
La única alternativa para que el romanismo sea perdonado por Dios es:
Primer Paso – Desligarse completamente del espíritu tradicionalista que la ha caracterizado. ¿Cómo se hace? Admitiendo que prevaricó en términos teológicos, no en términos humanos solamente, sino que en términos teológicos destrozó la verdad.
Segundo Paso – Proclamar con toda voz y aliento que va a depender ahora del humilde Maestro de Galilea, aceptando Su Evangelio histórico y objetivo, y eliminar todo paganismo y misticismo de su acervo doctrinal.
Pretensiones, tales como: el sistema Papal, el confesionario auricular, la venta de bulas, la inmortalidad del alma, el cambio del día de reposo, la adoración de imágenes, la mariología, la infalibilidad Papal, el concepto del infierno, del purgatorio y del limbo, y otros tantos asuntos de naturaleza dogmática que caprichosamente Roma ha atado, deben ser desechados. Sobre todo, tiene Roma que aceptar la total y absoluta dependencia del creyente en Cristo Jesús para que el Evangelio sea la verdad central que caracterice la institución. Dicho de otro modo, un total rechazo de las causas que ocasionaron su apostasía tendría que ser realizado, y una renovación total en torno a la base de nuestra salvación (Cristo colgado de la cruz) tiene que ser hecha. Habría, pues, que desligarse de los conceptos pasados y proclamar: “Ahora somos otros”, porque mientras se pretenda prevalecer unido a las causas que dieron base a un ensoberbecimiento humano-clerical, como ha sucedido, el “Mea Culpa” no significa nada, sino como antes dije, una pretensión formal para seguir en el camino de la destrucción, lejos del camino de nuestro manso y humilde Señor. Entiendo, siendo quien soy, y a nombre de quien hablo, que ya a ustedes se les hizo tarde; no tienen remedio. Constituyen ustedes la soberbia encarnada, y Jesús jamás mirará hacia ustedes en calidad de institución. Solamente aceptará mi hermano mayor (Jesús) el arrepentimiento individual de sus integrantes, pero nunca les dará Su apoyo como institución, porque esa, vuestra institución, es símbolo del ejército que históricamente ha combatido a nuestro Padre, Jehová de los ejércitos.
La institución católica realiza un énfasis presente que ha marchado siempre hacia unos objetivos también presentes, terráqueos, contrario a la institución que Cristo dejara, me refiero a la iglesia apostólica. Pretende el catolicismo enmendar la sociedad presente; mientras que Cristo y Sus apóstoles se dedicaban a apuntar o a señalar un futuro glorioso de altura celeste. Roma nunca ha enfatizado en las cercanías del Nuevo Reino, es un poder terráqueo, dirigido por un rey de este siglo, entiéndase el Papa. No tiene Roma la mínima intención de canalizar el Nuevo Reino, contrario a Cristo, que solía decir: “Mi reino no es de este mundo”. Roma asevera que la comisión dada a la iglesia es para el mejoramiento de este siglo. Es, pues, el catolicismo institucionalizado un problema para el propósito de Dios, yo diría que es el más grave problema que Dios ha tenido que enfrentar en este siglo malo. Hablar de institucionalismo católico es hablar de este presente siglo malo; mientras que hablar de la iglesia novotestamentaria es hablar del siglo venidero que alcanzará la paz y felicidad para sus integrantes. Define tu posición dentro de esta lucha: O te das la mano con Roma y el presente, o sales del presente y te das la mano con Cristo y el futuro. Debe entenderse de manera muy clara que la institución católico-romana es totalmente opuesta a los propósitos de Dios, y que jamás Dios envolverá Su nombre en una institución de esa categoría. Nada tiene Cristo que acordar con el catolicismo romano; tan sólo se propone el Señor Jesús demostrar quiénes son los que verdaderamente rigen con legítima autoridad en este mundo, y al fin de nuestros días el cielo demostrará un absoluto dominio sobre las regiones terráqueas e inferiores. El éxito ya identifica al Señor Jesús. Esta lucha no puede detenerse. ¡Que viva Jesús!