Profeta del 2000 Plantea Única Alternativa a Seguir por Estados Unidos y Demás naciones del Orbe

Los últimos cinco meses he venido escribiendo una serie de artículos en el periódico Palestra bajo el título de El Fin ha Llegado.  Me corresponde escribir el quinto artículo de dicha serie, y la providencia divina ha determinado que al hacerlo hubiese ocurrido el ataque terrorista contra Norteamérica, específicamente contra Nueva York, el Pentágono en Washington, y Pennsylvania, lo cual me da la oportunidad de hacer un exhaustivo análisis en torno a este acontecimiento bajo esta sección.  A tenor con lo que mis colaboradores han percibido en el ambiente isleño, son muchos los lectores de Palestra que aguardan mi opinión a ese respecto.  Sin más preámbulo vamos al análisis.

Soy un fundamentalista, biblicista radical, pues creo firmemente en todo lo que dice la Palabra de Dios (la Biblia), y no creo, sino que sé que lo que está ocurriendo no se va a detener hasta cumplirse toda profecía que sale de la boca de Jehová.

El mundo ha relegado a Dios y a Su Palabra a un segundo plano y quizá a un tercero, y a tenor con lo que recientemente ha ocurrido, va a ser indudablemente sorprendido cuando toca su fin y culmina la profecía bíblica.  No solamente carecen de información en torno a la profecía final, sino que tampoco están preparados emocionalmente para una confrontación de esta naturaleza.  Por consiguiente, la magnitud del evento será súper devastadora para las débiles y desajustadas emociones del hombre moderno.

Muchas y diversas opiniones traen los supuestos pastores, reverendos y sacerdotes de nuestros días.  Parece increíble escucharlos en sus tontas declaraciones.  Este servidor de ustedes, Luiko de Jesús, proclamado por el Señor Jesús como Su hermano y último catedrático de este mundo, no está sorprendido por esta situación en lo mínimo, pues era de esperarse a tenor con la condición de los tiempos, pero sí estoy estupefacto ante las estupideces vertidas por los dis que educadores bíblicos de la sociedad mundial.

Un comerciante del templo llamado Rodolfo Font emite de inmediato, impensadamente, su opinión:  “El mundo no se va a acabar.”  Yo le digo a Font:  ¡Ridículo!  ¿Acaso el Maestro no dijo literalmente del siguiente modo?:  “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14); pero tú no crees, ¿verdad?  No te conviene creer porque eres un rey de este mundo, vives demasiado bien; tus ojos se niegan a ver y tu entendimiento se niega a percibir; pero yo no quiero estar en tu carne cuando Jesús te sorprenda y te aplique lo que te mereces por oponerte a Su Palabra.  ¿De qué fin está hablando Jesús, piensas tú?  ¿Del de Amway?  Es obvio que es del fin del mundo, pues precisamente el mundo es el sujeto del contexto.  Noten esta otra aseveración, no menos ridícula, la misma fue emitida por el arzobispo de San Juan, Roberto González Nieves:  “Hace dos mil años que Cristo vino y todavía estamos pecando.”  Y yo le digo a Roberto González:  Y aunque pasaran más de un millón de años, seguiríamos pecando, ¿sabes tú por qué?, porque el hombre está inherentemente enfermo de pecado, y eso es lo que enseña la Escritura de una manera precisa y clara (Romanos 3:10). ¿Cómo es posible que un hombre que pasa por alto los más fundamentales principios educativos que Dios tiene para nosotros pueda ser llamado educador teológico de todo un pueblo?  Esto es algo inconcebible.

Amigo lector, la realidad es más triste de lo que siquiera te imaginas.  La verdad es escueta, llana e irreversible.  Las iglesias históricas, comenzando por Roma, le han escondido la verdad al pueblo, se han identificado con el materialismo de nuestros días, y hablan como lo que son: detractores de Dios.  Se han sentado gloriosas, diciendo: “…Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto; por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga” (Apocalipsis 18:7-8).

Mi querido amigo lector, si quieres obtener buena información sobre el fin de este mundo, tendrás que escuchar la voz invariable y certera de este catedrático del fin que Dios ha colocado ante ti para dirigir tus pasos durante los momentos finales del mundo presente.  No es alarmismo ni amendrentamiento, tampoco presunción, los oráculos divinos no han fallado nunca ni fallarán.  Es simplemente una realidad remediable para aquel que tenga la valentía de informarse de un modo correcto.

Ser realista y creer a Dios no es ser alarmista.  No permitas, bajo ningún concepto, que ningún mercader del templo, sea católico o protestante, te desvíe de la orientación que te ofrece la Santa Palabra de Dios.  Desde este humilde periódico Palestra exponemos la Sagrada Palabra, y estaremos orientándote en términos proféticos para tu mejor estar al fin de los tiempos.  No dejes de prestarnos la atención necesaria a tales efectos.

Este servidor de ustedes, el Profeta del 2000, no tiene intenciones materialistas, y menos económicas, solo deseo canalizar la voluntad de Dios.  Continuamente he invitado a los “sapientes” de este mundo para que debatan conmigo ante el público en torno a las profecías bíblicas, cosa que no hacen porque no les conviene ser descubiertos.  Ya les he dicho que el diablo ha tenido éxito por medio de Roma, ocultando la Palabra sencilla y salvadora y colocando en lugar de esta una fe distorsionada y condenatoria que Roma ató en el Concilio de Trento para los años 1545-1563.

