
Realizaremos un exhaustivo análisis en torno a ese espíritu extraño y carismático que se manifiesta en los círculos pentecostales de nuestros días. Las claras evidencias que habremos de presentar, confirmarán el hecho de que nuestras interpretaciones respecto a este asunto son de carácter indubitable e irrebatible. A los fines de iniciar nuestra argumentación, hagámonos la siguiente pregunta: ¿Hacia qué resultados o frutos doctrinales y morales está conduciendo este espíritu carismático a aquellos que lo reciben? Ciertamente que no es hacia la comprensión del Evangelio Eterno que el Espíritu Santo nos habría de enseñar conforme a la clara afirmación hecha por el Señor Jesús en Su Palabra. (Véase Juan 16:13 al respecto.)
I. CONCEPTO DE LA CARNE EN LA ESCRITURA
El vocablo carne aparece frecuentemente en la Escritura para connotar obediencia o conducta del creyente pecador dirigido por el Espíritu Santo (nótese que estoy señalando hombres que son dirigidos por el Espíritu Santo, o de lo contrario no tendrían fe). Los creyentes, u hombres de fe, somos considerados en la Escritura como carnales, desde nuestro nacimiento (Salmos 51:5) hasta nuestra muerte (1 Corintios 15:43) a pesar de nuestra profesión de fe. El haber alcanzado fe no altera ese hecho en lo mínimo. Dice Pablo, hablando al respecto: “…mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Ro. 7:14). Nótese el presente continuo del verbo ser (yo soy); ello significa que Pablo siempre fue un pecador, desde su nacimiento hasta la hora de su muerte.
Cuando el gran apóstol de los gentiles va a considerar su obediencia y a compararla con la de otros, nos dice así: “…Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más…” (Fil. 3:4). Después de esa aseveración, el apóstol pasa a proclamar su conducta estableciendo, entre otras cosas, su obediencia a la ley, cuando dice: “…en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” (Fil. 3:6). Es esa justicia personal y carnal. Cristo también estableció con anterioridad lo dicho por Pablo, cuando dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es…” (Jn. 3:6).
No hay lugar para dudas, la obediencia del creyente es tenida por una de carácter carnal o terrenal. Contrario a eso, la obediencia de Cristo es tenida en la Escritura como “la justicia de Dios” (véase Romanos 3:21-22 al respecto).
Por eso el Señor estableció la diferencia entre Él y los hombres (representados por los fariseos), cuando señaló lo siguiente: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba…” (Jn. 8:23). Obsérvese cómo en ese mismo contexto, un poco más adelante (versículo 24), le instó a que dependieran de Él y Su justicia a los fines de que no muriesen en sus pecados. Por consiguiente, toda justicia proveniente de los hombres (creyentes y no creyentes) es carnal e inaceptable para los efectos divinos. Por eso el apóstol Pablo condenó a los israelitas del siguiente modo:
(2)“Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia.
(3)Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.”
(Ro. 10:2-3)
Es muy probable que algunos de los hermanos y amigos lectores estén pensando en el siguiente argumento a medida que lee los nuestros: “Pero la obediencia de los fariseos y la de otros, que en la Biblia se repudia, no es la de creyentes con el Espíritu”. Ese es precisamente el punto que hemos querido enfatizar en este análisis previo a nuestra enseñanza (Experiencias Sensuales…). Toda obediencia personal, aun cuando esta sea inspirada por el Espíritu Santo, queda excluida, es totalmente carente de valor salvífico y es claramente tenida como carnal, pues el que la manifiesta y practica (el creyente) no deja de ser vil por el hecho de haber creído. A ese continuo señalamiento es al que el Espíritu Santo nos enfrenta: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado…” (Jn. 16:8). Es así como nos lleva a depender de Cristo y Su justicia personal e intransferible.
No hay duda, todo cuanto hacemos (nuestra personal obediencia inclusive) es de carnal origen, y he ahí que en eso consiste la necesidad que todos tenemos de depender de un fundamento objetivo o evangélico como lo es Cristo y Su justicia personal e intransferible (véase Primera de Corintios 3:11).
En conclusión, hemos de señalar que todo espíritu que no confiesa a Jesús como único y objetivo camino salvífico, es el espíritu del anticristo (1 Jn. 4:1-3).
II. ENSEÑANZAS SOSTENIDAS POR EL PENTECOSTALISMO
Es por todos conocido que en el pentecostalismo se está continuamente enseñando que la salvación es de carácter experimental. A tal punto se enfatiza que se proclama que para ser salvos hemos de nacer de nuevo, connotando que nacer de nuevo equivale a que nuestra naturaleza vil queda neutralizada y ahora podemos vivir de un modo impecable y, por consiguiente, somos nuevas criaturas en nosotros mismos.
