
El Nuevo Siglo o Nuevo Mundo prometido gira en torno a la figura de Cristo Jesús, nuestro Salvador y Señor, quien constituye el hombre ideal. Cristo es la esencia y la sustancia de todo lo bueno y noble que existe en el universo, y es necesario que le contemplemos como realmente Él es: Todo lo puro, todo lo noble, todo lo sublime, todo lo justo y misericordioso que un hombre debe ser. Jesús es el hombre ideal. Aquel que como cordero fue llevado al matadero constituye el fin de todas las cosas (Romanos 10:4) y el tope del propósito divino. Fíjese el amigo lector cómo es capaz de describirlo el apóstol Pablo: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:14-19).
La corrupción y la inmundicia del hombre de este siglo también es una realidad claramente marcada en la Palabra. Si queremos saber lo que somos, miremos nuestro retrato en Romanos 3, versículos del 9 en adelante, donde se nos dice del siguiente modo:“¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Ro. 3:9-18).
El planteamiento bíblico ante situación tal es en dirección hacia lo alto, se nos insta a que ya liberados de la culpa o de la condenación busquemos las cosas de arriba; veamos:“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”(Col. 3:1-2). Dice, además, el apóstol en el capítulo 2 de Romanos, versículos 6 y 7: “el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad”. No hay lugar a dudas, Dios tiene como propósito nuestra semejanza con Cristo; veámoslo: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn. 3:1-3). El que no persigue por la fe estas condiciones de excelencia y estas virtudes para hacerlas inherentes, está negándose a seguir el propósito de Dios y quedará fuera del Nuevo Siglo como enseña Pablo al completar su pensamiento en Romanos 2:8 al 9: “pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego”.
Querido hermano lector, estamos conscientes de nuestra naturaleza vil y de nuestra inclinación por lo malo, sin embargo, el Cristo que se dio por ti y por mí te pide que detengas el desenfreno y mires hacia arriba y busques las bondades del Nuevo Siglo que Dios tiene para constituirte en un hombre que pueda culminar Su propósito, esto es, un hombre que aprenda a gustar de las cosas nobles y buenas existentes en espíritu y en verdad. Mira hacia arriba mi querido hermano, constitúyete en un hombre de altos valores que es el propósito de nuestro Padre celestial. No mires hacia abajo, no te envuelvas en lascivias e inmundicias porque serás abandonado en el polvo de la tierra para que no quede memoria de ti. Actuemos con temor y temblor delante de Dios, Él es nuestro verdadero Padre y nos mira con misericordia y amor esperando que respondamos como es debido para llevarnos a nuestro hogar celestial y seamos felices para siempre.
Si ante estos señalamientos no respondes, en vano habrás vivido. ¿Cuál de los dos caminos quieres seguir: el de la nobleza o el de la vileza? Tu decisión será de vida o muerte.