En el siglo XVI Dios levantó a un hombre llamado Martín Lutero a los fines de devolverle la verdad al pueblo, sin embargo, los poderes de las tinieblas —con su cede oriental en el Vaticano (son dos grandes cedes:  una en Roma y otra en La Meca donde nació el islamismo de Alá que no es otro que Satán)— no han dado tregua y han seguido enfatizando en un falso Evangelio de fe más obras.  Como el mundo protestante ha sido saturado de romanismo —madre de las abominaciones—, y hoy por hoy, en principio, son más católicos que los romanos mismos, el mundo volvió a quedar en tinieblas, y los destellos de luz que Dios quiso traer por medio de Lutero y los reformadores fueron nuevamente apagados, cumpliendo así con la profecía de Apocalipsis 14 donde se nos dice que Roma “ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación” (Apocalipsis 14:8).  Esos destellos de luz traídos por Martín Lutero son los que el cielo trata de revivir por medio de este servidor de ustedes.  Una lucha dura, muy cuesta arriba, sin embargo, Dios intervendrá directamente porque ya no está dispuesto a tolerar más.  Por eso no debes sorprenderte si te declaro que el fin ha llegado.

Amigo lector, soy oriundo de Hatillo, Puerto Rico.  Nací en ese costanero pueblo un 7 de septiembre de 1930, bajo el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, y aprendí a amar a esa nación como si fuera la propia.  Me duele ver cómo los sofistas, diciendo que la aman, aparejan el camino para su destrucción.  Estados Unidos ha servido mucho a Cristo, ha sido el puente difusor más amplio que jamás haya tenido el Maestro de Galilea en el mundo.  Pero el engaño católico la ha sobrecogido y el famoso “blessed” podría convertirse en un “cursed”.  Es necesario que Norteamérica sea concienciada y se le muestre dónde radica su “talón de Aquiles” y de qué modo Satanás o Alá la quiere destruir.  Norteamérica no puede identificarse con el Papa de Roma, a quien la Biblia señala como “el hombre de pecado, el hijo de perdición” (véase Segunda de Tesalonicenses 2:3-4) y, además, tiene que alertarse contra las pretensiones del musulmanismo o del Islam.  Me propongo en este escrito alertar a Estados Unidos.

Dios quiere lo mejor para Norteamérica, pero tiene esta que someterse a Su voluntad y no pretender desoírle y triunfar.  Considero a la nación Norteamericana como la nación más gloriosa que haya dado la historia en toda su extensión, más grande que Grecia, más grande aun que Roma; en fin, la más grande de las naciones desde el punto real de que fue Dios el que la levantó, desarrolló y culminó.  Y gracias a eso hemos podido difundir el Evangelio en muchas partes del mundo.  Pero toda esa grandeza podría quedar aniquilada si desoye a Dios y cae en las trampas del catolicismo y musulmanismo.  Necesitamos urgentemente retornar a la Palabra, pero mientras estemos alcahueteando unos hombres que no creen en esta, y la denigran, iremos de mal en peor.  ¡Que Dios proteja Norteamérica!

Vamos al meollo de la situación; veamos con simpleza lo que está ocurriendo.  Evaluemos ahora porqué el diablo pretende poseer y destruir a Norteamérica.  Los principios en que se fundamentó Norteamérica cuando se constituyó en una gloriosa nación son principios de lo alto que Dios propuso.  Dios necesitaba una nación como Norteamérica a los fines de poder salvar al mundo por medio de ésta.  Fue así que Dios construyó a Estados Unidos para el beneficio del mundo y el establecimiento de Su propio gobierno.  Dios comenzó Su obra evangélica en Norteamérica y la va a terminar con Norteamérica.  Si el diablo lograse arrebatarle Norteamérica a Dios estaría dando un paso enorme en sus perversos propósitos, porque el mayor deseo que tiene Luzbel es evitar que Norteamérica concluya el trabajo que Dios le designó.  En el transcurso de los años el diablo ha deseado destruir a Norteamérica, y lo habría hecho bélicamente si le hubiese sido factible; pero Dios desarrolló y equipó a esta nación para que eso no fuese posible.  Sin embargo, el diablo sigue teniendo acceso a Norteamérica por métodos ideológicos y sofisticados.  He ahí el porqué este servidor está aparejado para concienciar a esa nación de que no debe ser llevada de todo viento de doctrina, y para concienciarla de que Dios es su Señor y que tiene unos propósitos finales para con ella.  Cristo, quien conversa conmigo frecuentemente y me asesora en esta tarea inmensa, me ha declarado que soy el último catedrático teológico de este mundo.  Para lograr esa concienciación, con miles de sacrificios económicos y con la oposición de católicos, protestantes y musulmanes quiero comenzar ese proceso de predicación advertidora a los fines de que América, en especial Estados Unidos, no caiga en la trampa preparada por Luzbel y no siga marchando hacia el abismo que éste le tiene preparado desde hace ya mucho tiempo.  América Latina se entregó al catolicismo satánico, pero la población norteamericana aún está a tiempo de evitar sumergirse en ese abismo junto a América Latina.  Hablar de América Latina es hablar de catolicismo, pero hablar de Norteamérica es hablar de protestantismo y Evangelio.  Ahora, este servidor de Dios y cotestigo junto a Cristo conforme a la profecía de Apocalipsis 11 ha sido aparejado, como expliqué anteriormente, para concienciar a Norteamérica, y lo voy a hacer independientemente de lo que me pueda costar.  Como dije antes, soy nacido en Hatillo, Puerto Rico y bajo el gobierno de los Estados Unidos de América, pues Puerto Rico pertenece política y administrativamente a Norteamérica.  Así como el primer catedrático y testigo de Dios, el Señor Jesús de Nazaret, provino de un lugar sin importancia del conglomerado oriental (esto es, Belén de Judea, donde nació nuestro Señor), igualmente este último catedrático y segundo testigo, conforme lo ha declarado Dios, nace en Hatillo, Puerto Rico, un pequeño pueblo costanero sin mucha importancia, pero en calidad de ciudadano norteamericano.

