El Equívoco de Daniel (mucho más importante de lo que podría parecer)

SERIE:  Denunciando los Verdaderos Detractores de la Sociedad
 Vía Religiosidad  Parte XVII
 Análisis del Adventismo del Séptimo Día  Parte IV
 

Marchamos hacia el fin del fin, y este servidor entró ya en el séptimo año de sus relaciones con el Señor Jesús.  Jesús el Cristo apareció por primera vez ante nuestra consideración —la mía, la de las hermanas que conmigo prefiguran la institución matrimonial del futuro (de carácter pluralista) y la iglesia— hace aproximadamente siete años.  Desde su llegada hasta ahora, Jesús ha venido diciéndome cosas importantísimas, como por ejemplo:  que yo era preexistente, que mi nombre era Luiko de Jesús; que no me quejase de que yo no tenía hermanos, pues yo pertenecía a la familia inmediata de Miguel, de Luzbel (ahora Lucifer), de Gabriel y Markus; que, por consiguiente, yo era el quinto ser creado por la mano de Dios por medio de Él (Miguel), y que había sido yo seleccionado desde años inmemoriales para que fuese el segundo catedrático de la historia, el segundo hijo de Dios, en términos posicionales, por haber sido el voluntario que se ofreció para esos fines; y que fui reubicado, posicionalmente hablando, para que fuese al fin de los tiempos y por la eternidad el sustituto de Luzbel, quien había sido determinado antes de su pecado para que fuese el auxiliar de Miguel, y de ese modo se convirtiese en el segundo de una dinastía de Cristos.

Parecería esto como una fantasía tomada de las historias de Spielberg, sin embargo, al paso de los años ha logrado el Espíritu del Señor llevarme a la dimensión que me ha querido llevar.  Hoy puedo decir con toda seguridad que, no creo, sino que sé que ese es el Cristo, y que me siento ya lo suficientemente capacitado para ejecutar los designios del Padre tal como aparece en el libro de Zacarías 4:14.  Hoy por hoy, sé que constituyo el segundo catedrático representado por los dos olivos.  Cristo fue el que estableció la cátedra para el tiempo del fin, y yo ahora represento esa cátedra con el más amplio conocimiento que jamás se le ha dado a un hombre según Jesús lo ha declarado:  “Tu obra [me ha dicho] es la de reunir el pueblo que yo compré con mi sangre.  Para que lo logres hacer a niveles globales es que se te conferirá el don del rejuvenecimiento, la vindicación, que te permitirá el vigor, la recuperación y la facultad de un hombre como de 30 años.  Eso está por viabilizarse.  Te convertirás así en la señal por la que el mundo espera con tanta vehemencia, en un hijo de Dios nuevamente en la Tierra, porque en ti van a tenerme a mí y al Padre presentes.”  Predico a este pueblo de Puerto Rico y a la sociedad del mundo entero (lo cual hago por medio de Internet – www.luiko.com), y suplico que aguarden con paciencia por el cumplimiento de estas promesas y no se adelanten con conjeturas hasta que haya transcurrido un tiempo razonablemente prudente.

Las explicaciones que anteceden serán confirmadas por la vindicación de la que voy a ser objeto.  Este escrito, que he redactado hoy, 7 de julio de 2001, es evidencia de mi claridad mental como la tuve cuando apenas contaba con 25 años de edad.  Podrían tildarme de loco los enemigos de la verdad, pero así hicieron con Jesús e hicieron igual con Pablo; a ambos los tildaron de locos, con mi hermano mayor (Jesús) fueron más lejos y lo tildaron de Belzebú; así que nada es nuevo debajo del Sol:  “Porque si estamos locos, es para Dios…” (2 Corintios 5:13)  “¡Ojalá me toleraseis un poco de locura!…” (2 Corintios 11:1).  Pero si todo esto es cierto y alcanzara la vindicación que, evidentemente, daría testimonio por sí sola de mi legitimidad, entonces tendréis que aceptar como hicieron los soldados romanos ante las circunstancias que rodearon la muerte de mi hermano, quienes cuando el cielo hizo su parte con estruendos, hubieron de proclamar:  “En verdad Este era Hijo de Dios”; y la resurrección posterior a esas circunstancias confirmó que sí era Hijo de Dios.  Por consiguiente, si conmigo ocurriera, entonces resígnense algunos a proclamar al igual que lo hicieron los soldados romanos, y digan en relación conmigo:  “En verdad que este también es otro hijo de Dios”.

