El Bíblico Concepto de la Libertad

«Cualquiera que…», «quienquiera que…», «todo aquel que…», «el que abra…», «el que escuche…», «el que tome…»

Las expresiones que aquí he mencionado obviamente implican el libre ejercicio de la voluntad.  Esto, a su vez, significa que Dios respeta la voluntad del hombre.  Dicho de un modo claro y sencillo:  Dios no impone ni la vida ni la salvación.

Amigo lector, lo que aquí vamos a considerar es muy necesario a los fines de que tú puedas comprender la barbaridad que ha cometido Roma “en el nombre de Dios”.  Del siglo IV hasta prácticamente el siglo XV se les llama los siglos de obscurantismo particularmente para la Iglesia Cristiana.  Durante el siglo XIII se desarrolló entre los romanos lo que se conoció como el Tribunal Inquisitorio o el “Santo Oficio”.  Pretendía Roma gobernar la Tierra dis que “en el nombre de Dios”, pero… ¡ah… Dios mío, qué métodos tan distintos el de Dios, y el de estos hombres tan soberbios y herejes!  Cristo nunca ha obligado a nadie a convertirse al cristianismo, sino que acepta a aquellos que vienen a Él de forma voluntaria.  He aquí algunas expresiones bíblicas que evidentemente me dan la razón, y constituyen una prueba fehaciente de lo que he señalado; veamos:

(37)“…y al que a mí viene, no le echo fuera.” (Jn. 6:37)

(28) “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mt. 11:28)

(20) “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Ap. 3:20)

Esta realidad aquí expuesta es de carácter irrebatible, ninguna persona sensata y objetiva puede rebatirla.  ¿Cómo tú te explicas, pues, que se utilice el método coercitivo, torturador y asesino por parte de los Papas y Cardenales de la Iglesia Católica?  Te insto, amigo lector, para que te quites la venda de los ojos y entiendas de una vez y para siempre que estos hombres nunca han sido representantes de Dios, sino criminales dirigidos por Satanás.  Nuestro Salvador, el humilde carpintero de Nazaret, ni siquiera llegó a pensar jamás en un estilo como ese.

La Iglesia Católica y los escenarios en el interior de sus templos, responden muy bien a lo que realmente son:  templos lúgubres y sombríos, con una música proveniente de los también lúgubres órganos, a los fines de que todo el que entre, sea mesmerizado por esa tenebrosidad mística que no proviene de otro que no sea Lucifer.

Nuestro empeño y nuestro deber está identificado con la buena noticia concerniente al hecho de que Cristo pagó por nuestros pecados, a esto le llamamos Evangelio.  El Evangelio ha de ser la base que provoque en nosotros fe, confianza y alegría, de tal forma que cuando escuchemos el nombre de Jesús, nuestros corazones vibren de un modo feliz, rebosantes de esperanza.  Contrario a eso, cuando escuchamos las palabras: Obispos, Cardenales y Papas no nos extrañemos de que el medio ambiente se cargue de temor, pues no proyectan otra cosa que no sea perspectivas infernales y muerte.

En este capítulo vamos a explicarte algo que debe animarte para que evalúes los sucesos que acontecen y acontecerán, y de ese modo ayudarte para que puedas ayudar a los tuyos a enfrentar aquello que pronto habrá de suceder en este tiempo final que estamos viviendo y que es también de carácter ineludible.  Recuerden que es mejor prepararse, aunque no ocurra nada, que no hacerlo y que nos sobrecoja sin preparar el cumplimiento de las profecías bíblicas que implican, como dijo San Mateo, una gran tribulación en nuestro medio ambiente; veámoslo: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt. 24:21).

Cuando Dios determinó hacerse acompañar por seres racionales, gestó la idea de crear hombres semejantes a Cristo.  Y para lograr estos hombres, semejantes a Cristo, fue menester establecer un proceso mediante el cual el hombre habría de decidir por sí mismo envolver su voluntad hasta alcanzar un estado de ser independiente y moralmente perfecto, idóneo para formar parte de una sociedad perfecta y eterna.

