Declaración de Fe

He aquí nuestra Declaración de Fe, explicada punto por punto:

 

I  LA BIBLIA

Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios con carácter de exclusividad, y que es la única fuente de enseñanza y fe salvífica o evangélica en términos de sus enseñanzas morales y sus predicciones escatológicas, las cuales constituyen instrucciones finales para que los creyentes nos guiemos por ellas.  (2 P. 1:19;  2 Ti. 3:16-17;  Mt. 4:4)

II  NATURALEZA DIVINA

Creemos en un Dios Trascendente, incomprensible para la limitada mente humana, y que se manifiesta como un ser personal, a quien por causa de esa naturaleza no veríamos nunca si no fuese en la persona de Jesús.  En Cristo, Dios se ubicó en el tiempo y el espacio, habiéndose (Cristo) constituido en un lugar de convergencia para Dios y los hombres.  Entendemos, además, que el Espíritu no es una persona, sino más bien un desdoblamiento del Dios Trascendente, quien es único inmortal en todo el sentido de la palabra.  Esto realmente hace del Dios trino uno dual:  la personalidad Trascendente (el Padre), y la persona antropomórfica del Hijo; no obstante, funcionalmente hablando, se manifiesta como trino:

1. El Padre – Dador de la Gracia. (1 Co. 1:4)
2. El Hijo – Contenido y Sustancia de la Gracia. (Col. 2:9)
3. El Espíritu – Iluminador del Evangelio de la Gracia de Dios en Cristo. (Jn. 16:14)

III  DIVINIDAD DE CRISTO

Enseñamos que Dios el Hijo se hizo hombre, engendrado por el Espíritu y nacido de María en su calidad de ser humano.  Que las dos naturalezas —divina y humana— están inseparablemente unidas en una Persona, de modo que Cristo es de naturaleza divina y humana.  Cristo constituye la ubicación de Dios en el tiempo y el espacio, constituyéndose de ese modo en un lugar de convergencia. (Jn. 10:30)

IV  HUMANIDAD DE CRISTO

Sostenemos que Cristo, aun cuando nació de una mujer pecadora (con naturaleza corrupta), no participó en el mínimo grado de su corrupción.  Que la ley de la herencia se detuvo por obra del Espíritu de tal forma que Su naturaleza fue preservada de la corrupción.  Que ha sido el único Hombre que por poseer una naturaleza santa ha cumplido perfectamente con la Ley de Dios.  (Lc. 1:35;  He. 4:15)

V  INTERCESIÓN DE CRISTO

Este mismo Salvador, habiendo vivido treinta y tres años de perfecta confesión de fe, obediencia, y haber muerto y resucitado, se encuentra en la misma presencia del Padre.  Que Su presencia toda suficiente se aplica a las necesidades de los santos mediante Su ministración sacerdotal.  Que verdaderamente pide, ruega y ofrece en favor de aquellos que creen en Él, y los preserva.  (He. 7:25;  Ro. 8:34)

VI  EXPIACIÓN UNIVERSAL

Sostenemos —en contra de aquellos que niegan una expiación realizada en favor de todos los hombres— que Cristo murió y vivió por todos.  Su obra es para todos, sin distinción.  Y la fe es el producto de haber escuchado las nuevas de esta expiación universal.  (Jn. 3:16-17;  Ro. 1:16-17).

VII  CORRUPCIÓN DEL HOMBRE

Creemos que desde la caída de Adán todos los hombres han heredado una naturaleza completamente corrupta.  Esta naturaleza corrupta es la causa por la que no podemos obedecer perfectamente la voluntad de Dios.  Esta afecta todo nuestro ser, nuestra voluntad, nuestros afectos y deseos, a tal grado que nuestros mejores esfuerzos se ven manchados por la corrupción de esta naturaleza (Ro. 7:14).  Por esto, ningún hombre ha de pretender perfección o justificación por sus obras motivadas por el Espíritu, puesto que aun estas obras motivadas por el Espíritu, al estar envuelto el elemento humano, quedan contaminadas.  (Ro. 3:10-18).

VIII  JUSTIFICACIÓN

Creemos firmemente que no podemos lograr el perdón del pecado ni alcanzar justicia (u obediencia perfecta) delante de Dios mediante nuestros méritos, obras o cumplimiento de la Ley.  Obtenemos el perdón del pecado por causa de Jesucristo solamente.  Ni siquiera  mediante la obra del Espíritu Santo en el creyente podemos alcanzar el veredicto de justificación o aceptación delante de Dios.  No podemos, por medio de nuestra experiencia en el Espíritu, su poder y fortaleza, llegar a la plenitud de la obediencia o perfección a causa de nuestra naturaleza caída (pecaminosa).

