque dis que está en contexto de la obra prevaricadora.  El prevaricador es presentado en la Escritura consistentemente, y este (el prevaricador), en última instancia, es Luzbel.  Hemos de entender que así como Cristo tiene muchas figuras en la historia, también las tiene Luzbel.  Este conflicto, que aparece de un modo claro en Daniel 9, se extenderá hasta el fin mismo de todas las cosas.

De modo, pues, que todo señalamiento donde se presenta la tipología, hay que mirarlo en una doble significación que llamamos figura y realidad.  No es correcto, bajo ningún concepto, y podríamos considerarlo como una gran torpeza, el detener la prospectividad bíblica, haciendo una separación entre la figura y la realidad, pues de esa manera se detiene la enseñanza importantísima y gloriosa que en el fin de los tiempos debe culminar; privándonos así del glorioso adelanto que por este medio prefigurativo se nos ofrece en el Viejo Testamento a los fines de que tengamos seguridad en el triunfo final del pueblo creyente.  Podríamos decir que hacer eso es una obra satánica que lo que pretende es traer una teología de confusión, para que unos pocos sean los dis que entendidos cronometristas, y los muchos queden en confusión y desconocimiento.

El énfasis de la teología Adventista es de carácter crono-numérico; en cambio, el énfasis en el libro de Daniel profeta es el triunfo y la liberación final del Israel espiritual.  Ni siquiera un 15 por ciento del pueblo Adventista le interesa ni entiende tanta estadística numérica y compleja, de manera que se provoca que sea esta teología enfáticamente crono-numérica (la teología de los pocos) para de ese modo establecer circunstancias adversas, como lo es el hecho de poner a depender la gran mayoría, de las exiguas minorías, principio este, que junto a la doctrina del Púlpito Cerrado que se sostiene en el adventismo, se ajusta muy bien a una similitud católica romana.

Roma nunca quiso que el pueblo entendiese, y ahora los adventistas hacen lo mismo, son dirigentes de confusión; aquellos (los católicos) con el estribillo de:  “Nosotros somos los intérpretes”, y estos (los adventistas) con el presente énfasis crono-numérico y la norma del púlpito cerrado.  Pretenden imponerle a Dios canales de revelación (entiéndase predicadores) con la aprobación de ellos, antes que por el mandato de Dios.  La norma del púlpito cerrado pretende obligar a Dios a hablar por la gente que la administración erige, y no por medio de los hombres que Él escoge.  En los últimos tiempos, cuando Israel estaba en apostasía, Dios tuvo que valerse de tres reyes en Oriente, porque si hubiese aguardado por los hombres del pueblo de Israel, no se hubiera dado a conocer el nacimiento de Jesús.  Tú no le puedes crear a Dios linderos para obtener un “copyright” de la verdad.  La verdad hay que recibirla por el canal que Dios selecciona, y no por el que los hombres le impongan.  Por consiguiente, el asunto crono-numérico, así como el púlpito cerrado, pretenden también limitar a Dios en su ampliación y desarrollo del conocimiento, por medio de la capacitación y discernimiento espiritual con el que dota a los hombres que Él elige y envía al pueblo.  Yo he sido levantado, obviamente, para traer unos señalamientos de calidad interpretativa, y he aquí que me he constituido en la olma de tu zapato y en tu más consistente fustigador (vaya este señalamiento para los dirigentes adventistas), pues mi teología es, evidentemente, tu piedra de tropiezo.  Si mi cátedra y yo no existiésemos, el sanedrín presente que ustedes representan, estaría mucho menos preocupado y diría que hasta podrían ser muy felices en vuestro mundo material.  Es evidente que oran para que yo desaparezca, y mientras más oran por mi desaparición, más me sostiene el Señor y más se fortalece mi ministerio.

