
Queremos ahora traer ante todos la más seria de las profecías que el lector haya podido escuchar, me refiero a la profecía en torno al Armagedón. Armagedón es una palabra hebrea que significa «montaña del degüello»; bíblicamente, se refiere al lugar donde las naciones van a luchar contra Dios; lugar este que obviamente se refiere a la Palestina. La guerra del Armagedón no es un mero conflicto bélico final; es una guerra fraccionada, pero indetenible, que ejecutará su capítulo final postmilenialmente. Es todo un conflicto que se iniciará previo al fin de este siglo y que culminará con el traslado de los santos al Reino de los Cielos, lo cual requiere todo un proceso. Excuso decirte que en estos instantes cuando ya existe un conflicto entre Estados Unidos e Irak, podemos tomarlo como el preámbulo al Armagedón que está marcado bajo la quinta trompeta de Apocalipsis 9.
Ha llegado el momento de hablar muy seriamente con el pueblo en general y con Estados Unidos en particular. Hace ya tiempo que les vengo diciendo: El fin ha llegado. Si queremos preparar nuestras emociones a los fines de que estas no claudiquen en el momento de la verdad, no podemos aguardar por más tiempo para que entendamos que la Palabra de Dios (la Biblia) es infalible, que prevalece para siempre y que todo lo que en ella está escrito se habrá de cumplir. No sigan insistiendo en ignorarla.
A partir del 11 de septiembre de 2001 se ha venido hablando muchísimo de ganar confianza y de buscar apoyo, sobre todo sicológico, a los fines de que nuestras emociones no claudiquen. Las exhortaciones de los expertos en salud mental, y otros, están siempre dirigidas al quehacer humano. Se escuchan por doquier expresiones, tales como: “Tenemos que estructurar una seguridad nacional tan sólida que no pueda ser vulnerada por las pretensiones de nuestros enemigos”. “Si queremos, nos levantaremos”. Es decir, el hombre, como hizo desde el principio, sigue dependiendo de lo que ve y hace, relegando la Palabra de Dios y Sus promesas a una segunda o tercera opción, cuando debería esta ser la primerísima opción. Yo me pregunto: ¿Hasta cuándo vamos a estar sin creer que todos provenimos de un Dios Creador? Dice el Salmo 100 del siguiente modo:
(1) “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.
(2) Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo.
(3) Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.” (Salmos 100:1-3)
¿Por cuánto tiempo más seguirán los ministros y sacerdotes dis que de Dios dejándose guiar por los intereses de este mundo, y sin marcar la realidad de que vivimos al fin de los tiempos? Yo, Luiko de Jesús —puertorriqueño de nacimiento y norteamericano por adopción—, he sido calificado por Cristo como Su hermano, último catedrático de este tiempo y, más aún, como el hijo de Dios que convive en este planeta. Preexistí en el cielo al lado del Arcángel Miguel (Jesús) durante tiempos inmemoriales, y vengo con la extraordinaria misión de demostrar, particularmente a los ministros evangélicos de este tiempo, cómo os debéis comportar si queréis ser hallados sirviendo a Jehová y no a Lucifer (Alá) y sus intereses materialistas.
Estoy, como declara la Escritura, sonando ya la trompeta para que esta dé sonido cierto y todos nos preparemos para la final batalla del Armagedón. Todo lo que está escrito hay que aceptarlo porque la Palabra de Dios es muy eficaz. No es un relajo ni tampoco un teatro; veamos: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos…” (Hebreos 4:12). Y dice, además, la Escritura: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Amigo lector, es muy necesario que entiendas que el fin ha llegado, y que la guerra es inminente y profética. El preámbulo del Armagedón, que está bajo la quinta trompeta de Apocalipsis 9, ya comenzó con la guerra entre Estados Unidos e Irak. El conflicto ha abierto una tregua, pero no ha terminado. Veamos las partes más importantes de Apocalipsis 9 y de aquello que ocurrirá bajo la quinta trompeta. Comencemos a leer allí:
(1) “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.