Llegamos a ser estimados como justos delante de Dios por gracia, por causa de que Dios acepta la obediencia de Cristo a nuestro favor en lugar del fracaso del hombre, mediante la fe sola.  Sólo por esta razón somos contados como justos en el juicio divino; y ninguna obra buena, ya sea en el poder y fortaleza de la carne o por el Espíritu, nos puede hacer aceptables ante Dios.  La justicia por la cual somos justificados se distingue de nuestra santificación.  La justicia que nos justifica reside en la Persona de Jesucristo, en los cielos; y la santificación en nosotros, en la tierra.  Dos justicias diferentes:  la primera, perfecta y completa; la segunda, imperfecta e incompleta.  (Gá. 2:16)

IX  SANTIFICACIÓN

Enseñamos que nuestra santificación no es una obra para cambiar nuestra naturaleza corrupta.  Entendemos que nuestra naturaleza no puede ser transformada, cambiada, ni erradicada.  Toda nuestra santificación es una lucha continua contra esta naturaleza hasta que Cristo venga.  Esta misma naturaleza maldita y corrupta, Dios la utiliza para guiarnos a la Cruz, a Jesucristo.  (Ro. 6:10-14;  7:24;  8:1;  Gá. 5:16-17)

X  OBRA DEL ESPÍRITU

Respecto al Espíritu y su obra, sostenemos que su oficio principal es testificar del Evangelio. Nos convence de nuestra aceptación en Cristo. Los dones por Él otorgados (Efesios 4:7-16) no son para suplantar el Evangelio, sino para edificar un cuerpo (Iglesia) que confíe y dependa de la sangre del Calvario. Juntamente con esta obra de fe, el Espíritu, de una forma especial, lucha en el creyente contra la carne para evitar el reino y señorío de nuestra naturaleza pecadora. Esta lucha la realiza el Espíritu por medio de la Palabra (Efesios 6:17), y no por una morada personal en el creyente.

XI  LEY

Enseñamos que la Ley (el decálogo) está en vigencia y que la misma no puede en manera alguna salvar o justificar al hombre. Todos cuantos dependan de ella, como un método para su aceptación, se ubican bajo la maldición y condenación de Dios (Ro. 3:10-20; Gá. 3:10). En lo que a salvación se refiere, no es la observancia o cumplimiento de la ley más la Persona de Cristo lo que salva; sino Jesucristo sólo. La Ley es un instrumento para conocer la voluntad de Dios para el correcto vivir en el mundo, pero su oficio principal es el dar conocimiento de pecado, revelarnos lo faltos de justicia que nos encontramos y dirigirnos a Cristo —nuestra única vida y esperanza de salvación—. La Ley es santa, justa y buena (Romanos 7:12) y encuentra su función como sierva del Evangelio. (Ro. 3:31; Gá. 3:18-19).

XII  SÁBADO

Juntamente con esto, entendemos que el cuarto mandamiento continúa siendo un testimonio de nuestra elección en Cristo. Que el sábado debe ser observado no para encontrar el favor divino, sino como una celebración de su amor perdonador, de su restauración a la paz de Cristo y de la liberación de nuestras culpas y pecados. Que el mismo es un memorial de nuestra justificación, del desprecio de nuestras obras, de nuestra fatiga y trabajo, para reposar en el reposo de Dios en Cristo. Que esta verdad espiritual, al igual que en la cena del Señor, se conmemora y recuerda en el respeto y observancia del séptimo día. (Éx. 20:8-11; Mr. 2:27-28)

XIII  CENA DEL SEÑOR

Sostenemos que la cena del Señor es un memorial de Su vida, muerte y resurrección. Que todo verdadero creyente expresa en la participación de este memorial su total dependencia en Cristo para el perdón de sus pecados. Que confiesa a Jesucristo como el Señor resucitado, y viniendo en Gloria. (Mt. 26:26-29; 1 Co. 11:23-24)

XIV  DIEZMOS

Entendemos que el diezmo no es una imposición arbitraria, sino un beneficio otorgado al hombre. El diezmo es la primicia de los frutos otorgados por Dios. En el ofrecimiento que hacemos a Dios de nuestras posesiones en esta décima parte, expresamos que no sólo esto le pertenece, sino la totalidad restante. No establece un límite al desprendimiento de lo que poseemos y que a Dios pertenece, sino el comienzo o principio de la entrega de todo lo que se nos ha otorgado. Como institución eclesiástica, es una bendición para el adelanto de la obra de evangelización de las almas. (Lv. 27:30; 2 Co. 9:7)

XV  MÉTODO DISCIPLINARIO

Entendemos el derecho que tiene una sociedad eclesiástica para censurar y excomulgar a cualquier miembro bonafide de la matrícula perteneciente a la organización. Creemos firmemente que la Biblia así lo establece de forma indubitable, ya que “un poco de levadura leuda toda la masa” y no podríamos permitir que alguien que se levanta contra nuestras ideas y enseñanzas destruya el sentir general de este movimiento bíblico. (He. 12:4-11; Mt. 18:15-18).