El catolicismo piensa igual que el pentecostalismo, aunque lo suelen verter con otras palabras: “Ser justificado es ser hecho justo.” Nótese que en principio piensan igual y, aunque con palabras distintas, dicen lo mismo. Veamos un ejemplo a ese respecto:
“El Espíritu Santo puede dar a los pecadores un nuevo nacimiento a la gracia y al poder y hacerlos nuevas criaturas con corazones puros y vidas santificadas. La regeneración por ese Espíritu cambia todas las cosas […] pero cuando el poder de la fe entra en nuestros corazones, y por la dirección del Espíritu aceptamos la soberanía de Cristo en nuestros corazones, como guía de nuestro espíritu y piloto de nuestro destino, entonces somos hechos hijos de Dios” (Walter Mier).
Con esta cita hemos probado lo anteriormente señalado: El subjetivismo pentecostal es supremo hasta convertirse en una enseñanza totalmente antievangélica y evidentemente opuesta al énfasis bíblico de salvación sólo por Cristo. Nótese cómo en la anterior cita se está colocando el Espíritu en calidad de coredentor y no de maestro evangélico como la Escritura señala que operaría.
Es obvio que el espíritu que conduce de forma posesiva a los congregados en los círculos pentencostales no les está dirigiendo a depender de la justicia de Dios en Cristo, y sí para que lo hagan al estilo judaico y laodicense, en su propia justicia que, como ya hemos establecido, es inaceptable para Dios y, por consiguiente, es carnal y extraño a la Palabra. La gran verdad del Evangelio Eterno y su método salvífico, la representación (uno muriendo en lugar de todos), implica que Cristo, Su justicia (entiéndase Su obediencia) y Sus actos históricos y objetivos, constituyen el único fundamento para nuestra salvación. Es Él la única persona con los atributos necesarios para agradar a Dios. Obsérvese ese hecho: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento…” […] “…y a otro no daré mi gloria…” (Is. 42:1, 8).
Es obvio, entonces, que el énfasis subjetivo que de continuo se realiza en el cristianismo laodicense de nuestros días, y en especial en el pentecostalismo, es una clara deformación bíblico-evangélica que pone en clara evidencia a ese espíritu que está conduciendo a una continua autocontemplación, que es a tal punto perjudicial que nos priva de la justificación de vida y, por consiguiente, de nuestra participación en el Nuevo Siglo. Por tanto, sea anatema, no se reciba, pues no es el Espíritu del Señor.
III. EXPERIENCIAS SENSUALES
Ya hemos probado, de forma contundente, las desviaciones doctrinales o herejías que son promovidas por ese espíritu extraño que dirige y sostiene la Iglesia Pentecostal. Vamos ahora a la prueba moral o sensual, que a manera de final colofón dará el puntillazo al pentecostalismo o Falso Profeta.
El pentecostalismo, obviamente, es crudo y grotesco en todos lo niveles observables. Lo es en el aspecto de sus himnos, en el aspecto estético, en el aspecto emocional y en el aspecto ambiental y sensual. Hacia la prueba de esa realidad es que nos dirigimos, no sin antes ubicarnos en un contexto bíblico que nos ponga en antecedente.
La Palabra Inspirada nos enseña que en el cielo se originó una lucha entre Cristo y Luzbel, que resultó en la expulsión de Luzbel y sus ángeles caídos del ambiente celestial. Estos fueron arrojados al medio ambiente terrenal, así lo expresa la Inspiración: “…¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12).
En referencia a estos ángeles arrojados junto a su líder máximo, Satanás, nos dice Judas apóstol: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada…” (Jud. 6). La Biblia es prolífera al señalar que los ángeles caídos se han pervertido a tal punto que su sensualidad es continua y extrema; por eso son llamados en Apocalipsis 18:2: “aves aborrecibles e inmundas”. Estos espíritus inmundos son los que se manifiestan en el mundo y también en los círculos pentecostales poseyendo a los incautos e ingenuos prosélitos, dirigiéndolos a una relación de intimidad tal, que es similar a la que señala Pablo en Romanos 1:24-32. No obstante eso, Dios tiene ahí un pueblo que protege y cuida para que esos espíritus no los sobrecojan. Irónicamente, estos protegidos de Dios son llamados por los mismos pentecostales como “no consagrados pecadores”, que por alguna causa que se halla en ellos, no reciben dis que el Espíritu. He sabido de muchas ocasiones que son objeto de señalamiento y acusación por no recibirlo (el Espíritu). Vayamos ahora a los detalles respecto a este asunto:
A) Aspecto Concerniente a los himnos
Se ha podido comprobar, históricamente hablando, que el pueblo israelita generaba bellos cánticos de alabanza a Dios. Eran sonidos armoniosos y sublimes, inspirados por un Dios sublime y armonioso. Se dice que los ángeles cantan y emiten sonidos musicales extraordinariamente bellos. He ahí el porqué la dulzura y la armonía musical que logran algunos hombres merece el comentario de: “Cantan como los ángeles”. Las más bellas obras musicales y espirituales que nos ha legado la historia provienen de cánticos tenues, apacibles, bellos y armónicos que los hombres han creado, dirigidos por Dios y para Su gloria y Su honra.