(2) Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo.” (Apocalipsis 9:1-2)
En mi calidad de intérprete, amigo lector, te iré simplificando el mensaje que Dios quiere enviarte. Ello, a la vez, constituirá el sello de mi legitimidad profética. Juan ve caer una estrella que tenía la llave del abismo. Es menester entender que son llaves simbólicas. Y más adelante podrá constatarse que la estrella que cae del cielo a la tierra no es otro que Luzbel. Aludiendo a este hecho, Cristo mismo dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). Preguntémonos: ¿Dónde descendió Luzbel, y adquirió el potencial para abrir el pozo del abismo? Te lo contesto de inmediato: Luzbel descendió con el nombre de Alá en la Palestina, y es ahí donde ha abierto el pozo del abismo. Noten ustedes que la palabra pozo correctamente definida proyecta la idea de un lugar relativamente pequeño; y aplicado simbólicamente, es de suficiente amplitud para extenderse muchas millas de distancia en el planeta Tierra —planeta este al que realmente se le llama abismo (véase Génesis 1:2 a ese respecto). El señalamiento en torno al obscurecimiento del sol y el aire (Apocalipsis 9:2) debe entenderse figurativamente como tenebrosidad y contaminación por causa de los armamentos bélicos que están en utilización preeminentemente por parte de Estados Unidos. Continuemos la lectura:
(3) “Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra.
(4) Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.” (Apocalipsis 9:3-4)
Analicemos: Las langostas representan tanques y otros artefactos bélicos utilizados cuando se está en guerra. Estos tanques de guerra que con poder bélico atacan, tienen la autoridad de Dios para así hacerlo. Nótese cómo se les ordena controlar sus ataques, a tal punto que sólo dañen a los hombres que no tienen el sello de Dios en sus frentes. El sello del Dios vivo es el Evangelio, que ideológicamente aceptamos en el interior de nuestras mentes. Por consiguiente, los hombres que no tienen el sello de Dios son antievangélicos —como los musulmanes, quienes pretenden salvarse por sus obras, habiendo descartado al Salvador Jesús y habiéndolo sustituido por Mahoma—. Es fácil entender que Norteamérica ataca a los fines de detener a hombres que realmente no están justificados por Dios, pues constituyen gente inescrupulosa como Saddam Hussein y otros, quienes siendo anticristianos cometen delitos como los ataques a las Torres Gemelas y el asesinato de personas como Daniel Pearl, a quien despiadada y cruelmente degollaron.
Dicho de otro modo, estos versículos señalan que no deben pagar justos por pecadores, sino los hombres que no tienen justificación por parte de Dios. No hay duda que en una gran medida se está hablando de los seguidores de Mahoma o adoradores de Alá. Seguimos leyendo:
(5) “Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
(6) Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.” (Apocalipsis 9:5-6)
La preferencia de Dios es que estos hombres no sean aniquilados, sino simplemente atormentados. Además, enfáticamente, se señala que buscarán la muerte; ¿quiénes, sino los fanáticos musulmanes, son los más apresurados para buscar la muerte? Cuando las cosas no les salen bien prefieren suicidarse. Nos dice la Escritura que “la muerte huirá de ellos”. De algún modo misterioso, pero eficaz, Dios dará al traste con esa perspectiva hasta que puedan ver los efectos de su imprudencia y, simultáneamente, se sorprendan al ver que el legítimo Dios de los cielos no está con ellos. Verán que han sido víctimas de un engaño satánico. Aprovechen aquellos musulmanes que deseen realmente la vida eterna; arrepiéntanse y comiencen a depender de Cristo, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida…” (Juan 14:6).
Cuando el tiempo es utilizado en la Escritura nunca es cronométrico. Se habla de cinco meses; si pasan tres, cuatro o seis meses, o más, la profecía ha sido muy acertada. Porque la profecía se altera en términos circunstanciales sin que este hecho importe, pues lo que importa es lo que esencialmente se está proponiendo. ¿Qué es lo que se está señalando en estos versículos? Que Estados Unidos, con la autoridad de Dios, atacará a los descendientes de Alá, y los hará rabiar a tal punto que hará crecer un espíritu de venganza en ellos. Esto servirá a los fines de que continúen descubriéndose como lo que son: descendientes de Luzbel, educados por este para matar y destruir. Se conseguirá de ese modo que los bandos para el conflicto final queden definidos: el rey del norte, representado por los palestinos; y el rey del sur, representado por los norteamericanos.
