
La Escritura, la Santa Palabra de Dios, constituye la revelación divina y aquello que Dios declaró como el camino más seguro; leamos: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19-21). Es fácil inferir que la anterior aseveración por Dios hecha implica que el camino al cielo habría de tornarse en una maraña de confusión, y ello en virtud del trabajo por Luzbel realizado al oponerse a Dios; veámoslo: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). El resumen de lo hasta aquí aseverado es que debemos depender de la Palabra Escrita, la Revelación de Dios.
Entre las enseñanzas bíblicas existe una serie de principios y elementos que integran aquellas condiciones necesarias para la felicidad, como por ejemplo: Si pretendemos alcanzar la felicidad es fundamental que exista paz, que exista vida, se elimine la muerte y que existan recursos para la satisfacción plena de nuestras necesidades. Sin estas fundamentales condiciones es imposible que haya felicidad. Sin embargo, la Palabra también nos enseña que en este mundo es imposible vivir en paz, eliminar la hambruna y evitar la muerte. Nos ocuparemos en este momento en discutir la primera de estas condiciones, es decir, la paz. Hablemos de esta circunstancia por casi todos anhelada, y en especial por los hombres que amamos a Dios y la vida eterna que Este nos ha prometido otorgar.
Hablando en términos de la naturaleza que adquirió el hombre cuando pecó, nos dice Pablo del siguiente modo: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18). Nótese que Pablo enfatiza en los versículos que anteceden, que no hay justo, ni aun uno, enseñando así que el hombre, en términos generales, está revestido de pecado desde que nace hasta que muere. El Salmo 51:5 dice así: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”. No es que hay unos justos y otros injustos; la declaración bíblica contundente y radical es que todos nos desviamos. ¿Cómo puede usted, señor Papa, declarar que la paz es alcanzable en un mundo donde sus integrantes son ególatras y malos? ¡Qué pretencioso es usted, trayendo falsas expectativas que nunca se han alcanzado ni se alcanzarán!, porque… ¿cuándo ha conseguido usted por sus oraciones algún logro de los que señala en sus pretensiones? Veamos: Pide usted por la justicia social, y yo le pregunto: ¿Cuándo ha encontrado usted justicia social en este mundo? ¿Cuándo ha logrado usted por sus oraciones que la paz nos sobrecoja? ¿Está usted tan ciego que no se acaba de dar cuenta que la paz no es un patrimonio de este siglo? Reiteradamente les he dicho que la paz no es patrimonio de este mundo cargado de hombres pecadores. La paz es un don preciado que llegará cuando el mundo sea restaurado por el Cristo de la historia que pronto habrá de venir entre las nubes del cielo. El hombre de este planeta en lugar de estar orando por la paz como pretende, debería estar haciéndolo para que Cristo venga pronto, puesto que con Él vendrá la paz y la restauración de todo el orden de las cosas que la Biblia promete; y entonces los hombres de fe podremos exclamar con Juan: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1).
Es necesario que el lector entienda que la paz que Cristo nos da en el presente es interna, es relativa al orden espiritual, y es el equivalente de paz de conciencia; no es referente al orden social, pues la paz del orden social es patrimonio del mundo venidero, y no de este siglo. Hablar de paz en el orden social presente es engañar a la sociedad. Eso y nada más que eso es lo que hace el Papa de Roma (Jeremías 23:16-17). ¡Qué lamentable! Como se cumple la Palabra: “…Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos” (Isaías 3:12). Si quieres salvarte debes hacer tu parte no alcahueteando más a estos engañadores, quienes no creen en nuestro Padre celestial y Su Palabra.
Yo cumplo con mi responsabilidad al señalarte el camino, y te advierto que la guerra es profética e inevitable. La verdad es que Cristo (o Dios) está esperando la guerra porque se van a descubrir muchas tristes realidades y se cumplirá toda profecía. Sin embargo, no tenemos por qué temer siempre y cuando dependamos del Altísimo (Cristo Jesús). Este mundo se tiene que acabar a los fines de que llegue el Nuevo Siglo (la Nueva Etapa de la historia), ya que es mucha la maldad que hay. Para los efectos de la felicidad es necesario que adquiramos una nueva naturaleza como la que tuvo Adán, limpia, sin inclinaciones al pecado; entonces, y nada más que entonces, tendremos paz.