Señoras y señores, conciudadanos míos, de lo primero que debéis ganar conciencia es que Estados Unidos ha estado por mucho tiempo colocado en la agenda satánica por medio de dis que profetas que realmente son herejes y malos intérpretes de los oráculos divinos.  Estos falsos profetas señalan que Norteamérica está en la profecía como la segunda bestia de Apocalipsis 13:11, cosa que este servidor puede probar que es un mentís en términos del propósito divino, sí lo es en términos del propósito satánico, pues a eso la quiere llevar Satanás.  Pero mientras las verdaderas bestias pasan desapercibidas, Norteamérica está siendo considerada por muchos como un gobierno que sufrirá una transmutación y habrá de convertirse en el poder perseguidor del cristianismo en el escatón (fin).  A ese respecto, a su tiempo traeré las pruebas, pues este tema no consta de un sólo artículo, sino de una serie de artículos que bajo el título de El Fin ha Llegado estaré publicando por medio de Internet.

La tragedia nos ha sobrecogido conciudadanos, seamos realistas, el acto terrorista del 11 de  septiembre de 2001 es el más devastador de la historia, el más cruel y despótico.  No son terroristas, son asesinos de Luzbel, fanáticos religiosos, pues les quiero advertir y concienciar de que esta no es una guerra étnica, económica o política per sé ni de ninguna otra clasificación social, es, como dice el musulmanismo, una guerra de carácter religioso, y de eso tenemos que estar conscientes.  Es decir, tenemos que entender y comprender cuáles son las verdaderas causas que originan que estos fanáticos religiosos, criminales de Luzbel o Alá, quieran destruir a Norteamérica.  No existe propaganda ni métodos persuasivos para que desistan de sus ideas, pues como fanáticos religiosos son seres cuasipensantes, movidos por una fuerza depravada, maligna y sanguinaria; como lo demostraron los actos más cobardes que ha narrado la historia.  Porque se necesita ser cobarde para sorprender a un pueblo que labora en pro de una mejor vida social y asesinarlo por medio del factor sorpresa.  ¡Qué bárbaros!  Los nazi se quedaron cortos ante estos asesinos detractores de la verdad.  Felicito a Norteamérica y a su gobierno, especialmente a su Presidente y a todo el personal del Pentágono por la calma demostrada ante hechos tan crueles e insospechados.  Si hubiese sido el fenecido Presidente Harry S. Truman el que estuviera en este tiempo gobernando ya saben ustedes cuál hubiera sido su contestación, nada menos que una bomba de hidrógeno.

Dos Principios en Pugna

Dijo Cristo:  Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15); mientras dice Roma:  “Id y predicad el quehacer humano”. Veamos cómo a pesar de la simpleza de estas palabras, las mismas constituyen todo un mundo de controversia.  El Evangelio no es otra cosa que el quehacer de Cristo en favor de los hombres, mientras que el romanismo enfatiza en el quehacer del creyente.  Tiene que ser así, pues el romanismo es un poder que esclaviza al hombre; y si logra (como ha logrado) colocar al hombre en un continuo quehacer para salvación, podrá entonces (como ha sido) crear un imperio bajo el quehacer humano, que coloque a unos pocos (el Clero) en posición de señorío y a los muchos (el pueblo) en posición de servidumbre.  Por eso cuando miras a Roma ves en el Papa un soberbio señor de este siglo, que permite culto de dulía (adoración); un rey de este mundo y un alcahueteado príncipe romano.  Jamás Cristo ha ordenado al Papa como Su vicario.

Recuerden, mis queridos conciudadanos de América, que donde está Cristo hay libertad.  Dice el gran apóstol en Segunda de Corintios capítulo 3, versículo 17: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” Y yo les pregunto:  ¿libertad de qué?  Se los diré:  libertad de condenación (en términos exegéticos) y libertad para el quehacer (aplicativamente hablando); dicho de otro modo:  libertad para participar en el teocrático gobierno divino, lo cual implica libertad de esclavitud y servidumbre.  No es libertad de pecado, como dicen algunos, pues el hombre será pecador hasta la hora de su muerte misma.  Es, simplemente, libertad de condenación y circunstancias democráticas.

A los fines de poder entender esta aparentemente simple controversia, es menester que veamos estos dos principios tan claramente establecidos en la Escritura como puntos que se oponen entre sí en materia de salvación.  Vamos a ver, sin ambages y con toda sencillez, cómo la pretensión del Concilio de Trento, de que el hombre es salvo por fe más obras, nos acarrea un trágico final; y contrario a esto, veamos cómo la total dependencia en Cristo es el único camino hacia la victoria.