La música sacra ha recibido las aportaciones de muchos hombres de Dios en el transcurso de la historia. Bellos y sensibles himnos integran el acervo himnológico de nuestros días; todos ellos con contenidos muy edificantes para el alma. Mencionaremos algunos de los más conocidos: Aunque en esta vida; Noche de Paz; Bajo sus alas; Castillo fuerte; Santo Espíritu de Cristo; Tal como soy; Eterna roca; y muchos más cuyas melodías sensibilizan el espíritu y cuyos mensajes edifican el alma; obviamente inspirados por un Dios sublime y armonioso.
Por otra parte, no existe en el cristianismo himnos más desacertados y chabacanos que los himnos pentecostales. Himnos que se caracterizan por su estridencia, disonancia y sectarismo. Recientemente escuché uno de tantos, titulado El ticket, que constituye un extraordinario desacierto melódico y literario, un mensaje que alcanza niveles de vulgaridad. Este es un tipo de música que provoca el enardecimiento de los sentidos y un emocionalismo colectivo propio para provocar un estado anímico que nos predisponga al sensualismo. Entonces, el desorden es la orden del día; desorden este que es contrario a lo establecido por la Palabra de Dios. Pablo nos dice: “pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Co. 14:40). No hay lugar a dudas: son himnos inspirados por un espíritu extraño y sensual.
B) Se Evidencia un Alto Grado de Sensualismo
Todos los hombres somos corruptos y sensuales por naturaleza. A pesar de esa realidad, cuando el hombre de fe es realmente dirigido por Dios, da evidencias inequívocas de esa relación por medio de un comportamiento relativamente limpio y justo. La tendencia general del verdadero creyente es hacia una vivencia socialmente aceptable. Es muy contradictorio, entonces, que en los círculos pentecostales, donde se reclama la presencia de Dios por el Espíritu, resulte ser el medio ambiente cristiano donde mayor incidencia de sensualismo se manifiesta. ¡Qué contrasentido más extraordinario!, ¿verdad?, salvo que no sea que ese no es el Espíritu del Señor, y sí un espíritu extraño y ajeno a la Palabra.
Muchos son ya los casos de líderes pentecostales donde estos se ven envueltos en asuntos de desafuero sensual, propio de hombres dirigidos por los espíritus de los ángeles caídos, como nos reveló Judas, a quien ya citamos, aludiendo a ellos por su condición de lascivos y réprobos. Dos de los más notables casos son los de los evangelistas pentecostales Jimmy Swaggart y Jim Bakker, quienes fueron descubiertos como personas altamente depravadas y concupiscentes. ¿Acaso no es notable el hecho de que ambos recibían el espíritu carismático y extraño?
Noten lo que dijo una testigo norteamericana sobre este asunto tan desagradable: “Cuando yo deseo tener aventuras sexuales, me dirijo a las Campañas de Swaggart, pues sus ayudantes ministros siempre están ávidos de tener este tipo de experiencias sensuales.” Esos y muchísimos otros casos más son evidencias de la veracidad de nuestras palabras.
El hermano “X” es un ex pentecostal que ahora colabora con este Movimiento. Dicho hermano recibía el espíritu extraño del cual hemos venido hablando. Este hermano nos hizo el siguiente comentario sobre sus experiencias vividas en ese círculo pentecostal: “Cuando nosotros recibíamos ese espíritu, nuestro ser se enardecía y, consecuentemente, éramos por él predispuestos a la búsqueda de experiencias sensuales. Ver a hermanas contorsionándose con gemidos muy similares a los que se emiten cuando se está sintiendo un orgasmo, era para mí algo tan y tan erótico que me imposibilitaba alcanzar la comunión espiritual que perseguía. De allí salía en absoluta predisposición para la intimidad sexual. Lo mismo le ocurría a otros hermanos.”
Mi querido amigo y hermano lector, La Voz del Tercer Ángel está denunciando ese espíritu extraño y sensual por mandato divino. Es esta una voz de alerta por parte de Dios para que salgas de Babilonia y no participes de sus pecados a los fines de que no recibáis de sus plagas. (Véase Apocalipsis 18:1-4.) Babilonia se ha constituido en albergue de toda ave inmunda y aborrecible; debes, pues, obedecer a Dios y salir de ahí de forma apresurada, porque el fin se acerca y las plagas ya están ahí. ¡Escapa por tu vida!, Dios así lo quiere.