En Torno a la Sodomía

Estuve leyendo el artículo en torno a la sodomía que escribiera el Catedrático de Derecho, licenciado Antonio Fernós.  Comprendo su enfoque legal como uno de carácter brillante.  Todos los enfoques que hace el señor Fernós son joyas del análisis legal, porque es innegable su brillantez en esa, su especialidad.  El problema es que aquí existe lo que podríamos llamar conflicto de intereses, que nos lleva a que cada quien “arrime la sardina hacia su propio sartén”.  Usted, como buen especialista en leyes, lo enfoca todo desde el punto de vista con el que el derecho se enaltece más; mientras que nosotros, los que reconocemos que el Señor constituye el Ser Supremo, pretendemos otorgar a Este toda la soberanía y control que en calidad de Soberano Señor se merece.  Para nosotros, Dios es el Creador y, como tal, es el originador de la moral misma.  Por eso tildamos de inmoral todo desorden social, y en este caso (la sodomía) no sólo es inmoral, sino contra natura; y la contra natura trae un grave perjuicio fisiológico que, consecuentemente, desencadena en enfermedad y muerte.

Recuerde usted que los creyentes somos pro vida y no podemos, bajo ningún concepto, respaldar acciones tan detrimentales y sucias como la sodomía; pecado este por el que Dios se vio precisado a destruir a Sodoma y Gomorra.  Desde ahora, puedo yo, con toda autoridad divina señalar ese tipo de violación como uno de carácter mortal, pues así lo determinó el Soberano Dios que nos creó.  No hay tribunal en el mundo que pueda disminuir su sentencia, pues el que aquí dio el fallo (determinó) fue el Tribunal Supremo del Universo, o sea, Yavé Sebaot (Jehová de los ejércitos).  Todos estamos conscientes de la multitud de enfermedades que esta acción despliega, ¿verdad?, ¿o no?

Autorizar la sodomía es una acción contraria a las claras determinaciones divinas.  Dios hizo a la mujer para el hombre, no hizo otro hombre para este.  Fue claro y preciso cuando dijo:  “…No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gn. 2:18).  Precisamente, por esa crasa y sucia desobediencia humana es que existen enfermedades, tales como el SIDA, enfermedades venéreas, cáncer del colon y otras de carácter grave.  Autorizar la sodomía porque existen sodomitas, podemos decir que es el equivalente de autorizar el asesinato porque existen asesinos.

No podemos nosotros evitar esas malas prácticas, pero no tenemos por qué consentir con ellas; y el paso que se ha dado en aras dis que de los derechos constitucionales es inmoral, lleno de toda inmundicia y depravación.  Así como se reclama que nunca se ha podido evitar la sodomía, se puede señalar que el que la quiere practicar siempre lo hará, pero que no sea con nuestro consentimiento, sino con nuestro total repudio.  Tanto que me acusaron a mí porque yo dije, digo y diré que la pluralidad matrimonial es bíblica y autorizada por Dios, y que constituye la institución del futuro —pues después del fin volverá a ser necesario multiplicar la raza humana, como hubo una vez de hacerse en los tiempos de Noé—, sin embargo, tanta depravación que hay en la Iglesia Católica con la pedofilia (abuso sexual a menores de edad) y nadie, ni siquiera Carmen Jovet, le salió al paso a la Iglesia Católica, siendo la pedofilia y la pederastia una verdadera suciedad, porque eso es bregar con excremento humano.  ¿Por qué no se lanzan ahora a criticar y a censurar aquello que es tan sucio?  Ya hemos dicho que la sodomía es contra natura.

Así como en el pasado después de la sodomía vino el fin, así también ocurrirá ahora, pues ello implica que el mundo se llena de abominación, y Dios se ve precisado a destruirlo.  La gran mayoría de los estudiosos bíblicos estamos de acuerdo en que las señales del fin se han manifestado; cada una de ellas ha aparecido notablemente aparejando el camino para ese fin preponderante y culminativo con que Cristo habría de sorprender al mundo.  Note el amigo lector cuán claramente describe Mateo 24 cómo habrían de transcurrir los tiempos, momentos antes de la llegada de Cristo:  “Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt. 24:38-39).

Es evidente que el desorden y la desobediencia van cada vez en aumento.  No son estáticos.  La desobediencia y la corrupción no permanecen en los mismos niveles, sino que aumentan cada día más hasta llegar a niveles de intolerancia.  Sodoma y Gomorra, dos ciudades antiguas, fueron ejemplos de esos niveles de intolerancia en que el desorden culmina.  Cuando Sodoma creció en corrupción llegó el momento de la intolerancia.  Dios no pudo aguantar más y hubo de destruir esas ciudades y no dejar allí raíz ni rama, habiendo tenido que someterla al fuego:  “Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos” (Gn. 19:24).

Ya estamos igual, que no aguantamos una milésima de aumento en el nivel de corrupción y tiene Dios que por compulsión someter al fuego eterno aquello que no puede subsistir por su alto nivel de depravación.  Es una cuestión de causa y efecto.  Aunque usted no lo crea, le advierto que hemos llegado a los niveles más altos de depravación y, por consiguiente, este mundo tiene que ser por el Altísimo desaparecido.  Es menester aplicarle la ley de la absoluta eliminación o, lo que es igual, la aniquilación total.  ¿Tú no lo crees, verdad?, pero ese hecho no hace de la verdad un equívoco.

Finalmente, puedo decirte que llegó la más grande de las señales finales la cual llamamos aquí:  nivel de corrupción intolerable.  Es cuestión ahora de aguardar un poco más de tiempo.