Vamos a tomar el origen mismo de las cosas como punto de partida.  La historia comienza con dos adoradores:  el uno llamado Caín; el otro llamado Abel.  Nos dice la narración original en el libro de Génesis 4, que con el decurso del tiempo Caín trajo una ofrenda a Jehová, mientras que Abel trajo otra.  Cuando el apóstol Pablo va a interpretar el acontecimiento de Caín y Abel, nos comenta en el capítulo 11 de su carta a los Hebreos del siguiente modo:  “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo…” (Hebreos 11:4). Debe notar el amigo lector que no fue la justicia inherente lo que hizo la diferencia entre ambos adoradores, sino la ofrenda.  Estamos, señoras y señores, en el meollo mismo de la controversia.  Fue la evangélica conducta de Abel lo que propició que Dios le tomase por justo, no fue su justicia inherente, sino más bien la ofrenda que hizo de este (Abel) un ofrecedor idóneo.  Mientras que Caín ofreció los frutos de la tierra, Abel ofrendó un cordero —símbolo de la justicia de Cristo—.

Hagamos un breve análisis de ambas ofrendas:  La ofrenda de Abel es símbolo de la justicia de Cristo; mientras que la de Caín representó la justicia de los hombres.  Es menester que en estos instantes recordemos que el sustantivo Adam literalmente significa:  «hombre formado del polvo de la tierra».  Por consiguiente, los frutos del adorador, en este caso de Caín, simbolizaban los frutos que puede dar el hombre.  En esos frutos Dios puso la semilla y le dio la germinación, pero Caín hizo el surco en donde colocó la semilla, y Dios no está dispuesto a tolerar ningún fruto de componenda humana.  En el caso de Abel, el cordero fue una obra divina de forma total.  Abel ofreció aquello que no contenía un solo ápice de confección humana y que simbolizaba la obra completa de Jesús de Nazaret, mi hermano mayor y primogénito de Dios.  Puedes ver ahora, mi querido hermano, por qué Pablo dice que Abel ofreció mejor sacrificio que Caín y que por su ofrenda fue hallado justo.

En esas dos ofrendas resumimos la gran controversia que ha suscitado Roma; controversia esta que parecería baladí para el incauto y el ingenuo, pero que realmente es de trascendental importancia, pues en ello te va la vida.  Si quieres salvar tu vida y agradar a Dios, debes marchar ante Dios con la justicia del Cordero, nunca con tu propia justicia como ha pretendido y ha logrado Roma que marches.  Así lo expresó el gran apóstol Pablo:  “y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:9).

Nota:  Dos adoradores distintos, el uno llamado Abel, que fue aceptado; y el otro llamado Caín, que fue rechazado.  Caín es equivalente de catolicismo, ambos empiezan con “ca”.  El catolicismo no es simplemente una secta, como muchos piensan, es más bien una forma equivocada de acercarse a Dios.  Por eso su énfasis es de carácter subjetivista; mientras que el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo o la justicia de Cristo es objetiva.  Así quiere Dios que seamos:  objetivos y dependientes en Cristo.  Toda subjetividad y misticismo oriental debe quedar fuera, so pena de perdernos.  Por eso pudo Cristo decir:  “…Yo soy el camino, la verdad, y la vida…” (Juan 14:6);un camino totalmente objetivo, aunque con resultados subjetivos.

El catolicismo, lamentablemente, lo digo con pena, ha logrado colocar a todas las iglesias protestantes al mismo nivel subjetivo que ellos; nótese que el mahometismo no es una excepción.  El énfasis del Islam es la conducta del hombre, ejemplarizada por Mahoma (quien en realidad fue un hombre común y corriente con tendencias pecaminosas como así lo registra la historia).  La profecía de Apocalipsis 14:8 es una profecía cumplida, pues Roma ha dado a beber del vino del furor de su fornicación a todas las sectas protestantes.

A pesar de la aparente simpleza de estas cosas, comprendo que es menester el levantamiento por parte de Dios de una persona que, como yo, es un especialista de estos asuntos, para poder concienciar al mundo cristiano en torno a este punto.  Estamos tan compenetrados en nuestros propios asuntos en torno al diario vivir, que pasamos por alto los más elementales y básicos argumentos bíblicos o teológicos, pues a estos no prestamos la atención que merecen.  Para eso he sido yo levantado, para concienciarles en torno a la voluntad de Dios.  Mi futuro inmediato dentro de este medio ambiente seglar y religioso no es halagador.  La gran mayoría del Clero romano y el ministerio presente me habrán de tirar con todo lo que tienen.  Pero no empece a la peligrosidad de todo esto, alguien tiene que hacerlo.  Si he sido yo determinado por Dios para que lo haga, así lo haré.  Comprendan el porqué es necesario que conmigo se cumpla una señal, como ocurrió con Cristo.  La señal de Cristo fue Su resurrección.  Dios ha prometido que mi señal, en calidad de segundo testigo del Altísimo, será mi vindicación (rejuvenecimiento); sin embargo, Mahoma careció de señal que lo proclamara como proveniente del cielo.  Continuemos con nuestro  análisis.

Vamos ahora, mis queridos lectores, a otra prueba más en torno a lo que vengo discutiendo.  La Biblia es clara y consistente en su enseñanza concerniente a los que van a ser aceptados y los que van a ser rechazados.  Así como Abel fue aceptado y Caín rechazado, por la significación de sus ofrendas; así será también “uno tomado y el otro dejado”, por el mismo principio (la significación de las ofrendas).  O te acercas a Dios por medio del Evangelio (que es el equivalente de depender de la justicia de Cristo), o te acercas a Dios por medio de lo que te sugiere Roma y su Concilio de Trento (dependiendo de tu conducta).