Esperen y verán cómo este ministerio alcanzará más gloria ante vuestros asombrados ojos, pues soy, conforme lo declarado por el Maestro, hijo de Dios y hermano menor de Jesús, desde mi preexistencia.  Yo fui uno de ustedes y me relegaron por predicar el Evangelio; a mi hermano Jesús le pasó lo mismo:  “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).  ¡Cómo se repite la historia!  Ustedes, los administradores, atan concepciones que consciente o subconscientemente los llevan a defender el “aparatus” comercial o económico.  Yo soy una persona no comprometida con ese tipo de interés comercial, y puedo percibir mejor lo que Dios me revela porque mi servicio es uno de amor y agradecimiento a mi hermano Jesús, no estoy comprometido con intereses materiales ni marginales a la teología.  Muchas veces en la historia se ha tenido que valer Dios, no del “establishment” ni de una administración determinada, sino que se ha tenido que valer de hombres al margen de la administración, para de ese modo canalizar fielmente Su verdad.  Con estos escritos estoy yo probando la eficacia de esa alternativa que Dios les ofrece.  Mis intereses son puramente teológicos, pero los pastores asalariados están comprometidos con un “establishment” económico y administrativo.  Esta es mi carta de recomendación:  la capacidad que tengo para ver las cosas que ninguno de ustedes ve.  Repito la expresión publicada con anterioridad:  “Cristo vino para traer vida, y vida en abundancia, y yo he venido para que tengan conocimiento, y conocimiento abundante y salvífico”, para que se cumpla lo dicho por el profeta Jeremías:  “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo:  Conoce a Jehová; porque todos me conocerán…” (véase Jeremías 31:34), porque el mensaje de Dios está en mis manos y al alcance de todos gratuitamente.  Yo no vendo alimentos sintéticos (nocivos para el cuerpo), ni esquilmo las ovejas, ni hago nada que lleve la idea de comercialización. En una ocasión la señora Linda Hernández (del Canal de televisión: Tele-Once), investigó y puede dar testimonio de mi pobreza económica.  En cambio, mira a tu alrededor y verás que no sólo adventistas, sino pentecostales, russelistas, católicos y otros se han constituido en emporios económicos.  Yo quiero vivir píamente y pobremente para poder tener la fuerza moral de predicar el Evangelio y las grandes verdades bíblicas, sin que me absorban los intereses materiales de este mundo.  Así me ayude Dios.

La práctica adventista del púlpito cerrado como el énfasis crono-numérico, tienen una pretensión soterrada que ellos no pueden ver, pero yo sí; y a ese respecto dice el gran apóstol de los gentiles:  “porque raíz de todos los males es el amor al dinero…” (1 Timoteo 6:10).  Cuando usted está seguro de que tiene la verdad, no evita enfrentamientos teológicos de carácter sosegados y pacíficos; no hay por qué rehuirlos, porque la verdad triunfa por sí misma. Cerrar el púlpito es lo último que Cristo habría hecho. Recuerda cuando los apóstoles dijeron a Jesús, refiriéndose a unos que estaban predicando:  “¿quieres que los echemos fuera?”  Jesús les dice: “No, de todos modos mi nombre es anunciado.”  En cambio, ustedes viven ocultos entre las sombras, y no vienen a la luz para que vuestros horrores teológicos no sean descubiertos.  ¿Cómo es posible que se someta al pueblo a unas enseñanzas cuando ustedes mismos no tienen seguridad en esas enseñanzas?  Ejemplo:  “Que si cuatro años habían de diferencia en la edad señalada por Cristo en Lucas”,  “Que si la palabra hebrea ‘tal’ puede ser interpretada como esto o como aquello”, etc.  ¿Por qué someter a un pueblo y dejarlo en tal confusión y desconocimiento, por buscar cronometría exacta?  Vea el hermano lector cómo se prefieren los cálculos exactos a la trascendencia de los eventos.  ¿Qué importa un año más o menos? si lo que importa en realidad es que Cristo vivió para viabilizar un ministerio que comunicaría paz, salvación y eternidad.  No privéis al pueblo de la sencillez de la Palabra, enfaticen en el triunfo de Dios al fin de los tiempos por medio de Jesucristo y estaréis llenándolo (al pueblo) de gozo y confianza.  Veamos la verdadera interpretación de Daniel 9 que os llenará, mis queridos adventistas, de confianza absoluta.