Palabras textuales de mi hermano Jesús:

“Aunque no quieran, tendrán que reconocer que tú has sido enviado para la bendición del mundo, no tengas duda.  Nunca he mentido, y ahora tampoco lo hago.  Pronto verás que todo es cierto, y tú estarás desde tu cátedra trayendo extraordinarias explicaciones que ahora se necesitan divulgar al mundo.  Tú eres el único que lo puedes hacer, porque tú, aunque no lo quieran creer, eres preexistente y fuiste en tu preexistencia el ángel que yo envié hace tiempo a comunicar a Juan los asuntos finales, asuntos que tienes bien grabados en tu mente y que yo iré develando para que la gente vaya recibiendo las extraordinarias ideas que ya tienes en tu mente, y de ese modo hacer que nuestro triunfo sea la seguridad que los que son de fe necesitan en este tiempo.”

Como un adelanto de mi capacidad interpretativa y de la autoridad que Dios me ha otorgado, quiero aquí establecer lo que se me dijo en relación con el capítulo 9 del libro de Daniel.  Estando yo en oración y meditación, específicamente a las ocho de la noche el lunes 9 de abril de 2001, me sobrecogió una fuerte impresión, y con la asistencia del Espíritu Santo escuché la siguiente conversación entre el ángel Gabriel y Cristo sobre los versículos de Daniel 9:24-27; diálogo este ocurrido muchísimos años antes mientras este servidor existía y convivía en el cielo con el nombre de Luiko de Jesús:  Le dice Gabriel al Señor:  “Señor Jesús, el varón Daniel, por equívoco, invirtió el orden de los versículos finales del capítulo 9 del versículo 26 al 27 y, como resultado, entremezcló lo concerniente a tus realizaciones, con las realizaciones del príncipe romano Tito.  ¿Qué debo hacer a tal respecto?”  Le contestó Jesús a Gabriel:  “Nada por el momento.  En estos momentos no tengo el interés de aclararlos, pues esta profecía es para el fin del fin como está explicado en el capítulo 12 de los escritos del mismo Daniel, en el cual capítulo no hay equívocos.  Para cuando sea necesario, en un futuro, nuestro hermano Luiko [el nombre preexistencial del que aquí suscribe], quien está en agenda para gestionar la interpretación de dicha profecía, reconstruirá el orden correcto en que debieron estar dichos pasajes redactados.  Por consiguiente, como es una persona en particular la que va a hacer este ajuste a su debido tiempo, no hay por qué preocuparse porque de todos modos esta aclaración no es necesaria hasta que llegue el momento de que estos versículos sean utilizados.”

Al escuchar esta conversación pude entender que se me ordenaba reagrupar dichos pasajes en estos instantes para que fuesen claros al mundo de los interesados por la fe.  Posteriormente, vino a mí Gabriel para darme la buena noticia de que yo tenía razón y autoridad para que hiciese lo que debía de hacerse.  Me dijo, además:  “He esperado bastante hasta que al fin he podido disfrutar de estos momentos correctivos que tú vas a gestionar.  Gracias mi querido hermano.  Daniel mismo te está agradecido.  Es evidente que yo le di a Daniel un perfecto orden revelativo, pero éste, Daniel, quien era inclinado al asombro extraordinario y a quien sobrecogían momentos de honda preocupación por lo que recibía, tomó mucho tiempo en escribir mi información y ello ocasionó la interposición que veló la revelación desde aquel entonces.  Sin embargo, el Dios de los cielos lo permitió porque al fin y al cabo el perjuicio que quiso Satanás hacer a la revelación profética de Daniel, resultó en una bendición, porque, de ese modo, ahora tú, en calidad del Profeta del 2000 y catedrático final de la historia, puedes presentar esta aclaración como evidencia de tu legitimidad profética.  Una vez más, mi querido hermano, demostraremos al mundo que somos un gran equipo, que puedes traer la verdad durante este siglo malo y de juicio”; y diciéndome:  “te felicito Luiko, nos vemos pronto”, se despidió.  Así las cosas, vino a mí Gabriel para revelarme cómo debieron haber estado ordenados dichos versículos (26 y 27) desde que él lo comunicó al profeta Daniel.  Dichos pasajes actualmente leen como sigue:

(24) “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

(25) Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

(26) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. 

(27) Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.  Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.”

Pero deberían leer así:

(24) “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

(25) Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

(26) Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí.  Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
 
(27) Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.  Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador.”