Si seguimos la enseñanza bíblica al pie de la letra, el que depende de Cristo (el Evangelio) se salva, y el que siga las instrucciones del Concilio de Trento, se pierde.  ¿Ves por qué el Papa constituye “la Bestia”? Por la nefasta obra que ha realizado y realiza, enviando almas a la perdición, fabricando “cainismo”.  ¿Ves qué mucha razón tenía el gran Martín Lutero, el “Guerrero de Dios”, quien devolvió la verdad al pueblo, especialmente en Europa?, verdad esta que Roma volvió a enterrar.  ¿No te das cuenta, amigo lector, que son estas cosas muy serias y que te va en juego la vida?  ¿Por qué no tratas de comprender?  Las grandes masas nunca han sido seguidoras de Dios, sino más bien del príncipe de este mundo, que es el diablo.  Nota cómo Jesús, nuestro gran Maestro y Salvador, se dirigía a Su pueblo:  “No temáis, manada pequeña…” (Lucas 12:32).  Observa la gran enseñanza bíblica y convéncete:  “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14).  ¡Ah… tendría tanto que decirte!, pero a veces pienso que yo, al igual que mi hermano Jesús, quien me precedió, estoy perdiendo el tiempo.  ¡Qué lástima!

Vamos un poco más adelante en la historia de la pugna eclesiástica, y veamos otro ejemplo adicional con el que Dios hubo de bregar del mismo modo que lo hizo con Caín y Abel.  En el capítulo 18 del libro de San Lucas, del versículo 10 en adelante leemos del siguiente modo:

(10) “Dos hombres subieron al templo a orar:  uno era fariseo, y el otro publicano. 

(11) El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:  Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;

(12) ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

(13) Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:  Dios, sé propicio a mí, pecador.

(14) Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (Lucas 18:10-14)

Al analizar la parábola concerniente a estos dos adoradores, vamos a notar que el fariseo era soberbio, y quiso presentarse ante Dios estableciendo su condición superior por sobre otros hombres, pues al decir:  “te doy gracias porque no soy como los otros hombres” está implícitamente diciendo que él es superior a otros.  ¿No es acaso eso lo mismo que hace el Clero romano cuando permite la humillación de unos en favor de la exaltación de otros; cuando permite lo que llamamos en terminología especializada “culto de dulía” a los hombres (o culto de adoración) que sólo debemos a Dios?, asunto este que la Biblia combate al decir:  “Como está escrito:  No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10).  La realidad es que la Biblia enseña:  “…sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso…” (Romanos 3:4).  Siendo Pablo tan claro, al decir:  “No hay quien entienda.  No hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles…” (Romanos 3:11-12), ¿cómo no podemos ver en el romanismo una violación abierta a esos señalamientos divinos establecidos por Dios por medio del apóstol?  ¿De dónde se saca el Clero romano que ellos constituyen una casta superior?  Eso es hacer un mentís de la Palabra.

En esa misma porción bíblica de San Lucas en torno al fariseo y el publicano vemos nuevamente cómo se repite la historia, y es aceptado aquel que reconoce que en sí mismo no tiene méritos, en este caso, el publicano, quien proclamó:  “sé propicio a mí, pecador”.  Es como si dijera:  Yo no tengo méritos para adquirir la salvación, pero tú me la puedes propiciar.  Y fue precisamente eso lo que hizo Dios, propiciar la salvación en Cristo, histórica y objetivamente.  Jamás te puede Dios aceptar en base a unos méritos propios, pues son inexistentes; no los tienes (como tampoco los tuvo Mahoma ni ningún otro hombre con la excepción de Cristo), pero sí te da la salvación gratuitamente si tú aceptas tu condición porque Cristo es la justicia de Dios para salvación a todo aquel que en Él cree.  Es tiempo que a nivel individual y a nivel nacional dejemos la arrogancia, humillémonos ante Dios y reconozcamos que todo lo que tenemos ha sido don de Dios, nada hemos alcanzado por mérito propio, sino que toda dádiva viene de Dios.

Estamos viviendo en lo que la Biblia llama “la séptima etapa de la Iglesia”, que no es otra que la etapa laodicense (véase Apocalipsis 3:14-22).  El lema del laodicense es:  “Yo soy mejor que los demás hombres” (como Caín y el fariseo).  En eso consisten todas las enseñanzas eclesiásticas, excepto la bíblica enseñanza de Lutero, los reformadores y nosotros en este tiempo, que somos partícipes de una fe objetiva, universal y completa que reside en Cristo.  Nuestra fe va dirigida a Él.  Por otra parte, las iglesias contaminadas con el laodiceísmo de nuestros días (que es el equivalente de catolicismo, mahometismo, adventismo y todos los “ismos” excepto el cristianismo) son subjetivistas y centran la atención en la conducta del hombre o supuesto creyente.  El subjetivismo nos llega del oriente, el mismo pueblo de Israel se tornó subjetivista y enfatizó en la conducta del pueblo.  Cuánto más los ismaelitas, pueblo este que se desarrolló lleno de resentimiento hacia Yavé, Isaac y Jesús de Nazaret.  Nota cómo en principio el musulmanismo y el laodiceísmo son iguales.  El laodicense dice:  “Yo soy rico”, el musulmanismo dice:  “Yo soy bueno” (a pesar de tanta demostración de maldad).  Por lo que aprendimos de Caín y Abel, tenemos que entender entonces que son perdidos en manos del diablo.  Hay muchas otras sectas nacidas en Estados Unidos que están enfermas de laodiceísmo hasta el tuétano de los huesos, entre ellas el adventismo, el pentecostalismo y el russelismo.