Los próximos cuatro versículos de Apocalipsis 9 constituyen una clara descripción de fuertes carruajes bélicos evidentemente modernos como lo es un tanque de guerra. Hemos de recordar y reconocer que el escritor del Apocalipsis no tenía conocimiento de estos modernos artefactos de guerra que no habían sido ni siquiera inventados. Es lógico, entonces, que utilice animales para describirlos, sin que falten claros indicios que describan estos artefactos modernos; veamos:
(7) “El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas;
(8) tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
(9) tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla;
(10) tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses.” (Apocalipsis 9:7-10)
Pasemos ahora al versículo 11, donde leemos:
(11) “Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.” (Apocalipsis 9:11)
El rey que sobre ellos está lo hemos definido como Lucifer. Es obvio que aquí se confirma por el hecho de que Abadón significa «destructor». Y ya hemos señalado reiteradamente que es una referencia al cabecilla de los terroristas palestinos. El pronombre “ellos” es una alusión a estos terroristas; ni modo que podamos pensar que es una referencia a los norteamericanos. Ya hemos establecido con antelación que Estados Unidos es el país evangélico por excelencia, el cual, más bien que destruir, construye. Ya ustedes podrán presenciar en los meses posteriores cómo Norteamérica construye. Los verán diciendo presente durante la reconstrucción de lo que destruyeron. Vamos ahora al análisis del versículo 12:
(12) “El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto.” (Apocalipsis 9:12)
Durante este fin del fin nos dice la Inspiración en este extraordinario capítulo, que habrá tres grandes lamentaciones (ayes). Nótese que bajo la quinta trompeta ha aparecido el primer “ay” o la primera lamentación —pues todos, o al menos la mayoría, deseamos la paz y no la guerra—. Es, pues, este conflicto muy lamentable para los que amamos la paz duradera. Desgraciadamente, el mundo convulsionado en que vivimos tiene que desaparecer, a los fines de que aparezca esa paz y esa libertad duradera que tanto anhelamos, y que Dios nos ha prometido.
No sabemos el tiempo que transcurrirá entre la quinta y la sexta trompeta, pero es evidente que será muy poco tiempo. Una cosa sí sabemos: Cuando llegue el segundo“ay” que aparece bajo la sexta trompeta (en el versículo 13 del mismo capítulo 9) la guerra se intensificará notablemente. Recuerde el amigo lector que los orgullosos y fanáticos musulmanes promoverán, mientras les quede hálito de vida, el resentimiento y el rencor contra la nación que Dios ha elegido para representarlo al fin de los tiempos. Recordemos, además, que la sangre llama, y el Misterio de Iniquidad estará estimulando a los resentidos; provocando así que nuestra querida nación sea objeto de traición por algunos que ahora son sus aliados. Durante la sexta trompeta, la oposición será mucho más resistente y la lucha más feroz.
Sigamos leyendo lo que aquí se nos describe:
(13) “El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios,
(14) diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Eufrates.” (Apocalipsis 9:13-14)
Nótese el cumplimiento de lo que anteriormente les había señalado: Los cuatro ángeles que están en el río Eufrates se hayan atados; que significa que están limitados en la función para la cual han sido predeterminados. El desatar a los ángeles implica darles autoridad a los fines de que inicien la acción punitiva y final en la intensa forma que apunta la profecía; y, por consiguiente, la lucha alcanzará niveles mayores de intensidad bélica, por lo cual, indubitablemente, ocurrirá una gran matanza. En los versículos 15 y 16 de este capítulo, se habla de que una tercera parte de los hombres alcanzará la muerte. Es probable que en esta parte del conflicto ya se estén utilizando armamentos bélicos de destrucción masiva; lo decimos por la extraordinaria cantidad de muertos que los próximos versículos señalan. Los ángeles están atados cerca del río Eufrates, porque es allí donde va a iniciarse el Armagedón, en esa zona del Oriente Medio.
Los próximos tres versículos, del 17 al 19, enfocan nuevamente la descripción de los armamentos bélicos; veamos:
(17) “Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre.
(18) Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca.
(19) Pues el poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas; porque sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban.” (Apocalipsis 9:17-19)
Y al final de este capítulo, se enfatiza en la falsa adoración que realizan los adoradores de Alá:
(20) “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;
(21) y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.”