Amigo lector, juro solemnemente que esa es la verdad y nada más que la verdad.  Has podido observar que en dichos pasajes hay una alusión a Cristo de un modo muy claro, y una alusión a Tito, quien es un tipo de Luzbel, aludiendo finalmente a Luzbel mismo.  He ahí la evidencia de mi legítimo profetismo.  ¿Por qué se nos dan  las setenta semanas en secciones?  Las siete semanas representan el tiempo que se toma la restauración del santuario, y desde la restauración del santuario, las sesenta y dos semanas añadidas a las siete llegan al comienzo de la semana número setenta, pero el evento más extraordinario de esos sucesos en el tiempo es la semana número setenta donde se manifiesta el Salvador, y a la mitad de la semana, dice el versículo 26:  “…se quitará la vida al Mesías…”  Nótese que el final de estos señalamientos es glorioso cuando se analiza a la luz de los eventos, y no a la luz de una inflexible cronometría temporal.  Continúa diciendo la Inspiración:  “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda…” (versículo 27).  Durante la mitad posterior a la resurrección de Cristo, deben calcularse tres años y medio más.  ¿Qué sucedió durante esos próximos años, sin necesidad de señalar una época específica?  Podemos entender que durante ese tiempo nació la dispensación del Espíritu Santo durante el Pentecostés (posterior al extraordinario evento de la resurrección), y como dije en un escrito anterior, se está hablando del pacto con los gentiles.  Ahora podemos ver claramente que mediante el Espíritu Santo, el evento de Cristo fue a tal extremo conocido y aceptado que tres mil almas se convirtieron con el discurso de Pedro.  Si contamos esas tres mil almas, y tomamos las que logró conquistar Esteban antes de su muerte, y los muchos que probablemente se unieron por la mediación de Pablo, quien también se convirtió durante esos años, tenemos que concluir que se justifica la palabra “muchos” de Daniel 9:26:  “…confirmará el pacto con muchos…”  Como dice, además, la Escritura:  “…Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).  No hay duda que el que confirma el pacto con muchos es Cristo por medio del Espíritu.

Sin esta reconstrucción, al lector le sobrecoge la confusión, como ha sucedido, y lo que ha pertenecido siempre a la obra de Cristo se proyectó como perteneciente a Tito.  Es absurdo decir que fue Tito el que hizo cesar la ofrenda, pues Tito destruyó la ciudad y el santuario en el año 70, aproximadamente, mientras que Cristo en el año 31, o sea, 39 años antes que Tito, fue quien con su sacrificio, hecho una vez y para siempre, hizo cesar el sacrificio y la ofrenda, en total armonía con la voluntad de Dios.  ¿Qué perjuicio, pues, a nombre de Satanás hizo Tito en contra de Dios, si ya Dios había determinado que en la semana número setenta se detuviera el sacrificio y la ofrenda?  ¿Acaso Tito se constituyó en colaborador de Dios?  Es obvio que Tito fue enemigo de Dios, y su propósito fue profanar el templo, pero el mismo ya no estaba vigente por la voluntad de Dios.  Su violento reto redundó en un ridículo; ridículo este que Cristo mismo había profetizado en Mateo 24, cuarenta y un años antes de su ejecución.  Indubitablemente que estas son conclusiones irrebatibles.  ¿Por qué se pretende, pues, dar importancia a las estadísticas numerológicas forzando un esquema inflexible que no nos permite una interpretación verdadera y justa de la profecía de Daniel 9, y de ese modo se establece una fecha que la Biblia no señala?

Note, la Iglesia Adventista nace de un chasco que lleva a sus integrantes a chasquear a la humanidad.  El 1844 no es una fecha bíblica, es una fecha de hombres.

En los próximos artículos estaremos probando que el Señor Jesucristo después de su resurrección, ascendió directamente al Lugar Santísimo, y nunca más salió de allí.  Por consiguiente, no hay ningún paso del lugar santo al Lugar Santísimo en el 1844.  El paso del lugar santo al Lugar Santísimo fue cuando Cristo pasó al Cielo, porque este es el lugar santo, la Tierra.  Por eso en Mateo 24, versículos 15 y 16, el Señor dice:  “… cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora [entiéndase Satanás] de que habló el profeta Daniel […] huyan a los montes.”  Es una clara referencia a que cuando Satanás salga del fondo del mar (que fue designado como su cárcel) y se coloque en lo seco (o la Tierra), donde no debe estar, la recomendación es:  “huyan a los montes.”  Por consiguiente, vean cómo se habla del mar como el abismo, pero se habla del lugar santo como la Tierra (específicamente en la Palestina).

Este servidor de ustedes está dispuesto a retractarse si ustedes traen versículos adicionales que constaten el 1844, y si no pueden hacerlo, acepten que siguen chasqueados; porque una fecha tan importante, como sería la del juicio investigador, no estaría fundamentada en un solo versículo obscuro, Dios hubiera colocado prueba abundante.  De modo que  el 1844 debe ser rechazado.