La mayoría de las religiones en el mundo entero son laodicenses en principio.  Ser laodicense es ser subjetivista, por eso el énfasis de todos ellos es la conducta humana del creyente.  La gran diferencia entre el cristianismo y las religiones del mundo es precisamente que el cristianismo fundamenta su énfasis en una simple teología evangélica, pues el Cristo resucitado es el centro de atención del cristianismo, pero nunca la conducta del creyente.  Es menester que la gente comprenda el Evangelio, su significado y sus implicaciones, pues de no hacerlo estarán en tinieblas, como solía decir el gran Martín Lutero.  Veamos y marquemos enfáticamente la diferencia entre cristianismo y religiones.  Las religiones nos provienen de las observaciones y conceptos de los hombres que en su corta visión tratan de formarse ideas en torno a Dios, contrario a eso, el cristianismo es equivalente a revelación.  La religión es el hombre concibiendo a Dios y conceptualizándolo, mientras que el cristianismo es la revelación que hace Dios al hombre de lo que Él es y pretende hacer con este.  Dicho de otro modo, se oponen entre sí.  Estuve leyendo el libro “Las Religiones Vivas” de Roberto Ernesto Hume, quien presupone ser católico.  Él dice y señala que el cristianismo comete un error al enfatizar en teología y no en la conducta moral que Cristo enseña a los hombres.  Señor Hume, si el cristianismo hiciese eso que usted aconseja sería su muerte, pasaría a ser una religión más.  Debo decirle a usted y a los que como usted piensan que ahí es que radica lo glorioso del cristianismo.  Cristo antes de constituirse en nuestro ejemplo, es nuestro Salvador.  Note el mensaje del ángel a los pastores:  “…porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:  que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11).  Escuche bien señor Hume, no fue un ejemplo lo que nació al estilo islámico o al estilo adventista; fue un hombre que nos salvó en la historia, actuando en representación de la raza humana.  Mire qué claro:  “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto:  que si uno murió por todos, luego todos murieron” (2 Corintios 5:14).  Note señor Hume, nosotros no hemos muerto, pero somos ante Dios, en Cristo, considerados muertos porque nuestro representante murió y pagó de ese modo por nuestros pecados.  En otras palabras, lo que ocurrió con uno es lo que ocurre con todos en virtud del vínculo que es la fe que nos lleva a depender de Él y sus acciones en la historia.  Escuche usted este otro versículo:  “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2).  Observe, Cristo solía decir:  “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo” (Juan 8:23).  Después de esto, ¿a dónde y a quién vamos a buscar?  La condición del hombre que es de abajo, es de muerte porque somos carne, y dicho sea de paso, Pablo llama carne a la obediencia del hombre (no a la desobediencia), pues somos carnales desde que nacemos hasta que morimos; pero si hemos de buscar las cosas de arriba para nuestra salud, miremos al Evangelio (Cristo colgado de la cruz) y sus efectos salvíficos y no miremos nuestra corrompida obediencia y sus efectos mortales.  ¿Ve usted qué equivocado vive?  Hablar de Evangelio es hablar de teología y su método salvífico.  De eso es que tenemos que seguir hablando.

Cuando el hombre se coloca en posición de autocontemplación y de desarrollar un carácter dis que moral, el resultado es muy claro, señor Hume, se convierte en un legalista lleno de formas como le pasó a los judíos, a los católicos, a los seguidores de Mahoma y a tantos otros

La verdadera santidad y desarrollo del carácter cristiano nos llega cuando seguimos el consejo de Pablo de que contemplemos a Cristo y nos apartemos de una fijación en nosotros mismos; observe:  “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).  Para poder enfatizar en una imitación de la conducta de Cristo es necesario la autocontemplación, y como el hombre está corrompido inherentemente, desde el tope de la cabeza hasta la planta de los pies, al autocontemplarse no tendrá un modelo que seguir, sino que se llenará de frustración e incapacidad y de ese modo se tornará formal, legalista e hipócrita como ocurrió con el judaísmo, con el catolicismo y otros como el pentecostalismo y el adventismo por no mencionar al islamismo, que han roto los más altos niveles llegando al fanatismo absurdo e incoherente.  ¿Eso quiere usted para los verdaderos evangélicos?