La criminalidad, la droga, el alcoholismo y la prostitución no desaparecerán hasta esa transformación que Cristo nos ha prometido en Su segunda venida. En términos absolutos, la corrupción saldrá del hombre cuando esa transformación nos sobrecoja. Entonces seremos felices para siempre. La corrupción o el pecado es lo que ha traído la muerte. La egolatría es el efecto del pecado. Pero una vez eliminado el pecado, estaremos siguiendo las instrucciones de Cristo, quien dijo: “Amaos los unos a los otros”, y prevaleceremos eternamente. Yo aspiro a participar de ese Nuevo Siglo, porque Dios me ha comisionado para anunciarlo y orientar a la gente. Los Papas siempre han estado en contra de Dios, por consiguiente, van a ser descubiertos y destituidos para el infierno.
El Mundo se Habrá de Dividir en Dos
El mundo se habrá de dividir en dos; bíblicamente hablando, esto es una obvia realidad. La Biblia dice: “las ovejas a la derecha y las cabras a la izquierda” (Mateo 25:32-33). Dios está seleccionando los que van a vivir en el Nuevo Siglo. Dios hizo un pueblo a los fines de sustituir a los ángeles que se separaron de Él. En ti está la decisión de participar con el pueblo de Dios o de no participar. Ha llegado el momento de que manifiestes tu decisión. Jesús dice: “y al que a mí viene, no le echo fuera”. La salvación es gratis, tan sólo por creer en Cristo; no por las obras como enseña Roma. De modo que es tu decisión. En el día del juicio no podrás juzgar a Dios porque la oportunidad grande te la ha dado.
La Biblia profetiza que antes del fin habrá una lucha. El conflicto entre Estados Unidos e Irak cumple con una profecía que es inevitable; y puedo asegurar con toda autoridad divina que el Honorable Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, tiene el total respaldo de Dios.
Dios ama a los palestinos, pero los palestinos como Saddam Hussein, Yaser Arafat, Osama bin Laden, Mahoma, etcétera, no lo aman a Él. Han sustituido a Jehová por Alá; y la ley dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Los palestinos, además, dirigidos por Alá, y no por Jehová, han matado a mucha gente, y también la ley dice: “No matarás”. Lo mismo que han hecho los palestinos hizo el Papa de Roma con la Inquisición. Entiende bien estas sencillas palabras, porque de no entenderlas, te perderás.
¿Por qué Dios Apoya a Estados Unidos en su Guerra?
Así como Dios apoyó a Ciro en el pasado, ahora apoya a Estados Unidos en el presente, porque se tiene que llegar al propósito final. Tenemos que ser realistas y entender que hay que eliminar el pecado del universo. Si no se elimina el pecado del universo, el pecado mismo nos matará. Por consiguiente, existe la necesidad de destruir al pecador, y poner así fin a este extraordinario germen que es el pecado. Así como hubo de eliminarse el ganado que tenía aftosa para que el ganado restante no se contaminase; del mismo modo, Dios se ve obligado a evitar la contaminación de aquellos que constituyen sus hijos por la fe, quienes serán transformados y aspirarán a jamás volver a constituirse en nuevos pecadores.
Recientemente, el arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves, en su crasa ignorancia, dijo que nada justificaba un ataque bélico por parte de Estados Unidos y su Presidente, George W. Bush, hacia Irak. Eso es tener una ceguera total. Es este señor (González Nieves) un evidente desconocedor de las enseñanzas bíblicas y, sobre todo, de la escatología (acontecimientos finales). He ahí el resultado de ser católico-romano, pues esa iglesia siempre se ha caracterizado por su desconocimiento bíblico-escatológico, y esa es la causa por la que sus prelados demuestran una total ignorancia en torno a los acontecimientos finales.