Por el contrario, de no haber sido establecido ese proceso en el tiempo por parte de Dios para desarrollar y probar a Su criatura, Este (Dios) se hubiese visto obligado, entonces, a crear para Su compañerismo, seres que le obedecieran como un “robot” o una marioneta, controlados por su amo.  Dios no quería esto último, sino que siempre prefirió el Ser Supremo hacer un ente libre, lleno de amor, confraternidad y obediencia hacia su Creador, que se constituyese en Su símil; lo cual implicó lograr individuos con voluntad propia para decidir y para actuar.  Eso y nada más que eso es lo que requería todo este proceso de caída y rescate en el tiempo por parte de Dios y de Su criatura.  Dicho de otro modo, sin este proceso en el tiempo no hubiese sido posible lograrse ese propósito de libertad, consentimiento y perfección.

Un ser libre es aquel que tiene la potestad de, por propia iniciativa, seguir el camino que le dicta su conciencia.  En el caso del género humano, Adán fue inducido por su esposa Eva a tomar el camino de desobediencia hacia su Creador.  La tendencia de nosotros, los hombres creados por Dios con un razonamiento individual, es a identificar a la criatura con el Creador y culpabilizar a Este (el Creador) por los actos de la criatura; sin embargo, no lo contempla así la ley del hombre, pues un hijo no es responsable por las acciones de un padre y, viceversa, el padre no es responsable de las acciones del hijo.

Debemos, por consiguiente, entender que Dios no está engañando a la humanidad cuando dijo que nos hizo a Su imagen y semejanza, refiriéndose a que somos entes con voluntad.  Muy bien que pudo Adán haber dicho que no a Eva.  Adán, al perderse, lo hizo por amor, pues sabía que Eva, habiendo comido habría de morir; pero a pesar de eso comió para irse con ella.  De modo, pues, que fue el primer hombre en morir por amor a una mujer cuando debió haber sido fiel a su Creador y Padre.  A ese respecto dijo Cristo: “Amarás al Señor tu Dios  con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt. 22:37).  De manera que Adán invirtió los valores y negó a su Padre y Creador en favor de su mujer, sin embargo, Dios fue tan amoroso y comprensivo con ellos que les otorgó la esperanza de la resurrección cuando les vistió con pieles de cordero (véase Génesis 3:21).  Es indubitable que las pieles representaban al Salvador, a quien la Biblia proyecta como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).

Toda esta trama de caída y oferta salvífica podríamos considerarla como una de carácter cognoscitivo, pues con la caída de Adán el hombre se convirtió en un ser semejante a Dios, conociendo el bien y el mal (Génesis 3:22), lo que le permitió entonces escoger entre un camino y otro camino.  Por consiguiente, en plena facultad de discernimiento Dios le da una segunda oportunidad, y él habrá de escoger su futuro y estará decidiendo si vive en compañerismo con Dios o si prefiere no existir.  Es menester que reconozcamos que el hombre no ha entrado en la vida, el hombre ha entrado en un período previo y por la fe determina si quiere entrar en esta (la vida).  Todo aquel que crea, será salvo, lo dice el apóstol Pablo en Romanos 10:13.  Cuando estemos en plena vida eterna, ubicados bajo el gobierno de Dios, no se podrá escuchar jamás el estribillo de:  “Yo no pedí venir a este mundo”.  Ahora, cuando las cosas nos van mal, le echamos la culpa de toda nuestra desgracia a nuestros padres, habiendo sido nosotros mismos los que labramos nuestro propio destino.  Así mismo, cuando un hombre está rebelde con Dios se atreve a juzgar a Aquel que siempre nos ha querido bendecir.

Un Concepto Equivocado

Soy un asiduo lector del comentarista deportivo y periodista Fufi Santori.  Lo considero un gran escritor, pero creo que tiene uno que otro concepto equivocado en virtud de su catolicismo.  Recientemente, estuve leyendo su artículo “Paraíso Perdido” en el periódico El Nuevo Día, con fecha del martes 13 de noviembre de 2001, y en dicho artículo es obvio que él implica que el hombre no es libre.  Yo quiero decirle al simpático y objetivo periodista que el hecho de que seamos criaturas significa que no somos absolutamente libres.  Quien es totalmente libre es el Creador.