Cuando predicamos a Cristo colgado de la cruz estamos contemplando el mayor ejemplo de buen comportamiento y conducta moral que jamás haya existido, es decir, que el resultado de ese énfasis es el verdadero y positivo en materia de conducta.  Es algo así como causa y efecto.  Es menester que todos entendamos que la adquisición de un carácter y conducta relativamente moral nos llega de forma natural o espontánea.  Es algo así como las bellas flores del campo que nacen en virtud de la propiciación divina sin que necesiten jardinero que las cuide, pues Dios por medio de Su Espíritu es el jardinero ideal.  En conclusión, mis amigos lectores, el énfasis que Cristo nos ordenó es de carácter evangélico; ya vimos que Pablo lo aconseja, veamos a Cristo determinándolo para la Iglesia:

(15) “Y les dijo:  Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

(47) “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones…” (Lucas 24:47)

(38) “Sabed, pues, esto, varones hermanos:  que por medio de él se os anuncia perdón de pecados…” (Hechos 13:38)

Nótese cómo lo que hay que predicar es el Evangelio, así lo constató también Juan el Revelador de Patmos:  “…Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:10).  Comprendan que el testimonio de Jesús es el equivalente del Evangelio o de lo que Cristo hizo en la historia por testimonio a todas las naciones; es como si dijera:  Porque el Evangelio es la esencia de toda predicación.  No hay lugar a dudas, el énfasis correcto es evangélico y sus efectos son el crecimiento y desarrollo de un carácter relativamente justo (no justo porque el único justo es Cristo; interponer ese orden es un grave pecado contra Dios y Su revelación).  Dejad que las religiones sigan con su subjetivismo, y que nosotros, los verdaderos evangélicos, sigamos en nuestro énfasis teológico o evangélico, fundamentados en la revelación de Yavé.  Así nos ayude Dios.

Hay un viejo adagio que reza así:  “No se puede tapar el cielo con la mano”. Esta consejería especial va de parte del Profeta del 2000 —declarado hijo de Dios y último catedrático de este siglo— para los Estados Unidos de Norteamérica y en especial para sus dirigentes gubernamentales comenzando por el Honorable Presidente George W. Bush.

La realidad es que el control terráqueo no está en nuestras manos, sino en las manos de las potestades de lo alto, esto es, de Dios o Jehová, y Cristo Su hijo, el resucitado, quien como decíamos en un artículo anterior, es la piedra fundamental del cristianismo y el que creó a Norteamérica como nación, instituyendo de ese modo el gobierno en la tierra que Él necesitaba desde el cielo para difundir Su verdad o la salvación; mientras el mahometismo o islamismo usurpa los derechos de Jehová y de Su Cristo logrando instituir a Alá en sustitución de Jehová, pretensiones estas que siempre tuvo el diablo; veamos Isaías 14:13-14:  “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”, cosa que finalmente logró en el oriente por medio de la nación árabe.  Ahora resulta que Norteamérica se niega a respaldar a Dios y a Su Cristo, y con una candidez  increíble enfatizan que “no es contra el musulmanismo, sino contra el terrorismo”.  Pero si somos sensatos y nos preguntamos de dónde proviene preeminentemente el terrorismo, tenemos que concluir que del musulmanismo árabe, de la descendencia de Ismael, el hijo de la esclava, como lo declara Pablo en Gálatas 4:30-31:  “Mas ¿qué dice la Escritura?  Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.  De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.” Dicho de otro modo, el terrorismo proviene de Alá y del vengativo Mahoma, que históricamente ha sido proyectado como un hombre de reacciones vengativas.  ¡Qué distinto a Yavé!, que es el único Dios verdadero, quien dijo:  “…Mía es la venganza, yo pagaré…” (Romanos 12:19) instando de ese modo a Sus seguidores a los fines de que no buscaran venganza personal.  ¿Acaso no podemos ver lo claro que está el hecho de que por sus frutos los conoceréis?:  Cristo produjo pacifismo, véanse las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12); mientras que Alá y Mahoma producen terror, ahí están los hechos para constatarlo.

Es necesario que Estados Unidos sienta la satisfacción y orgullo de identificarse con Yavé y con Su Cristo.  Al fin y al cabo, son inseparables el mundo occidental y el cristianismo, y así mismo son de inseparables el mundo oriental y el mahometismo.  Señoras y señores, ¿no pueden darse cuenta ustedes de que Alá persigue la conquista y sometimiento de Estados Unidos para de ese modo someter al mundo entero y al cristianismo que es la religión original y legítima para quienes Yavé la reveló?  Y Alá, que es el equivalente de Satán, está totalmente identificado con el mundo musulmán o el terrorismo.  De manera que no seamos tan incautos y tratemos de separar lo inseparable.  Una derrota de Estados Unidos es el equivalente de una derrota al cristianismo, y una derrota del mundo árabe es el equivalente de una derrota al mahometismo.  He ahí la sencilla y escueta verdad.  No tengan ustedes duda alguna en cuanto a lo que les digo, porque soy el profeta levantado por Dios para este tiempo:  Así como Lutero fue el profeta para Europa, yo soy para América y especialmente para Estados Unidos.

Observación:

Estados Unidos produjo grandes predicadores y teólogos evangélicos por excelencia.  De estos últimos teólogos evangélicos lo fue el conocido norteamericano Dr. Desmond Ford, quien a pesar que se retiró sigue estando disponible para consultas presidenciales y de otros.  ¿Cómo es posible que con tan extraordinario consejero, poseedor de grandes verdades, se apele a la consejería del Papa de Roma que en principio es el más grande de los musulmanes?; aunque en la apariencia no lo parezca sí lo es en principio, pues ambos sirven a Satán o Alá su equivalente en Islam.  No hay duda, la lucha final será entre el oriente y el occidente.  Así lo profetizó la pluma inspirada en Apocalipsis 16:12, donde leemos:  “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes de oriente.” Este servidor de ustedes hace de estos pasajes una correctísima interpretación.  La expresión “el agua de éste se secó” es una expresión figurativa para connotar la escasez de petróleo; se está diciendo que la escasez de petróleo será una razón que constituirá un incentivo adicional para la lucha entre oriente y occidente.  No olviden que nuestro próximo artículo, el sexto de El Fin ha Llegado, lo hemos titulado:  Oriente y Occidente constituyen el Rey del Norte y el Rey del Sur en la Profecía. No hay lugar a dudas, el conflicto final entre las huestes del mal y del bien ha comenzado y no se detendrá.