La Verdadera Interpretación de Daniel 9

Anteriormente hemos probado que la profecía de Daniel 8:14, puede ser considerada como 1,150 días y, además, con el método de día por año, como 1,150 años.  Así las cosas, vimos cómo Antíoco (la figura) cumple histórica y literalmente con esa profecía cuando asumimos el método de días literales; y a la vez, el Papado cumple con la misma, bajo el método de “día por año”, en términos figurativos.  Por consiguiente, también se deben aplicar los mismos métodos en la profecía de Daniel 9.  Sí se habla allí de Cristo, porque aun cuando está en el contexto de un tipo llamado Tito, la profecía siempre apunta a la obra de Jesús.  Pregúntate:  ¿Qué o quién constituye la justicia perdurable?  Imposible es que declaremos que la expresión:  “la justicia perdurable” se aplique a la obra expiatoria de los animalitos en el santuario terrenal.  Por consiguiente, admitamos que nuestra interpretación bilateral es correctísima:  En Daniel 9 se parte en términos prospectivos del tiempo anterior hasta el tiempo posterior, al igual que se hizo en Daniel 8.  Note, mi querido lector, la sencillez de esta interpretación de Daniel 9: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo…” (Daniel 9:24).  Se insinúa, por parte del adventismo, que ahí se está diciendo que hay que cortar las setenta semanas de la visión de los 2,300 días de Daniel 8, pero ya hemos probado, indubitablemente, que son 1,150 días y no 2,300.  Si la interpretación adventista fuera correcta, habría que cortar las setenta semanas, no de 2,300 días, sino de 1,150, lo que de todas maneras trastocaría todo el esquema cronológico que ellos se esfuerzan en enseñar.

La realidad es que son dos visiones distintas:  La de Daniel 8, que apunta hacia Antíoco Epífanes, y el Papado, llevándonos hasta la Reforma, donde es vindicado en términos figurativos el santuario por su significación Cristo-céntrica; dicho de otro modo, apunta hacia la Edad Media en su fin; y en Daniel 9 se apunta hacia el rompimiento de la relación pactal entre el Mesías príncipe y el pueblo hebreo.  Por eso leemos en Daniel 9:27:  “…confirmará el pacto con muchos…”  ¿Es acaso que estamos tan ciegos que no podemos entender que esa expresión alude al pacto por parte de Cristo con las naciones o con los gentiles?  No hay lugar a dudas que ninguno otro cumple, sin embargo, en toda esta trama interpretativa podemos ver a la Iglesia Adventista del Séptimo Día anteponiendo la cronología temporal a los hechos que en este siglo malo se habrían de manifestar.

El Triunfo de Cristo sobre el Desolador

En el capítulo 9 vemos que el profeta Daniel prefigura la intercesión de Cristo, y suplica al cielo por la liberación del pueblo.  Si podemos entender que la configuración final de Israel no está integrada por los nacionales, sino por los verdaderos creyentes, se nos hará fácil comprender que la liberación a la que alude Daniel 9 no es la liberación del pueblo nacional como tal en su estado prefigurativo (y que fue cumplida por Ciro como figura de Cristo), sino más bien es la liberación del pueblo en su estado culminativo al fin de los tiempos, donde todas las naciones serían reunidas en el Israel espiritual.  Así lo expresó el mismo Jeremías, quien antes había profetizado la esclavitud de las setenta semanas, lo cual implica que la esclavitud representada por las setenta semanas del profeta Jeremías era un preámbulo prefigurativo de la verdadera esclavitud universal, real y amplia que por causa de la Bestia sobrecogería al Israel espiritual de los últimos días, así lo expresa Apocalipsis 18:1-4.  Si vamos al libro de Romanos 11, allí, después de hablar del Israel compuesto por judíos y gentiles, Pablo nos señala que después de esta reunión:  “…todo Israel será salvo, como está escrito:  Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad.  Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Romanos 11:26-27).  Estos pasajes de Romanos 11 dicen lo mismo que se establece en Daniel, cuando se señala:  “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos” (Daniel 9:24).  Veamos ahora la sencillez, razonabilidad y libertad verdadera de que nos habla Daniel en el capítulo 9.