XVI  PLURALISMO

Creemos que la institución matrimonial que existirá en el cielo será de carácter pluralista (un hombre casado con más de una esposa), y no monogámica como en el presente. Partimos del hecho de que la teocracia vétero-testamentaria es prefigurativa (verdad previa a la realidad final). A ese respecto sobreabundan las pruebas y los argumentos bíblicos. (2 Sam. 12:8)

XVII  MONOGAMIA

Creemos, además, que la única razonable relación matrimonial para este tiempo, por causa de la corrupción natural que ha sobrecogido al hombre, es la monogamia, y no la pluralidad; pues para practicar esta (la pluralidad) es necesario que la corrupción del hombre sea absorbida por la incorrupción. (1 Co. 15:53).

XVIII  SISTEMA PATRIARCAL

Creemos que el sistema patriarcal es uno de carácter eterno. En el Nuevo Siglo habrá de prevalecer el método patriarcal, por razones obvias, por ejemplo: la necesidad de multiplicarse para repoblar la Tierra; por consiguiente, el método patriarcal seguirá vigente. La sociedad estará fraccionada en patriarcados. (Ap. 7:4-8).

XIX  DISTINCIÓN DE ESPÍRITUS

Creemos que es fundamental distinguir los espíritus, si provienen de Dios o no, pues dice la Escritura que son muchos los espíritus que salen en el mundo en calidad de falsos profetas. Constituyen engañadores que pretenden desviarnos de la salvación. Firmemente creemos que el espíritu que no proviene de Dios tampoco puede distinguir el Evangelio. Para admitir como legítimo a un espíritu tiene este que entender y predicar el Evangelio. (1 Jn. 4:1-3)

XX  LAS PRIMICIAS

Dios, según la misma Escritura, tiene ya lo que se denomina “las primicias” (1 Corintios 15:23), las cuales son almas revestidas en el cielo o, lo que es igual, perfeccionadas. Para constatar este señalamiento véase Hebreos 12:22-23, donde se nos habla de la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos y de los espíritus de los justos hechos perfectos. La frase: “a los espíritus de los justos hechos perfectos” evidentemente connota: a los espíritus justos ya revestidos de amortalidad —pues ya fueron dotados de un cuerpo celestial, espiritual, no susceptible de morir por muerte natural—. Esta condición recibida por medio de su nueva vestidura no es lo mismo que la perfección referida en Hebreos 11:39-40 que es en torno a la heredad total (que implica ubicación final para la convivencia, y posición personal por Dios determinada para cada uno de nosotros).

XXI  MORTALIDAD DEL ALMA

Creemos que Dios creó al hombre como un ser relacional, en compañerismo con Él. Que la vida inmortal no era parte de la naturaleza del hombre, sino una bendición que fluía de su compañerismo con Dios. Que después de la caída del hombre esta relación de vida quedó disuelta por el pecado; la vida que emanaba de dicha relación desapareció. Entendemos, además, que esta relación de vida (aunque en otro nivel intermedio) se reanuda por el Evangelio, en la hora de la muerte del creyente. (Ez. 18:4, 20)

XXII  ESCATOLOGÍA O PROFECÍAS PARA EL FIN

Creemos que la moderna ciencia de los OVNIs (la ovnilogía) es parte de los acontecimientos finales, y que constituye una de las últimas profecías predictivas que se nos revelan en la Sagrada Escritura a los fines de prevenir al creyente para que este no entre en contacto pernicioso y fatal con el dragón o Satanás y sus ángeles, quienes se hacen pasar por extraterrestres.

Creemos que el Rapto Secreto predicado por los pentecostales es el engaño culminativo que Satanás quiere ejecutar. No es simplemente un engaño doctrinal como la mayoría lo tiene por; es también un engaño práctico y final a los fines de devastar la Tierra, para lo cual Satanás utilizará sus naves (OVNIs); acción esta que los científicos y ovnílogos llaman Evacuación, y los religiosos, Rapto Secreto. Fundamentamos esta idea totalmente en la Biblia, y en especial en Mateo 24.