Algo debe llamar la atención de todo el mundo, y es la consistencia del Papa en estar orando por la paz del mundo.  En virtud de su usurpada posición, el Papa de Roma cree que tiene vara alta en el cielo y que sus oraciones son escuchadas por Dios.  Por eso, a tenor con ese compromiso de hombre, cada vez que sucede algo aparecen en la prensa de inmediato aseveraciones como las siguientes: “El Papa eleva oración por la paz en tal o cual lugar”.  “El Papa ora por los pobres de tal o cual lugar”.  El Papa pide y pide y no se le concede; si ora por la paz, no hay paz; si ora por la satisfacción de las demandas de los pobres en el mundo, aún siguen sin la satisfacción de sus necesidades; y nada de lo que él reclama es concedido.  Si el bienestar del mundo dependiese de las oraciones del Papa seríamos el más grande fracaso que jamás haya existido.  Obviamente, ocurre una de dos cosas, a saber:  O el Papa no es escuchado por el cielo (primera alternativa); o el mundo ha sido conformado a tenor con su naturaleza para que en un momento dado manifieste toda su injusticia y finalmente sea intervenido por Dios, a los fines de que cese (segunda alternativa).  Ambas alternativas son reales; ni el Papa es escuchado ni el mundo va a cejar en sus efectos llenos de injusticia y pecaminosidad.  Hay un versículo bíblico que citamos en este momento que reza así:  “Paz, paz; y no hay paz…” (Jeremías 6:14); y hay otro que dice así:  “cuando digan:  Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina…” (1 Tesalonicenses 5:3).

Nota Final:

Presenciamos una catastrófica actividad ecuménica en la que participaron la Gobernadora de Puerto Rico Sila María Calderón, el presidente del Senado Antonio Fas Alzamora, el Alcalde de la capital Jorge Santini, el arzobispo de San Juan Monseñor Roberto González y el Obispo Álvarez, etc.  Estas personas que presuponen ser dirigentes y educadores de un pueblo han “botado la bola y han roto el bate”; lo que dieron fue un espectáculo detrimental de laodiceísmo, en lugar de humillarse ante Dios y decir como el profeta Daniel una oración de sometimiento a Dios y de reconocimiento a su pecado; véase Daniel 9 del versículo 4 al 9, donde Daniel se humilla ante Dios diciendo cosas tan bonitas como:  “…Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.  […]  De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado.”  Note mi querido amigo lector cómo Daniel, quien era de lo mejorcito que Dios tenía trabajando para Él, se autoincrimina, confiesa su rebelión y suplica perdón a Dios que es el equivalente a que Dios lo bendiga, con una forma evidente de autosometimiento.  Pero estos, en tal acto “ecuménico”, ¿qué hicieron?  Parecían seres impecables que han actuado bien toda su vida; llenos de una filosofía enaltecedora, dijeron:  “Unidos venceremos.”  “Esto no volverá a suceder.”  Ignorantes, no se dan cuenta de que son tan pecadores como todos, y que no depende de ustedes, sino de Dios, que esto no vuelva a suceder.  Que Dios los coja confesados es mi noble deseo.  No los resiento, pero sí me siento en la obligación de aconsejarlos a los fines de que no representen un panorama tan detrimental.

Mientras ustedes sigan con ese fariseísmo, señoras y señores, Dios los va a azotar.  Aunque de todos modos quiero advertirles que el fin es inminente; Dios nunca ha prometido la entronización de este mundo.  Les recuerdo a los gobernantes del mundo que Cristo vino a establecer otro reino, no a entronizar este reino corrompido como ustedes presuponen.

Quítense la venda de los ojos, el mundo toca su fin; sigan entronizando los consejos de Roma y vuestro mal irá empeorando.  Dios, entiéndanlo bien, no tiene nada que ver con el Papa, y este mundo está saturado de “papismo”.  Esto lo hago y os lo advierto en el nombre de mi Padre, Yavé de los ejércitos.  Recuerden esto que finalmente, y por ahora, les digo:   Sólo hay una alternativa y esa alternativa consiste en unirnos a Cristo y Su perspectiva eterna.  No significa esto, bajo ningún concepto, que vamos a abandonar nuestras tareas en favor de este mundo, pero sí significa que vamos a colocar las prioridades donde deben estar, y sin olvidar nuestras tareas seglares presentes, identifiquémonos con el futuro propósito de Dios.  Los gobernadores del mundo vienen obligados a informar a sus súbditos sobre los propósitos que tiene para con nosotros el Altísimo, quien es el máximo gobernante del Universo; vean este Salmo:  “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra.  Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo.  Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.  Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.  Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Salmos 100).  Los buenos gobernadores de este siglo que quieran salvar a su pueblo, vuelvan su rostro hacia Dios y serán por Este bendecidos, pues de no hacerlo serán humillados.  Háganlo no por el camino mariano que el Papa les fija, sino por medio del único camino que Dios ha colocado, por medio de Cristo el Señor.

Así los ayude Dios.  Continuaremos.  ¡Hasta la próxima!