Amigo lector, note cómo la expresión “sellar la visión y la profecía” se refiere a culminar el conflicto que presentan las profecías entre Cristo y sus figuras, y Luzbel y las suyas.  Si somos buenos observadores veremos que la profecía ha sido sellada por varias razones que se identifican con Cristo en su totalidad.  Expresiones, tales como:  “la justicia perdurable, “y ungir al Santo de los santos”, por más que se trate de opacar la realidad como lo hace Urías Smith en sus comentarios sobre Daniel, son claramente alusiones a Cristo.  El título Cristo significa “Ungido”.  El fin de los tiempos es considerado de Cristo para acá.  De modo, una vez llegado el Ungido, quien es, a su vez, la justicia perdurable, esto implica el fin del pecado, en términos judiciales.  Estaremos, pues, en vías de marchar hacia el escatón o fin del conflicto.  Por consiguiente, en el capítulo 9, versículo 25 leemos:  “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.”  Dicho de otro modo, Gabriel dice a Daniel que en el decurso del tiempo la edificación del templo se realizará con mucho sabor a angustia o, lo que es igual, conflictivamente, como lo fue; y luego de determinar el tiempo encerrado en la profecía de las setenta semanas, al seguir leyendo la escritura final de dicho capítulo, podemos determinar la gloriosa proyección de la cual nos habla esta revelación bíblica, leamos:  “Y después de las sesenta y dos semanas [entiéndase la semana #70] se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.  Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.  Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador” (Daniel 9:26-27).

Note la sencillez con que la Inspiración nos adelanta la victoria final de Cristo sobre Luzbel y sus seguidores.  Se dice que el Calvario habría de concluir con el sistema de sacrificios, cumpliendo así lo dicho por Pablo en Hebreos 10:14:“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los justificados”. Parafraseando la aseveración del apóstol se nos dice que Cristo, con su sacrificio, justificó para siempre a los creyentes, y estos, los creyentes, han pasado de muerte a vida eterna.  Se nos dice, además, de un príncipe que ha de venir, esto es una alusión a Tito, hijo del emperador Vespasiano, quien repitiera lo antes hecho por Antíoco Epífanes, sitió y destruyó nuevamente el templo en Jerusalén, cumpliendo con la profecía del Señor Jesús en Mateo 24:2, cuando dijo:  “…¿Veis todo esto?  De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”.  Seguimos interpretando:  “su fin [el de Tito] será con inundación”, como se puede comprobar que sucedió, históricamente hablando.  La Inspiración hace alusión a la figura de Tito, un devastador; pero Satanás, el real devastador, habría de continuar sus acciones devastadoras en el tiempo, combatiendo a Cristo, hasta que finalmente, como dice el versículo final del capítulo 9, “…lo que está determinado se derrame sobre el desolador”.  De manera que “el fin de la guerra” se refiere al fin del conflicto, y el devastador recibirá lo que previamente determinó el Dios Todopoderoso:  su destrucción final y total.  En Apocalipsis se dice del siguiente modo:  “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta…” (Apocalipsis 20:10).  La expresión “hasta que venga la consumación” refiérese hasta que venga la consumación de los tiempos, y entonces lo que hemos dicho que está determinado sobre Luzbel se cumplirá.  Por consiguiente, esta profecía nos ha llevado al fin de todos los tiempos, con una extraordinaria victoria para Jesús y su pueblo.

Hemos de entender, por consiguiente, que la liberación que preocupó a Daniel —lo cual se menciona al principio del capítulo 9—, cuando como una figura de Cristo intercedió por su pueblo, vino Gabriel y le reveló la liberación en visión, pero no en relación estricta con el pueblo prefigurativo del Israel nacional, sino que fue más allá, como hemos dicho repetidas veces en estos escritos, y lo hizo bilateralmente hablando; partiendo de la liberación del pueblo nacional, se extendió hacia lo final, y le reveló la liberación del verdadero pueblo de Dios en Cristo o el Israel espiritual.  Por consiguiente, “llegó de Sión el Libertador” y liberó a su pueblo en forma total y para vida eterna.  Han podido ver ustedes la sencillez interpretativa de esta profecía que de todos modos se quiere amalgamar con la del capítulo 8, versículo 14 de este libro (Daniel) que es concerniente a la Edad Media en su fin.  Son profecías para distintos tiempos y distintos eventos.  No hay duda, la enfática numerología que, cronométricamente hablando, pretenden establecer los adventistas va en detrimento de la prioridad que tienen los eventos, y que Dios se propuso traer.  Por consiguiente, deben ustedes botar sus cronómetros proféticos en favor de las interpretaciones puramente evangélicas, pues nada hace sentido si se apartan del propósito de Dios en Cristo.