XXIII  SEGUNDO TESTIGO

Creemos firmemente que el presidente y fundador de este movimiento final, Luis J. Laborde Sala, conocido ahora por disposición divina como Luiko de Jesús, es el segundo testigo anunciado en Apocalipsis 11, quien en calidad de catedrático final habrá de preparar la mies a los fines de que Cristo vendimie y de ese modo reúna el Israel espiritual que será salvo, y que Pablo señala en Romanos 11:25-26.

Entendemos claramente que el primer testigo de los dos que se nos presentan en Apocalipsis 11 es nuestro Señor Jesús, quien es denominado en el mismo libro de Apocalipsis como el testigo fiel y verdadero. El segundo testigo es uno que está aparejado para el fin del fin de los tiempos, y no es otro que Luiko de Jesús, quien, además, ha sido señalado por el Señor del los cielos como el segundo olivo o catedrático que se nos presenta en Zacarías 4:14 y la segunda señal de Isaías 11:11-12. Este segundo testigo se convertirá en la señal prometida en Isaías 66:18-19 que reunirá al remanente.

XXIV  VINDICACIÓN DE LUIKO DE JESÚS

El Señor ha señalado que para el cumplimiento de su ardua tarea, nuestro presidente será objeto de una restauración física, donde obtendrá el vigor y las energías propias de un individuo más joven. Para tales fines el Señor le ha ordenado un retiro como el de Moisés y el suyo propio; desde donde será tomado al cielo. Y al regreso habrá de mostrarse al mundo como el Profeta de Dios para este tiempo, ya vindicado. Esto constituirá la señal que atraerá la atención del mundo entero. (Is. 66:18-19; Ap. 11)

XXV  REUBICACION FINAL

Entendemos que Dios reubicará a Su remanente en un lugar predeterminado a los fines de proteger a Su pueblo de las plagas finales —Sus propios juicios—. Esto ocurrirá al cierre de la gracia, cuando estemos en los últimos tres años y medio del tiempo final. En la reubicación final vendrán los ángeles y nos tomarán para llevarnos a la Ciudad Santa, donde nos reuniremos con Cristo para una convivencia eterna. (Mt. 24:31).

XXVI  JUICIO PRE ADVENIMIENTO

En cuanto a los eventos finales creemos en un juicio llevado a cabo previo a la segunda venida de Cristo. Dicho juicio se efectuará por las obras, entendiendo con esto que, aun cuando seremos juzgados por las obras, seremos justificados por la fe. Este juicio no es para informar a Dios, sino a los santos. El mismo evidenciará el justo proceder de Dios en la justificación del impío. Este juicio no opaca o contradice, en manera alguna, a la justificación por la fe; sino que el mismo ha de ratificar lo que ya tenemos en Cristo. Durante el mismo, además, se viabiliza la retribución. (Ecl. 12:14)

XXVII  SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Creemos que el Señor Jesús vendrá de forma visible y audible muy pronto, tal y cual lo prometieran los ángeles en Su partida (Hch. 1:11). Esta será Su única y exclusiva manifestación personal, la cual servirá como punto de partida para el comienzo del Milenio y del Nuevo Siglo.

XXVIII  MILENIO

Entendemos, además, que los impíos que vivan en ocasión de la segunda venida de Cristo serán muertos con el resplandor de Su gloria. Los santos en Cristo serán trasladados al cielo juntamente con los justos resucitados (2 Ts. 1:7-10, 2:8; Ap. 20:5; Jn. 5:28; Hch. 24:15). Los resucitados en Cristo estarán durante mil años en los cielos, luego descenderán a hacer de esta tierra su morada eterna (Ap. 21:2,10). Durante este tiempo los santos han de juzgar a los impíos muertos (Ap. 20:4; 1 Co. 6:2-3). Al finalizar este período los impíos serán destruidos.

Sostenemos que el milenio es un viaje por el espacio sideral que ocurrirá una vez Cristo tome Su Iglesia en Su segunda venida en gloria. No hay tal cosa como un milenio terráqueo para darle una segunda oportunidad al Israel nacional. Eso no tiene apoyo bíblico de ninguna clase, y es parte del engaño final al que Luzbel someterá a la Iglesia de Dios.

XXIX  TIERRA PURIFICADA

Creemos que una vez el pecado haya desaparecido y la muerte haya sido destruida, los santos regresarán a poseer la tierra que ha sido renovada, redimida de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Ro. 8:22-24). Esta renovación se llevará a cabo por el fuego purificador de Dios. (2 P. 3:9-13; Is. 65:17-25; Mt. 5:5)