La verdadera libertad de la criatura consiste en mantenerse cerca de la fuente de vida que es el Creador, pues aparte de Este lo que alcanzamos es la muerte, que es el equivalente de no participar de la vida.  En la Biblia, de una manera sencilla y absolutamente clara, se nos enseña que la vida se identifica con el bien y la muerte con el mal.  Por consiguiente, si apreciamos la vida tenemos por fuerza mayor que apreciar la justicia o, lo que es igual, la obediencia a los estatutos establecidos por el Creador.  Los malvados o desobedientes no son aceptados en el Reino de los Cielos y tendrán que desaparecer, pues el Creador ha establecido como norma para una vivencia prolongada o eterna que los hombres convivan dentro de núcleos sociales como hermanos.  A la conclusión que quiero llegar es al hecho de que Dios nos dio vida para practicar la justicia, pero jamás para practicar la injusticia.  En ese sentido, si queremos prevalecer, tenemos que ser esclavos de la justicia, y en eso consiste la verdadera libertad.  Cuando un hombre disfruta de ser justo, es libre, libre del pecado y de la maldad.  Por eso es que la Biblia dice:  “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32).  Son muchos, Fufi, los que confunden la libertad con libertinaje.  No pretendo ni criticarte ni entrar en discusiones estériles, pero me considero un catedrático bíblico y te planteo aquí una verdad irrebatible por el bien de todos.  Mis deseos para ti son los mejores.  Creo que eres un buen ciudadano y un objetivo periodista con grandes aciertos, por lo que pido a Dios que te dé una larga vida, colmada de muchas bendiciones.  Hombres como tú hacen de esta sociedad una mucho más tolerable, pues las aportaciones que traen son muy edificantes.  Recuerda que mi planteamiento ha sido hecho a la luz de la Sagrada Palabra en la que creo firmemente, e insto a todos los amigos lectores para que también la acepten como un sólido fundamento del cual partimos para comprender las grandes verdades y conceptos que integran la vida y la justicia.

Yo también Fufi, como tú, fui criado bajo enseñanzas católicas, pero gracias al Todopoderoso, esto es, a mi Creador, cuando llegué a hombre tuve la oportunidad de revaluar los conceptos aprendidos en esa escuela católica y hube de descubrir que eran falsos.  En ese sentido es notable que tú también estás preliminarmente ubicado en esa dirección.

¡Ah…!  Si la sociedad en que vivimos pudiese disponerse mayoritariamente a ser más consistente en el análisis bíblico, ¡qué muchas cosas se comprenderían mejor!  Y, sobretodo, qué mucho progresaríamos en términos de los valores espirituales, estaríamos así preparados para el fin de este siglo y comienzos de la nueva era que es eterna.  Les exhorto que no hagan lo que tantos otros han hecho al conceptualizar el catolicismo como el equivalente de cristianismo, cuando son ideologías y conceptualizaciones tan distintas y en oposición.

¡Qué brille la luz del cielo!

Nota Final:

Deseo aprovechar y explicar aquí que el catolicismo considera la historia de la caída de Adán como si esta fuera una alegoría.  En realidad, más que una alegoría es evidentemente una historia real, como lo fue también la historia de la gesta de nuestro Señor Jesucristo.  Podemos entender de forma clara, precisa e innegable que así como por un hombre nos perdimos (Adán), por uno, nos salvamos (Cristo); véase el capítulo 5 de Romanos a ese respecto.  De haber sido una alegoría la historia de Adán, no hace sentido la historia de Cristo.  Tal es la trascendencia de este señalamiento.

Mientras más lejos de Roma estéis, mejor será para vuestro futuro y el de vuestros familiares.  No acepten las cosas porque las dice Roma; evalúen con vuestro propio entendimiento, pues aunque es cierto que hay necesidad de intérpretes, profetas y de hombres comisionados por Dios, no es menos cierto que Dios nos dio inteligencia a los fines de que podamos comprenderlo y entenderlo, aunque sea básicamente.  Recordemos que tenemos que tener un punto de partida que controle nuestras acciones durante nuestra vida, si no fuese así seríamos como carritos locos en un globo terráqueo y cada cual crearía su propia norma.  ¡Qué caos!  Nuestro punto de partida siempre ha de ser Dios y Su justicia.