El catolicismo siempre ha apelado a la lógica humana, lógica esta que, sin lugar a dudas, es poseedora de un concepto deformado en torno a lo que es justicia. El ser humano fácilmente deforma la justicia en favor de la misericordia, y para él este hecho constituye el equivalente a un acto de piedad. Pero tal acción, en verdad, es una acción injusta, porque la justicia exige el pago relativo al delito. He ahí el porqué Dios tuvo que sacrificar a Su Hijo, para perdonar al creyente en una base legal; no fue un perdón caprichoso o injusto, Dios cobró nuestro perdón en Cristo. La justicia de Dios no va en contra de Su misericordia, pero tampoco la misericordia va en detrimento de Su justicia. Pero el catolicismo, como siempre hemos dicho, apelando a la lógica humana, compra la simpatía del hombre por medio de la utilización de conceptos humanos, y quiere evitar la guerra —pretende evitar que sean destruidos aquellos quienes Dios quiere destruir—. Sin embargo, es inevitable que la guerra llegue y se viabilice porque así lo quiere el Altísimo, y nadie podrá evitarlo. Dios es el que da la vida, y tiene todo el derecho de quitarla cuando así lo juzga necesario; así siempre lo ha demostrado. Veamos un ejemplo clarísimo de esta realidad en la Palabra: “Después Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel 15:1-3).
¡Qué ironía!, los católicos romanos que nunca han tenido la autoridad para juzgar, y menos para sentenciar a muerte a nadie, sí lo hicieron, despiadadamente y con el reconocimiento de todos. Y en este caso, Dios, que sí tiene toda la facultad y autoridad para hacerlo, es mal juzgado y no se le reconoce derecho tal. Hasta se oponen a Sus acciones punitivas, a las cuales Su posición de Soberano Creador le da el absoluto derecho de realizar. ¡Increíble, pero cierto!, ¿verdad González Nieves? Pero claro, usted hasta el nombre de lo que es profecía, desconoce. La guerra que va a comenzar, “distinguido” señor, la propone Dios, y está predeterminada en la Escritura; veamos: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:6-7).
Nosotros, los integrantes del Movimiento Final, La Voz del Tercer Ángel, ejecutaremos la labor que nos ha comisionado Dios de predicar el Evangelio como último llamado en la historia para la salvación, conforme lo declara Mateo 24:14: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
Después de ejecutar nuestra labor el belicismo se irá intensificando para que culmine en una gran lucha entre Oriente y Occidente que la Biblia llama Armagedón; veamos:
“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.” (Apocalipsis 16:12-16)
¿Ve usted, “Mr. Desconocedor de la Escritura”, que hay un conflicto predicho entre Oriente y Occidente que le llamamos Armagedón? Cualquier creyente podrá entender con sencillez que estamos en la antesala del Armagedón, menos usted (siendo arzobispo), ¡qué ironía! En una ocasión le dije que con un liderato como el suyo es natural que el pueblo esté en “babia”, y ahora me obliga a repetírselo. Por eso estamos como estamos, y por eso se ve obligado Dios a enviar a Su gente, como este servidor, para esclarecer la “babilonia” que ustedes han formado. Si de ustedes dependiera que Cristo venga, nunca lo haría, porque ustedes, por sus dichos y sus hechos, lo que evidentemente pretenden es perpetuar este siglo, donde viven como reyes, y evitar así el juicio de Dios que sobre ustedes se cierne. Recuerden que cuando digan paz, vendrá destrucción repentina sobre ustedes que la proclaman: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2-3). Se los estoy advirtiendo, y en el juicio final no podrán alegar que no se les dijo nada.
Dios es el dueño legal y moral de todo cuanto ha creado, sin embargo, Satanás pretende usurpar dicha creación ilegalmente; luego entonces, recuerda que respaldar a Luzbel en sus planes de dominio mundial es respaldar lo ilegal y abrazarse con lo inmoral; mientras que respaldar al Creador en la retención de lo que legítimamente le pertenece es darse la mano con la moralidad que ello implica. ¿Cómo, pues, se atreve a hablar el cardenal Jean Louis Tauran de consecuencias inmorales, cuando es Dios en Su Palabra el que ha ordenado estas cosas? Es obvio, pues, que los católicos pretenden alargar este siglo malo lleno de injusticia porque ello implica la prolongación de su reino inmoral e injusto, ello es muy evidente, ¿verdad Angelo Sodano? No aspiran a que llegue el nuevo reino que Cristo ha prometido, pues saben que cuando ese reino llegue serán juzgados por materialistas e incrédulos.