(Apocalipsis 9:20-21)
Es bueno observar que son señalados como homicidas, idólatras y ladrones; muy clara la definición de los aquí señalados, que no son otros que los fanáticos descendientes de Ismael o los islámicos. Hasta aquí, hemos podido ver cómo de tres lamentaciones o“ayes” se está viabilizando la primera lamentación, bajo la quinta trompeta; y estamos próximos a la segunda lamentación, bajo la sexta trompeta. Esta segunda lamentación aparece en Apocalipsis 11:14, después de hablar un poco sobre los dos testigos. El tercer y último “ay” o lamentación aparece bajo la séptima trompeta.
Siendo yo, como me ha comunicado el Señor, el segundo testigo o el hijo de Dios que convive en la tierra ahora al fin de los tiempos, puedo decirte con toda seguridad que este tercer “ay” será después de mi partida; ocurrirá cuando yo, en calidad de último catedrático, haya completado mi testimonio (Apocalipsis 11:7). Habré dejado el camino aparejado para la venida de mi hermano Jesucristo y la restauración del Israel de Dios. Esta lamentación final es la más fuerte, por cuanto implica la desaparición de aquellos que Dios quiso bendecir, pero que en virtud de su comportamiento antagónico a Dios hubieron de ser aniquilados por Dios mismo. Y es de ese modo que se cumple lo que dice el versículo 15 de Apocalipsis 11, donde se lee del modo siguiente:
(15) “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.”
El Señor aquí mencionado no es otro que Cristo. Y cuando eso ocurra, Cristo ya me habrá colocado en la posición que habré de ocupar para la eternidad; esto es, en calidad de un “tipo” de Su propia personalidad.
Cerraremos ahora este capítulo diciéndote que cuando el tercer “ay” ocurra ya estaremos en la compañía de nuestro Dios. La batalla del Armagedón habrá abierto una tregua de mil años, y luego de los mil años se culminará; culminación esta que aparece descrita en el capítulo 20 de Apocalipsis. Pero queremos enfáticamente decirte que Armagedón ha comenzado, y en este artículo te hemos marcado su origen y desarrollo. Recuerda que el sonar de la séptima trompeta de Apocalipsis 11:15 marca la tregua antes señalada. Y recuerda, además, que estamos bajo la quinta trompeta, y las próximas dos serán continuas.
Por consiguiente, no subestimes esta profecía y no dejes de prepararte para el fin del mundo. Para tal realidad debes rechazar a los sofistas ministros de este tiempo, quienes pretenden tranquilizarte con mentiras para ellos poder vivir holgada y cómodamente en sus posiciones, socialmente hablando. Juro solemnemente que te he dicho la verdad y nada más que la verdad; por lo cual tienes, si es que quieres mantener salud emocional y salvarte, que ponerte en posición de observar lo que habrá de ocurrir con este ministerio, que constituye la señal que habría de poner Dios entre los gentiles y a la cual se alude en Isaías 11:11-12 y en Isaías 66:18-19, veámoslo:
(11) “Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar.
(12) Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra.” (Isaías 11:11-12)
(18) “…tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas; y vendrán, y verán mi gloria.
(19) Y pondré entre ellos señal, y enviaré de los escapados de ellos a las naciones, a Tarsis, a Fut y Lud que disparan arco, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no oyeron de mí, ni vieron mi gloria; y publicarán mi gloria entre las naciones.” (Isaías 66:18-19)
Mi función es reunir al pueblo gentil que habrá de integrar el Israel de Dios, el cual compró mi hermano mayor con Su sangre. Seré la segunda señal que atraerá la atención de los gentiles por mi vindicación o rejuvenecimiento. No dejes de estar pendiente a este ministerio para que tengas sentido de dirección y puedas ver en ese hecho la señal para los gentiles. Recuerda que hay otra señal además de la anterior que fue para los judíos (la resurrección de Jesús). Ahora habrá una señal para los gentiles, quienes quedarán como miembros del pueblo; y esa será la obra de este servidor, el Profeta del 2000, el también hijo de Dios que ha sido enviado a este mundo. Así te ayude Dios.