
El Viejo Testamento, tanto como el Nuevo Testamento, son inspirados y de igual valor (2 Timoteo 3:14). Ningún desacuerdo o contraste existe entre ellos. El Nuevo Testamento no toma el lugar del Viejo, por lo tanto, no presenta una nueva religión. El Nuevo Testamento es el desarrollo y culminación del Viejo.
Las sombras o figuras del Viejo Testamento alcanzan su cumplimiento en el Cristo del Nuevo Testamento. De manera que el Viejo Testamento es un libro incompleto si le faltare el Nuevo Testamento, y el Nuevo Testamento sería un libro sin principio se le faltare el Viejo.
Es imposible tomar el Nuevo Testamento separadamente y establecer una religión fundamentada en este únicamente, sin tomar en consideración la fe de Israel. El Nuevo Testamento descansa y se origina en el Viejo Testamento, e ignorar este hecho es un grave error que nos llevará a distorsionar el mensaje de la Biblia. Aquel que tal error comete, pasa por alto la afirmación central del evangelio Novotestamentario: Que Cristo cumple lo que el Viejo Testamento señala como la esperanza de Israel. Para corroborar lo hasta aquí dicho, analizaremos los siguientes hechos bíblicos:
- A Abraham le fueron hechas las promesas del Salvador (Génesis 22:17). Esta es la misma promesa que fue dada en el Edén (Génesis 3:15). Estas promesas fueron hechas no sólo a Israel, sino a todo el mundo. Abraham sabía que esta promesa se trataba del Mesías o Salvador del mundo (Juan 8:56). Cuatrocientos treinta años más tarde, luego de Dios haber confirmado la promesa de Cristo a Abraham, ocurre otro gran evento: Dios da Sus leyes a Moisés. Estas leyes de distintos usos y alcances se dividían como sigue:
- Ley Moral o de Dios
- Ley Ritual o Ceremonial
- Ley de Salud
- Ley Civil
Por lo menos nos interesan las dos primeras. Es necesario que relacionemos estos dos grandes eventos: la promesa dada a Abraham y la ley dada a Moisés. El apóstol Pablo señala en Gálatas 3:17-19 dos cosas, a saber:
- Que la ley no abroga la promesa hecha a Abraham.
- Que la ley fue puesta por causa de las rebeliones.
Podemos entonces deducir que la salvación seguiría siendo por la promesa, y no por la ley, y que la ley serviría a los fines de mantener la esperanza de la promesa —sin la ley, Israel se habría ido degenerando hasta el paganismo y habría perdido la esperanza de la promesa—. De manera que la ley fue dada para mantener a Israel consciente de la promesa y de su necesidad por el Mesías. La ley hacía esto de dos maneras:
- Sus inflexibles requerimientos morales servían como un constante recordatorio de sus pecados y los mantenía conscientes de su necesidad de bendición.
- La ley ceremonial prefiguraba esa redención. Por ejemplo: Todo holocausto era una prefiguración del verdadero ofrecimiento que Cristo habría de hacer. A esto se refiere el apóstol en Hebreos 9:11-15.
De manera que claramente podemos establecer que el Nuevo Testamento es el cumplimiento del Viejo Testamento. Por eso fue que Cristo pudo decir a los fariseos —cuando aún no existía el Nuevo Testamento— que escudriñaran las escrituras porque ellas daban testimonio de él (Juan 5:39).
Resumiendo, hemos comprobado cómo las sombras y símbolos del Viejo Testamento se tornan una realidad en el Cristo del Nuevo Testamento. Ambos testamentos se complementan, por lo tanto, son inseparables.
“La Verdad está por encima de todos los hombres, no es opcional ni negociable.” Luiko de Jesús